No me gusta la caza. Y un tipo de caza que me disgusta especialmente es la que se practica desde un puesto fijo, sentado todo el día, esperando a que aparezca la pieza para disparar.
Hay personas que son cazadores de este tipo en su día a día. Viven sentados cómodamente en sus butacas, sin arriesgar nada, sin innovar, sin cambiar lo que no funciona. Pero con una escopeta cargada de reproches y quejas dispuesta a ser utilizada continuamente sobre las piezas de alrededor. Es como el cazador de puesto fijo: pasivo, pero agresivo.
El rebelde, el que se cuestiona lo que le han enseñado, el que pretende hacer las cosas de manera diferente, el que no canoniza sino que investiga y saca sus propias conclusiones, el que pretende transformar para mejorar, es su víctima favorita.