domingo, 26 de junio de 2011

"Los males de la sociedad son resultado y amplificación de nuestra incapacidad (apenas reconocida) de mantener relaciones sanas."

Claudio Naranjo

jueves, 23 de junio de 2011

Desapego

El desapego es una forma de vivir nuestras relaciones con los demás y con nosotros mismos. Consiste en no involucrarnos en los problemas de los demás y centrarnos en los nuestros. Supone respetar al otro y no intentar cambiarlo según nuestra forma de ver la realidad.

Ser responsable de uno mismo y no ser responsable de lo que piensen o hagan los demás. No podemos resolver los problemas que no nos corresponde solucionar ni sentirnos culpables ni preocuparnos por ello.

Si los demás se equivocan, sólo ellos pueden rectificar y así se les da la posibilidad de aprender y ser responsables de sí mismos. Si siempre les solucionamos sus problemas, nunca aprenderán el significado de la palabra responsabilidad.

La verdadera libertad se conjuga con la palabra responsabilidad. El que es libre de equivocarse, debe ser responsable de su error.

El apego supone un estado de irritación permanente porque, cuantos más problemas resolvemos a los demás, más dependencia se crea y más posibilidades hay de que surjan nuevos problemas. La dependencia es una fábrica de crear problemas que deben resolver otros.

La relación que más apego condiciona probablemente sea la que se produce entre padres e hijos. Para conseguir una buena educación, es imprescindible el desapego de los padres hacia los hijos.

La pareja es otra de las relaciones que más apego generan. El amor con apego crea una relación crispada, insana y llena de sufrimiento.

El amor con desapego, para mí, es el amor con mayúscula. Crea un vínculo sano donde la paz y la generosidad crean un clima de serenidad en ambos.

Como digo con frecuencia, yo no he buscado una media naranja a la que apegarme para formar una naranja completa. Siempre he buscado una naranja completa con quien compartir nuestras libertades.

domingo, 19 de junio de 2011

Violencia y paz


John Galtung es un politólogo noruego experto en investigación sobre la paz.
La profundidad de su pensamiento y la enorme sencillez en sus exposiciones resultan tremendamente esclarecedoras sobre el origen de la violencia y como se alcanza una verdadera paz. Todo lo que escribe parece de sentido común. Supongo que muchos, cuando lo leen, opinan que ellos pensaban de manera muy similar, sólo que no lo habían estructurado tan bien.

Para Galtung hay dos tipos de paz:
1. La paz negativa: aquella en que simplemente no hay conflicto violento.
2. La paz positiva: aquella en que los Estados (también se puede aplicar a los individuos), buscan la colaboración, la solidaridad y el apoyo mutuo. Un ejemplo imperfecto nos atañe directamente: la construcción de la nueva Europa. Hemos pasado de siglos de enfrentamientos a una paz positiva desde el término de la Segunda Guerra Mundial.

Otro concepto fascinante que ha introducido es el triángulo de la violencia. Véase el triángulo que, con tanto esfuerzo, he conseguido pegar. No sólo sirve para explicar la violencia entre naciones, sino también la violencia individual.
Hay tres formas de violencia: la directa, la estructural y la cultural.

1. La violencia directa es la más fácil de detectar. Es la violencia directa, física o verbal.

2. Violencia estructural: posiblemente la peor forma de violencia. Se produce cuando una serie de estructuras impiden la satisfacción de las necesidades, sobre todo las más básicas. La estratificación social basada en sexo, raza, nobleza, nacionalidad o cualquier otra forma de prejuicio, que permite a unos un desarrollo completo y se lo impide a los demás, por el hecho de pertenecer a otra clase. Un ejemplo puede ser el de un negro en el apartheid que, por muy brillante y dinámico que fuese, nunca podía llegar a disponer de los recursos que el blanco menos capaz podía obtener. O la incapacidad de una mujer afgana de conseguir con su esfuerzo metas vedadas por el hecho de ser mujer.

La violencia estructural muchas veces es invisible. Un sistema en que el reparto de recursos es tan injusto que millones de personas mueren por hambre, es una forma de violencia estructural.

No es sin embargo violencia estructural la desigualdad que se crea en una sociedad en la que todos pueden acceder a estudios, con más o menos sacrificio, montar empresas o tener una amplia capacidad de maniobra y, los más brillantes o trabajadores consiguen economías más saneadas. Y no la hay por un principio, no de igualdad, sino uno mucho más justo que es el de equidad.

3. Violencia cultural. Es la manera de justificar la violencia estructural y la directa: por la patria, por Dios, por la defensa de nuestra lengua, nuestra cultura, nuestro sistema político, nuestras ideas sociales o económicas. Hitler legitimaba la violencia por la supremacía aria. Julio César legitimaba su violencia por “amor a Roma” y la civilización. España justificaba la masacre en el Nuevo Mundo en las ideas religiosas.
La violencia cultural es imprescindible para legitimar las otras dos violencias. Para que no exista el sentimiento de culpa tras las atrocidades.

La violencia cultural también es vital para la violencia individual que se ejerce sobre determinados colectivos. Si asumimos borreguil y alegremente los “valores” que nos inculcan, podemos justificar la violencia contra las mujeres (son seres inferiores que necesitan ser castigados de vez en cuando), o contra los protestantes, gays, etc. Lo más terrible es que al ejercer este tipo de violencia nos sentimos libres de toda culpa. No hay remordimiento gracias a la aniquilación cultural de la conciencia.

La violencia cultural y estructural provoca la violencia directa y ésta, a su vez, da motivos para alimentar a la violencia cultural y estructural. Si los campesinos/esclavos matan a varios terratenientes, hartos de las injusticias, éstos se ven más reforzados en sus ideas preconcebidas sobre la maldad e inferioridad de sus esclavos y fomentarán aún más ese fondo de violencia estructural y cultural.

El pensamiento de Galtung debería formar parte de la enseñanza en los colegios. Debería ser mucho más debatida porque es imposible que el ser humano consiga la paz sin conocer el porqué de la violencia.

Siempre he pensado que las cosas se pueden hacer desde dos perspectivas: el odio o el amor. Cuando actuamos desde el amor hay muchas más posibilidades de resolver los conflictos explorando los caminos de la paz. Cuando actuamos desde el odio, sólo la violencia lo ¿resolverá?.

sábado, 18 de junio de 2011

Odio o indiferencia

El mejor regalo que podemos hacer a un enemigo es nuestro odio.

El mejor regalo que nos podemos hacer ante el enemigo es la indiferencia.

El odio nos afecta y la indiferencia nos proporciona paz.