domingo, 30 de noviembre de 2008

Cultura

A raíz de leer una magnífica entrada en el blog de Portorosa (pinchar aquí para verla) sobre la cultura (que en la actualidad no la suscribiría su autor), he pensado sobre el concepto que tengo sobre la misma.

Según de quién se trate, la cultura se menosprecia o se valora en exceso.

Nunca ha sido plato de gusto para los que tienen el poder que el pueblo sea culto, porque supone conocimiento y crítica a su labor. Gente bien informada es difícil de manipular. Para otros supone un esfuerzo inútil y se centran más en lo tangible porque no saben encontrarle utilidad.

Pero también puede ser vista por algunos como la panacea, como la condición necesaria para cualquier acto de nuestra vida e incluso algunos llegan a pensar que, sin cultura, no hay verdadera felicidad.

La cultura puede ser fuente, no sólo de conocimiento sino también de belleza. Se transforma en sublime cuando aúna ambas.

Para mí tiene tres beneficios fundamentales:
1. El placer que proporciona.
2. La capacidad de libertad que genera el conocimiento. Cuanto más conoces, más opciones se plantean donde escoger.
3. La ilusión que proporciona el enriquecimiento progresivo y el sinfín de posibilidades que nos abre.

Pero tiene alguna desventaja:
1. Cuanto más se conoce y hay más opción donde elegir, más dudas se pueden generar.
2. Cuanta más información se tiene más conciencia hay de lo bueno….y de lo malo.

Cómo se puede usar la cultura
1. El disco duro. Son personas que almacenan una enorme cantidad de datos pero no los procesan. Pueden sentir placer mientras los recolectan, pero no se convierten en auténtico conocimiento. La conciben como un fin en sí mismo y no como un medio, como una herramienta que nos sirva para batirnos en la vida
2. Culto: no sólo tienen datos y los disfrutan, sino que aprenden de ellos y los relacionan para conseguir comprender (he leído por ahí que los jóvenes aprenden y los viejos comprenden).
3. Intelectual: van un paso más allá. A partir de lo que saben son capaces de generar nuevos conocimientos.
4. Sabio: es el que saber aunar todo su conocimiento para una interacción con el medio que le procura felicidad. Es el que consigue el equilibrio y la armonía con los demás y con la naturaleza. Puede no saber leer o escribir pero consigue disfrutar de la belleza donde otros no la perciben.

La creación de cultura generalmente viene precedida por la asimilación de la misma, pero no siempre es así. Personas incultas pueden ser muy creativas y productoras de belleza.

Resultados de la cultura.

La cultura, en manos de una persona emocionalmente inestable, se puede convertir en una herramienta dañina:
1. Como he dicho previamente, la cultura nos ayuda a comprender. Pero es tamizada por muchos factores: el pesimismo u optimismo, la autoestima, la situación personal en un momento dado, la situación político-social en que se desenvuelve el individuo, las emociones y el nivel de control que se tenga de las mismas, la situación sentimental, la educación recibida y una larguísima lista.
2. Vastos conocimientos en una persona pesimista, con baja autoestima, en una situación política injusta o en un momento sentimental negativo, puede ahondar aún más la sensación de infelicidad. En estos casos se emplea la “herramienta” en contra de nosotros mismos. Pero iría más lejos: con todas las circunstancias a favor, poseer cultura no nos hace vivir en un mundo rosa. La cultura genera placer pero no necesariamente felicidad.
3. Con la capacidad de crítica que otorga al que la posee, si no se está muy centrado, si no se realiza una correcta autocrítica no culpabilizadora, se pueden encontrar motivos de sobra para creer que el mundo es hostil y tenemos que defendernos y ya se sabe que, el que se apresta a defenderse contra todo y todos, vive en un clima permanente de miedo generador de ansiedades.
4. Con la capacidad de duda que genera, si bien nos hace más libres también nos puede desestabilizar y paralizar por lo que, si la duda no la gestionamos con inteligencia emocional, forja aún más miedo.
5. Si la empleamos para manipular, tergiversar, engañar o crear falsas expectativas se puede hacer mucho daño a la sociedad. El que ostenta el poder sin escrúpulos, será tanto más peligroso cuanta más cultura e inteligencia tenga.

La cultura, en una persona emocionalmente equilibrada, se convierte en la herramienta perfecta:
1. Nos pone en disposición de disfrutar de miles de momentos inolvidables. Afina de tal manera nuestra sensibilidad que el arte pasa de ser hermoso a ser glorioso.
2. Los conocimientos generan dudas que nos ocupan, pero no nos preocupan.
3. Hace de la humildad una de las características de quien la posee porque cuanto más sabes de una cosa más consciente eres de lo que no sabes.
4. Una visión más amplia del mundo también te hace ser más transigente con los errores propios y ajenos.
5. Puede ayudar a construir un mundo más justo. Un político honrado e inteligente puede beneficiar mucho a la sociedad. Si además es culto, tiene la herramienta indispensable para mirar más allá y saber leer las disfunciones de un sistema y las oportunidades que se generan en cada momento, basadas en muchas ocasiones en las lecciones de la historia que muchas veces hemos estudiado pero no hemos aprendido.

La cultura en sí misma no es maravillosa, dependerá del uso que hagas de ella. La hace extraordinaria la persona que ha conseguido ser sabia y no se es sabio porque se sea culto. El camino de la sabiduría no se aprende en las bibliotecas ni en los museos sino en la vida. Vivir en armonía contigo y con lo externo, haciéndolos uno. Si partimos de esta premisa, la cultura llenará de equilibrios la existencia.

sábado, 29 de noviembre de 2008

Profesiones

Siempre me ha gustado mi profesión. Trabajar no es un suplicio para mí, sino una actividad que forma parte de mi vida y me enriquece continuamente. Es fuente de frustraciones ocasionales y de muchas alegrías…vamos…..como la vida misma. Y es que mi trabajo es vida, o al menos, he decidido tomármelo así.

Os adjunto enlace a mi otro blog donde pongo algunos de mis sentimientos hacia la profesión

Por razones que no vienen al caso, esta semana me he metido en la piel del que va a trabajar a diario sin gustarle lo que hace. Sabía que sucedía, pero nunca lo había llegado a hacer plenamente consciente. Me he hecho preguntas al respecto y me temo que no tengo respuestas adecuadas.

¿Cuáles son los motivos que empujan a una persona a iniciar una actividad profesional que no le satisface?.

Me imagino que pueden ser muchísimas. Cada persona es un mundo y cada elección un universo. Un factor muy a tener en cuenta es que la decisión se debe tomar con una edad en que hay muchos sueños y poca experiencia por lo que, las posibilidades de elegir, pueden estar viciadas en muchas ocasiones.

1. Pura y simple necesidad material.
Muchos trabajos poco cualificados, como limpieza, albañilería o minería, no son escogidos por las personas que lo ejercen. Se dedican a ellos porque tienen que comer. Normalmente, o no han tenido oportunidades mejores o, si las han tenido, no las han sabido aprovechar. Otras veces, el deseo de tener dinerito en el bolsillo con 18 años nos aleja de una formación más larga con la cartera vacía durante muchos años. Curiosamente, aunque no les gusta su trabajo, no suelen estar decepcionados. Lo atribuyo a que, al fin y al cabo, han logrado su objetivo, que no es otro que dar de comer a su familia.
2. Elección adecuada pero entorno adverso.
Me vienen a la mente muchos maestros, enamorados de su profesión, con graves problemas de depresión. Les gusta enseñar pero, el medio en que se desenvuelven, no sólo no facilita su labor, sino que la hace muy complicada. Algunos llegan a ser héroes y, a base de mucho esfuerzo y dedicación, consiguen resultados muy por encima de los medios de los que disponen. Pero no todos tienen una personalidad tan fuerte y algunos caen en el camino del desaliento: son trabajadores “quemados”. Hay otros ejemplos en este apartado como médicos, jueces, enfermeras y multitud de autónomos. En estos casos lo que predomina es el desaliento y, en ocasiones, puede llegar a la depresión.
3. Elección inadecuada por error propio.
Antes y durante el inicio del aprendizaje de la profesión escogida, pensamos que es la ideal o simplemente no nos hemos informado adecuadamente. Van pasando los años de formación, se va teniendo una edad y unas circunstancias y, aunque podemos darnos cuenta del error, seguimos el camino iniciado, ya sea por inercia/comodidad o por miedo o simplemente por necesidades varias (pareja, hijos, independencia, etc). En estos casos, además de no gustar el trabajo, puede haber un poso de insatisfacción que lo complique todo y lleve este sentimiento de frustración a otras áreas de la vida personal, pudiendo impregnar de negatividad el mundo emocional. La culpabilidad y el autoreproche por el error cometido no son buenos consejeros. Nos puede hundir otras muchas facetas de nuestro ser.
4. Elección inadecuada por error ajeno.
Puede ser quizás, el más devastador. La familia deposita en el hijo una expectativa que éste debe cumplir para no decepcionar. Como he dicho antes, los 18 años no son los mejores para escoger lo que va a resultar una parte muy importante de tu vida. Muchos adolescentes tendrán arrestos suficientes para no dejarse manipular. Pero otros seguirán la senda marcada por sus mayores. Este tipo de persona suele hacer, no lo que desea, sino lo que le marcan los demás. Este tipo de elección puede llevar a una situación de tristeza profunda e inactividad que puede abarcar todos los aspectos de la esfera personal.
5. Elección inadecuada con fines materiales.
Escogen un trabajo para acumular riquezas o poder. No les interesa el enriquecimiento personal, sólo el material. Mientras están sumergidos en la vorágine se pueden sentir felices. Lo que obtienen a cambio es exactamente lo que han buscado: posesiones materiales, pero el tiempo, en ocasiones, se encarga de hacerles ver lo mucho que se han perdido de la vida.
6. Elección de un trabajo, no como un medio para, sino como un fin en sí mismo.
Dedican todas y cada una de sus horas al trabajo. Dejan de lado otras muchas facetas que, en muchas ocasiones, ni son conscientes que las poseen. La primera sonrisa de un hijo sólo sucede una vez, y a ellos les pilló trabajando.

Por supuesto, en todos los casos es fundamental el ambiente que existe en el grupo de trabajo. El compañerismo, la amistad, camaradería, el humor pueden ayudar mucho en cualquier circunstancia. Por el contrario, las zancadillas, el peloteo, la maledicencia, la falta de respeto, pueden hacer del trabajo “perfecto” un infierno. Pero es que esto también es una elección: el ambiente no se hace solo, nosotros somos una parte importante de ese contexto. Si una sola persona puede envenenar a un conjunto, también puede aportar un punto de ternura y comprensión que revitalice y mejore las relaciones interpersonales.

¿Qué hacer cuando te das cuenta que tu profesión no te gusta?
El consejo fácil es dejarla y emprender otra vía. Pero no siempre es tan simple. Cuantos más años cumplimos y cuantas más responsabilidades y/o facturas tenemos, la marcha atrás se va haciendo cada vez más complicada. Por supuesto que no se debe tirar la toalla. Siempre hay que explorar otras posibilidades sin dejar el culo al aire. Hay dos palabras que a mí me han ayudado en diversas situaciones y creo que pueden venir bien: ATRÉVETE, INTENTALO (sin que por ello haya que arriesgar en exceso). Volver a empezar siempre es duro, pero puede merecer la pena.

Si cambiar la profesión no es posible, cambia la percepción que tienes de la situación. Puedes conseguir que te gusten algunos o muchos de tus compañeros, puedes crear un ambiente agradable a tu alrededor, puedes innovar en lo que haces, puedes ver que con tu sacrificio sacas adelante a tu familia, puedes cambiar el gesto hosco o serio por una sonrisa…..suele obrar milagros pero, sobre todo, puedes tener una vida rica y plena fuera del horario laboral. Nunca, bajo ningún concepto, traslades la insatisfacción del trabajo a la VIDA con mayúscula.

jueves, 27 de noviembre de 2008

Dualidades

Dualidad razón-emoción

No sé porque, tendemos a dualizar tantos aspectos de nuestras vivencias, pero no sólo de una manera conceptual, que lo entendería, sino incluso de dividir, lo que nos hace perder la riqueza del todo. La lógica y los sentimientos. La razón y las emociones. Aquí tenemos una de esas dualidades. En el pensamiento, podemos distinguir estas dos realidades, pero no las debemos vivir como algo separado. Ambas forman parte de todo un mundo, interaccionando mutuamente en todas las facetas de nuestra vida.

“Este árbol es un roble, mide 20 metros, pesa 800 Kg, tronco marrón y hojas perennes verdes” o “en este árbol, mientras caían las gotas de rocío, en una mañana azul, besé por primera vez a mi amor”. Son dos realidades vividas y sentidas de forma distinta pero que se pueden dar (y se deben dar) perfectamente en la misma persona, y no como algo disgregado, sino como una unidad.

Nunca me ha parecido positivo ver el mundo desde el exclusivo prisma de la razón ni tampoco vivir la vida a golpes de sentimientos...ambas nos hacen infelices e, incluso diría, injustos con los que nos rodean.

Dualidad dogma-relativismo

Todos tendemos a dogmatizar nuestras propias ideas, porque nos hace sentir mucho más seguros. Solo vivimos 70-80 años y no queremos o no podemos, estar toda nuestra vida planteándonos todo. El relativismo, llevado hasta un cierto extremo, es muy incómodo y poco práctico: los pocos años que vivimos podríamos ser muy infelices. Una cierta dosis de autoengaño y de comodidad, dejándonos llevar en algunas ocasiones, puede ser un magnífico remedio para conseguir ser más felices. Luchar contra todo y plantearse absolutamente todo puede ser un ejercicio de honestidad.....y una fuente de infelicidad.

Pero, por otra parte, no plantearse nada, nos lleva a un borreguismo servil y a una falta de libertad que nos hace ser cada vez menos “yo”. Estamos expuestos a ser y vivir como quieren otros y no como necesitamos nosotros.

Una constante en mi vida, que empecé a usar como bandera en mi vida personal fue “aprender a desaprender lo aprendido”. Esto me lleva a ser muy crítico con las ideas y tierno con las personas. En cualquier foro de discusión que entre, pocas veces voy a estar de acuerdo con todo lo que se diga en él. Vivo mi vida de forma muy diferente a como veo en mi entorno, sin olvidarme de adaptarme a él. Ejemplos puedo poner muchos:
• No me identifico con ninguna opción política y veo cosas positivas y negativas en casi todas las ideas, sean de derechas o de izquierdas.
• No puedo tragar ningún tipo de dictadura, sea del signo que sea.
• No me gusta el machismo, por las mismas razones que no me gusta el feminismo prejuicioso.
• Intento no pertenecer a ninguna “tribu”, porque en todas las tribus hay dogmas y sobra la heterocrítica y falta la autocrítica.
• No pertenezco a ninguna religión, ni creo en Dios, pero tengo mi propia religión.
• Soy un científico extremadamente crítico con la ciencia. No os podéis imaginar lo que se ríen mis propios compañeros cuando, en las sesiones clínicas, me pongo a criticar cualquier artículo.
• Soy médico y me parece vergonzosa la manera de ejercer la profesión de la mayoría de mis compañeros. No busco, como hacen muchos de los miembros de la “tribu médica”, excusas para la tremenda falta de respeto y empatía hacia las personas que atienden ni las barbaridades que se cometen. Pero diferencio claramente lo que es la Medicina, de lo que es “la mala práctica de la medicina”. Intento vivir y ejercer con dignidad mi profesión y, para ello, he tenido que desaprender muchas de las cosas aprendidas.

En resumen, no a los dogmas, pero a ninguno, ni los dogmas establecidos por la Sociedad, ni los dogmas que establecemos nosotros mismos, muchas veces en contraposición y como reacción a los dogmas establecidos. El fanatismo de algunas ideas, que se han enfrentado a los dogmas establecidos, han resultado ser mucho más dogmáticos y aplastantes que aquellos contra los que luchaban. Y como colofón: abogo por el equilibrio y, como decía antes, ni dogmatismo ni relativismo.

Dualidad ciencia-fe

A la ciencia se le achaca que sólo cree en lo que ve, que no tiene en cuenta muchas facetas y necesidades humanas. Que sólo entiende de razón y desprecia la emoción.

El método científico no es más que una herramienta, no es una forma de vida. No pretende generar ningún debate con lo irracional ni quiere ni persigue una manera de vivir y de sentir, ni es una ideología. Simplemente ES UNA HERRAMIENTA MAS A NUESTRO SERVICIO, que bien empleada puede dar, y de hecho los ha dado, unos resultados espectaculares....y por supuesto una mala utilización, puede ser el origen de auténticas catástrofes. Un ejemplo que puede ilustrar lo que pienso sobre el método científico es el siguiente: el método científico SOLO PRETENDE MEDIR LO MEDIBLE. Si tú vas a una frutería a comprar plátanos, exigirás que te midan exactamente lo que pesan para pagar por lo que te dan, ni más ni menos. Si el frutero tiene una balanza no te conformarás con que te coja tres plátanos y te asegure que pesa un Kg, no, tú querrás y exigirás que te lo pese “PORQUE ES MEDIBLE”. Sin embargo, no pretendas medir los metros cuadrados que tiene tu casa con la balanza del frutero, porque si lo intentas, chungo. Tampoco pretendas que la balanza mida el placer que supone sentir la dulzura del plátano en tu paladar, porque no sirve para eso.

Pues el método científico, no es más que la balanza del frutero: sirve para medir exclusivamente lo que es medible y además hay que saber emplear esa herramienta porque sólo sirve para pesar. Si quieres medir los metros cuadrados de tu casa tendrás que saber que tipo de método es el más adecuado. Y jamás, bajo ningún concepto, pretendas medir con el método científico lo que es inmedible. Con el método científico, una de las metas que se persiguen, es que exista el menor engaño posible. Si te paseas por Internet y ves los miles de remedios mágicos que curan todas las enfermedades, te darás cuenta que son como el frutero que no pesa la fruta, que tienes que confiar en que él es capaz, a ojo de buen cubero, de ponerte un Kg de plátanos sin medirlo con un método objetivo. Y te aseguro que en Medicina se pueden medir muchas cosas, muchísimas, si se emplean las herramientas adecuadas. Pero, las mal llamadas medicinas alternativas, son extremadamente cómodas en sus planteamientos: no tengo que demostrar nada: apelo a la FE. Las balanzas del los fruteros son malas porque no me interesa pesar, no me interesa demostrar.

Pero esa medición, que es positiva y necesaria, se puede convertir en la lógica aplastante de la EVIDENCIA: lo que no se puede evidenciar, no existe. Pero esto sería una mala práctica científica. Esto no tiene que ver nada con el método científico, el cuchillo no es culpable del mal uso que se haga de él. La ternura de unos padres con sus hijos enfermos, los besos sanadores, la caricia del médico a su paciente, la escucha activa, no entran dentro del método científico, ni deben entrar. Es responsabilidad del médico en particular y del científico en general saber conjugar la evidencia con la ternura.

Hay ramas del conocimiento como la Sociología, Psicología, Filosofía, o Arte en que el método científico puede ayudar en algunas facetas, pero la observación, reflexión e incluso la emoción son factores más poderosos que la ciencia pura y dura.

Dualidad analítico-sintética.

Este apartado explica, bajo mi punto de vista, porqué existe tanta dualidad.

El análisis intenta dividir la realidad en trocitos para comprenderlos mejor a nivel intelectual. Las clasificaciones, los criterios, las divisiones y subdivisiones, son un intento de simplificar aquello que es muy complejo y difícil de abarcar como un todo. Pero si te quedas en el simple análisis, sin hacer las debidas interrelaciones entre los elementos divididos, sin aprehender lo simple para volver a reconstruir el todo desde el conocimiento adquirido con el examen, nunca se llega a la sabiduría, al conocimiento de la realidad completa. Este es el origen de tanta dualidad.

Por el contrario, hay personas que buscan el conocimiento desde la síntesis. Toman la realidad completa, sin despedazarla, y construyen todo su pensamiento desde esta perspectiva. Un ingrediente fundamental para esta forma de pensamiento es la intuición y la comparación. Un problema en esta forma de acercarse a la realidad es que, al examinar algo muy complejo, se escapen muchos elementos que no se han tenido en cuenta a la hora de elaborar las conclusiones, por lo que éstas no son todo lo consistentes que se desea.

Todos conocemos personas que son eminentemente analíticas y otras que son principalmente sintéticas. Hablando de dualidades, los primeros se decantarán más por las ciencias y los segundos por las letras.

Creo que lo ideal es un equilibrio entre ambas formas de acercarse al conocimiento.

Personalmente, analizo cuando pienso y sintetizo cuando vivo.

martes, 25 de noviembre de 2008

Ideales

En la infancia y, sobre todo, en la adolescencia, estaba lleno de buenas intenciones y de muchas ganas de cambiar el mundo......por supuesto para bien. Tenía muchísimos ideales. Me veía a mí mismo ayudando a negritos o chinitos (más a los negritos que son más pobres), asumiendo un papel importante en la Revolución que iba a cambiar la faz de la Tierra, a ser el mejor y más humano médico de la historia de la medicina, pero siempre trabajando en los barrios más pobres o en los países más necesitados. Creía en la igualdad de la gente, en la injusticia social como la única fuente de la violencia o la delincuencia.

Ya no me acordaba de nada de esto. Es curioso, pero no había vuelto a recordar esta faceta mía de idealista. Sucedió hace muchísimos años.

Ahora resulta que a los idealistas los considero altamente peligrosos. Y cuánto más idealistas, inteligentes y cuanta más capacidad de convicción tengan, peor. Hay demasiados ejemplos a lo largo de la Historia de personas que han querido "salvar" al mundo de las injusticias y, prácticamente siempre, cuando los supuestos salvadores han conseguido el suficiente poder para imponer sus ideales, han sucedido todo tipo de catástrofes. Y sí, han cambiado el mundo......pero casi siempre para peor.

Los grandes cambios de la Humanidad nunca se producen en pos de un ideal por las buenas, sino que se derrama mucha sangre y se expande mucho sufrimiento para imponerlo, porque el cambio brusco, no forma parte del ser humano. Somos acomodaticios y capaces de generar cambios a muy pequeña escala, pero no los grandes y, cuando suceden, con mucha violencia incluída, el ideal original se ha desvirtuado por completo. Sin embargo, esos pequeños cambios progresivos no resultan tan chocantes y consiguen resultados mejores. Nuestra sociedad actual le debe mucho a la Revolución francesa, al Marxismo y al Capitalismo, pero mucho más al pensamiento social-demócrata, que ha sabido introducir, de forma escalonada, pequeñas transformaciones (con una sabia mezcla de todas estas corrientes) que han sido digeridas por todos y han conseguido una transformación importante de la sociedad. “Sin prisas, pero sin pausas”.

Yo ya no tengo ideales, sino simplemente ideas. Tengo mi propio sentido de la justicia y no busco cambiar a nadie sino saber convivir con los demás, disfrutando de lo que recibo y dando lo que quiero dar. Me gustan mucho las personas y me gustan muy poco algunas de sus conductas. Odio las masas, porque no hay nada tan despersonalizador como el anonimato de las mismas. Creo firmemente en la personalidad, el carácter y muy poco en los ideales.

Creo muchísimo en la enseñanza y muy poco en la educación, con todo lo doctrinario que implica la misma. La enseñanza da herramientas de conocimiento y, con ellas, cada cual puede forjar su propia visión del mundo, puede moldear la personalidad como mejor le venga a lo dictado por los genes. La educación, salvo la imprescindible, claro, pretende adoctrinar como he comentado antes. Pretende no hacerte pensar, sino darte las respuestas de otros y que las asumas. Pretenden decirte lo que es bueno o malo, sin dar la opción de razonar, de emplear la propia lógica. Son reglas DETERMINADORAS.

Para poner un ejemplo del determinismo: las feministas se quejan, y con razón, que la Sociedad les pretende marcar su propio camino en base a su sexo. Tienen que ser amas de casa, cuidar los hijos, etc. Pero ese mismo determinismo también lo sufren los hombres, que no pueden llorar, ser cariñosos con sus hijos, que tienen que ser como rocas en la familia y traer el sustento a casa. Este es el determinismo machista.

Pero muchos movimientos feministas, en vez de enseñar, pretenden educar....pretenden volver a ser deterministas. Demonizan a la mujer que quiere ser ama de casa o que se acerque mínimamente a lo que ellas consideran machista. Parece que la mujer que no trabaja fuera de casa (libremente decidido) o que se dedica con especial esmero a sus hijos, son personas embrutecidas. Es otra forma de determinismo que trae consecuencias muy negativas para muchas mujeres, que no se sienten liberalizadas para nada, sino mucho más atadas que antes. ¿No es mucho más fácil la libertad?. ¿La no determinación?. ¿No es más fácil que el hombre que le guste ser amo de casa, lo sea, sin ser considerado un chulo que vive de su mujer?. ¿No es más fácil que la mujer que quiera ser ama de casa lo sea, sin ser condenada por ello?. Pues el determinismo feminista vuelve a hacer lo que siempre ha hecho la Sociedad: la mujer tiene que ser así o asao para obtener nuestro respeto y/o admiración.

En resumen, vivo mi vida, intentando no hacer daño a nadie, echando una mano cuando puedo y, sobre todo, cuando quiero y sin tener unos ideales que, de alguna forma, puedan hacerme juzgar o sojuzgar al que me rodea. Creo en las personas desnudas de sus ideas.

El virus del gimnasio

En mis viajes por todo lo largo y ancho de este mundo, y tras poner a prueba mi proverbial sagacidad, mi fino espíritu científico y mis amplios conocimientos en cualquier rama del saber humano, he llegado a descubrir el virus del gimnasio. No ha sido fácil, no os creáis. Miles y miles de horas de observación y reflexión junto con mi privilegiado cerebro, han hecho posibles estas conclusiones que os voy a contar en rigurosa primicia. Las revistas más importantes, Gilipology, Journal of Tontology o New England Journal of imbecilogy, se disputan la publicación de mis hallazgos.

Siempre me ha llamado la atención que cualquier persona humana que entra en un gimnasio, pierde su grasa y se hipertrofian los músculos. Estos singulares cambios se acentúan dependiendo del tiempo de exposición. Nadie, hasta que llegué yo, se explicaba lo que les podía suceder a estas pobres criaturas.

Para iniciar el estudio, me apunté al gimnasio, previo pago de la cuota. Cogí una silla, una mesita pequeña, un cenicero y mi paquete de cigarrillos. Todos los días, de seis a ocho de la tarde, me sentaba en mitad del gimnasio, fumaba como un carretero (porque me ayuda a pensar), toreaba a la monitora, que quería que apagase el cigarrillo, y observaba. Os resumo los resultados del estudio.

1. Los sujetos del estudio, mientras iban por la calle, eran aparentemente normales.
2. En cuanto entraban en el Gym, en pocos minutos, el pantalón de los hombres cambiaba de color e incluso se acortaban ostentosamente, dejando descubiertas ¡¡¡piernas sin pelos¡¡¡.
3. En las mujeres no eran tan espectaculares estos primeros cambios. El pantalón se ceñía manifiestamente y nada más. Tampoco tienen pelos en las piernas, aunque esta aguda observación ya no me llamaba tanto la atención, porque con mis estudios de física cuántica ya sospechaba que las mujeres tienen menos pelos en los miembros inferiores porque les crece más en la cabeza.
4. El segundo efecto más inmediato y más desconocido, es que se apodera del sujeto un tipo de locura muy especial, no conocida hasta que lo he puesto al descubierto, que le obliga a unos a saltar, a otros a correr, sin avanzar ni un metro oiga, o montar en bicicletas, incluso muchos se ponen de acuerdo para subir en bici y pedalear a la vez, ¡¡¡sin moverse del sitio¡¡¡ y no se dan cuenta los pobres desgraciados. Otros se ponen a brincar juntos sobre una superficie elevada y, quién los dirige, suele ser el que lleva más tiempo enfermo, porque suele ser el que más loco está.
5. Otro tipo de locura es la de levantar grandes pesos y llevarlos arriba y abajo. No los cogen para transportarlos, no, ni para comprarlos y llevarlos a casa, como es lo habitual, no. Simplemente los alzan y los bajan, entre grandes gritos de dolor y caras ofuscadas de sufrimiento. Se les dilatan las venas del cuello y, cuando terminan, van y cogen otros pesos para levantarlos de diferentes formas y maneras, ¡¡¡dejando los anteriores en el mismo sitio en que los encontraron¡¡¡. Y, en los muchos meses de observación, ninguno de los cientos de especímenes se llevó ni una sola pesa a su casa.
6. Otro síntoma cardinal es la sudoración profusa. Precisamente fue este hallazgo el que me puso sobre la pista de que algún virus tenía algo que ver con todos estos hechos.
7. Sed insaciable. Los individuos están tan acostumbrados a este síntoma que siempre acuden con una botellita de agua.
8. Agotamiento. En sólo una hora, un tipo pasa de estar descansado al más alto grado de agotamiento, sin haber trabajado ni un minuto.
9. Artromialgias generalizadas, sobre todo en los primeros días de asistencia.
10. Verifiqué que, efectivamente, con la exposición prolongada al gimnasio se pierde grasa y se gana músculo y, este hecho, es directamente proporcional al tiempo de permanencia en este ambiente.

Así pues, tenemos: cambios en la ropa, pérdida del vello, psicosis, sudoración profusa, sed insaciable, agotamiento, artromialgias generalizadas, sobre todo en el periodo de incubación y, como efectos a largo plazo, la pérdida de grasa y la hipertrofia muscular.

¿Quién puede provocar todos estos síntomas?. Sólo hay una respuesta posible: el gimnasiavirus o virus del gimnasio.

No se dejen engañar por los ministerios de Sanidad, ni por los gobiernos o las potentes multinacionales de las pesas, que nos quieren hacer creer que en los gimnasios no pasa nada. Pero millones de personas, día a día, siguen expuestos a los perniciosos efectos de esta industria perversa.

Pero no sólo he descubierto al virus. He encontrado el tratamiento que lo combate. Tras 2.347 veces en que acudí al gimnasio, ni una sola vez sufrí los efectos dañinos de este virus. Así pues, tras altas dosis de perspicacia, he llegado a la conclusión que fumar, te protege de esta infección.

Me merezco como premio el Nobel, y si se ha agotado, el Fortuna o el Ducados.

domingo, 23 de noviembre de 2008

La (buena) educación

¿Porqué y para qué se tienen hijos?
Dependiendo de la respuesta que demos a estas preguntas tendremos una idea de cómo vamos a educar a los hijos.

Está claro que hay un instinto sexual, pero no creo que exista un instinto maternal o paternal. Un instinto está presente en un momento u otro de la vida siempre que no haya alguna patología que lo impida. Se puede controlar, pero no se puede enterrar. En el caso del supuesto instinto maternal, hay muchas personas que no lo llegan a sentir nunca y, las que lo sienten en un momento dado, pueden no volverlo a tener nunca más. Por este motivo pienso que es más un impulso facilitado por unas determinadas circunstancias que se dan en la vida de la persona, como puede ser una estabilidad económica, emocional, entre otras muchas más. Así pues, la respuesta a las preguntas no es el instinto.

¿Porqué?.
Porque toca. Llego a una edad en que hay que tener hijos.
Porque sí.
Porque siempre ha sido así.
Porque un matrimonio sin hijos es como un jardín sin flores.

¿Para qué?
Para que nos cuiden en la vejez.
Para salvar un matrimonio que va mal.
Para llenar mi vida.
Para que no se pierda el apellido.
Para que acompañe al hermanito.
Para que me den compañía.

Todas son respuestas válidas y, dependiendo de la respuesta, nos haremos una idea bastante exacta de cómo va a ser la educación que va a recibir el niño.

¿Porqué yo he querido tener hijos?.
Porque me enamoré de la mujer más hermosa, inteligente, honesta y maravillosamente imperfecta que he conocido. Una mujer con la que quería compartir amor, hogar y vida. He tenido hijos con ella, porque la amo. No tuve ningún otro motivo con la primera hija.

La segunda y el tercero fue la consecuencia directa de la experiencia de un nuevo amor que nunca había sentido. Un sentimiento que me hacía enormemente feliz, mucho más vivo. Se abrieron horizontes que no habrían existido sin ellos. Se contempla el mundo con ojos diferentes. Comienza una entrega que no tiene parangón. La palabra generosidad cobró un sentido nuevo en mi diccionario.

¿Para qué he tenido hijos?
Dicen que siempre hay un motivo egoísta para explicar nuestros actos. Pero el egoísmo, no siempre tiene connotaciones negativas. En mi caso he tenido hijos para vivir más intensamente. Dándome sin concesiones y amando sin condiciones, me quiero y me gusto más. Me hace sentir y sentirme mejor. Me siento miembro de una familia hecha por todos y para todos los que la componen. Percibo un amor similar hacía mí.
Se quiere tanto a los hijos que, si nos dejamos llevar sólo por los sentimientos, podemos colaborar de forma decisiva a que sean infelices. Precisamente por amor, hay que controlar esos sentimientos. Es menester reflexionar para dotarlos de herramientas que les ayude a ser adultos completos y felices. Para ello pienso que:

1. La violencia no tiene cabida ni justificación. Ni siquiera un cachete en el pompi. Los golpes doman, no educan. No veo peor violencia que la se ejerce sobre el que no tiene la más mínima posibilidad de defenderse. Si se pega a un hijo “para corregir” se deberían pegar a muchos adultos con los que nos encontramos, que hacen las mismas o peores cosas que nuestros hijos. ¿Por qué no lo hacemos?: porque esos sí se pueden defender. Por otra parte, si defendemos que los golpes son necesarios para instruir, tendremos que tener preparados nuestros respectivos traseros para que nos enseñen.
2. La educación debe estar asentada en valores y no en doctrinas. Insistir en lo negativo de los prejuicios, el consumismo, el despilfarro, la incompetencia, el servilismo, la dejadez, dejarse llevar por las apariencias, la violencia etc, y dar conocimientos sobre las distintas doctrinas religiosas, políticas o económicas que hay, de la forma más aséptica posible, para que ellos puedan escoger.
3. El amor no sólo se debe sentir, también hay que expresarlo. Abrazos, besos, caricias, miradas, dan confianza al niño y son un factor fundamental en la unión de la familia.
4. Poner límites y mantenerlos. Lo que hoy es sí siempre es sí o viceversa. La disciplina es el factor que más seguridad da a un niño. Saber lo que se puede o no hacer, ayuda a la estabilidad emocional.
5. La casa es de todos y todos tenemos que colaborar en su mantenimiento. No todo se lo merecen los hijos. Se les ama sin condiciones pero ciertas cosas las deben obtener con condiciones: currándoselas.
6. Nuestros hijos no son nuestra propiedad sino nuestra responsabilidad.
7. Debemos prepararlos, no para que sean como queremos, sino para que desarrollen al máximo sus potencialidades. Nuestra labor consiste en presentarles la inmensa gama de posibilidades de las que disponen, pero la elección no es nuestra, sino suya.
8. Debemos respetarlos igual que respetamos a los demás. A veces parece que, por el hecho de ser de la familia, tenemos patente de corso para gritos, insultos y reacciones que jamás las cometeríamos con un desconocido. En este sentido, prefiero verlos como personas bajitas en vez de cómo niños.
9. Tienen derecho a equivocarse. Tratar de evitarlo supone restarles posibilidades de crecimiento. Por supuesto hay errores que debemos corregir, sobre todo cuando atentan contra los derechos de los demás o puedan suponer un peligro importante para su integridad.
10. El mejor juguete somos nosotros mismos. Siempre que les he dicho a mis hijos “vamos a jugar”, lo han dejado todo y han dado saltos de alegría.
11. No mentirles. Incluso cuando haga falta hacer algún actividad desagradable para ellos, como vacunarlos, hay que decirles la verdad, prepararlos para lo que va a venir. Es la única manera que conozco de ganarse la confianza de alguien. Además, saber lo que les espera, aunque sea doloroso, les hace sentirse más seguros. Cuando se les miente continuamente recelan ante cualquier cambio.
12. Intentar no transmitirle nuestros miedos. Hay muchas cosas que nos pueden preocupar: las primeras salidas, sobre todo las nocturnas, los primeros escarceos amorosos, las excursiones, noches de fin de año, alcohol…..Pero creo adecuado hacerles saber que nos interesa conocer lo que hacen pero sin endosarle nuestros recelos. Debemos confiar en las armas con que los hemos dotado para que sepan actuar del mejor modo posible.
13. Disfrutarlos. Jugar, divertirte con ellos, olerlos, abrazarlos durante la siesta, reirte mientras le cuentas un cuento y ves su carita. Acariciarlos en el baño. Dejar que te coman la nariz. Convertirte en su asiento favorito para llevarlos al mundo de la caricia sin fin. Que siempre que abran los brazos, encuentren tu cuerpo entre ellos. No desaprovechar ninguna oportunidad para una buena conversación en la sobremesa. Tantas y tantas cosas que me hacen y los hace felices.
14. Hasta ahora sólo he hablado de enseñar. Para lo último queda lo más importante: aprender de ellos. Sólo es necesario estar abiertos y no asumir que nuestro conocimiento del mundo es el mejor o único. Quizás sea cierto que conocemos mejor el entorno, eso se consigue con los años (y a veces ni eso), pero los niños disponen de lo que hemos perdido: la inocencia, la esencia.

Somos seres imperfectos, con nuestros días mejores y peores, con nuestras tristezas y alegrías. Pretender ser siempre el padre perfecto es absurdo e imposible. A quien no se le ha escapado un grito, o quien no ha dejado salir una preocupación, o quien no ha manipulado alguna vez. El primer paso para ser un buen padre es asumir que se va a equivocar y que eso no le debe hacerse sentir culpable sino todo lo contrario, animarlo para que no se vuelva a repetir y poder mejorar día a día. Ser bueno en todo, todos los días no debe ser la prioridad, pero sí escoger el camino más adecuado, con lo altibajos correspondientes de vez en cuando.

sábado, 22 de noviembre de 2008

Modelos de (mala) educación

Cuando un crío llega al mundo es un ser lleno de potencialidades. El mayor o menor desarrollo de sus posibilidades dependerá de la interacción con el medio. Los padres no son los únicos responsables de la educación, pero sí los más importantes. El colegio, en las circunstancias actuales, con un poder muy limitado de los maestros, tiene más valor académico que educativo.
Parto de la base del amor de los padres. Como en la mili, el amor se le supone. Puede haber excepciones de padres monstruos, pero no es el tema de hoy.

Distingo distintas maneras de enfocar la (mala) educación. Puede haber mezcla de dos o más formas en el mismo niño.

Educación de “la doma”.
En las circunstancias de hace 60-70 años, comprendo (sin compartir), que con 7-8 hijos, trabajando de sol a sol para poder comer, el sistema del “ordeno y mando” y “tortazo y tente tieso” tiene su coartada. Realmente no se educa, pero se doma, pudiendo soltar a la fiera en sociedad sin que haga demasiado daño. Pero en las condiciones actuales, no tiene justificación alguna, salvo la comodidad del sistema. No nos obliga a pensar, a plantearnos el camino más adecuado. Es una manera de hacer que sólo entiende de reaccionar.

Hoy en día se dice que la violencia no sirve para nada. Falso. La violencia sirve muchísimo, por eso se emplea y se ha empleado tanto, por los magníficos resultados que suelen dar a los violentos, pero este tampoco es el tema del día.

Resultados
Con la violencia contra los hijos se consigue que durante los primeros años de la infancia se haga nuestra santa voluntad. Pero si lo que queremos obtener son unos hijos adultos felices, responsables, con valores, con personalidad propia, que respeten a los demás y que no sean violentos, nos hemos equivocado en la forma de educar.

Educación del “niño frágil”.
Una de las expresiones que más aborrezco, por el uso tan inadecuado y extendido que se le ha dado, es la de “traumatizar a los niños”. Se ha tomado como la excusa perfecta para la hiperprotección. El miedo de los padres se transmite a los hijos mediante la protección excesiva. Se crea una burbuja en torno al crío para que nada le haga daño. Le resta la posibilidad de una comunicación con el exterior. Mil peligros acechan y mil peligros hay que evitar y se le hace consciente de ello al niño. Es la perfecta transmisión de nuestros miedos y nuestras ansiedades. Se intenta impedir por todos los medios que se equivoque, con lo que le restamos la posibilidad de crecer y aprender.

Resultados
Si pensamos que los niños son frágiles, y los educamos como tales, efectivamente el tiempo nos dará la razón: tendremos niños frágiles. Obtendremos un adulto con miedo, principal fuente de la ansiedad. Una persona insegura e indecisa, porque no sabe escoger (es el miedo el que elige por él). Nunca arriesgará y aborrecerá los cambios por lo que nunca llegará a madurar.

Educación de “todo por el hijo pero sin el hijo”.
Los hijos se lo merecen todo. Tendrán todo lo que yo no pude tener. No quiero que a mi hijo le falte de nada. Y en efecto, tienen Play Station, Wii, televisor, teléfono y ordenador en su cuarto, móvil desde los seis años, cientos de juguetes, los mejores colegios, las mejores ropas, las zapatillas último modelo, bici, moto, coche en la puerta. La mejor casa posible, bien limpia y ordenada, cama perfectamente hecha, camisas perfectamente planchadas y colgadas de sus armarios, platos puestos en la mesa que desaparecen como por ensalmo cuando terminan de comer. El pitufo se lo merece todo y no tiene que hacer nada a cambio. Les inundamos de todo lo material que se les antoje y nos deslomamos trabajando para que no les falte de nada. Trabajamos tanto, tanto, para que lo tengan todo, que no le damos lo único realmente imprescindible: nuestro tiempo.

Resultados
Como todo se lo merecen por su linda cara desprecian el esfuerzo. Sólo viven para sí mismos. Son egoístas y egocéntricos. Los demás únicamente existen para satisfacer sus caprichos. Son los auténticos “pijos”, que nada tiene que ver con una posición económica privilegiada, hay muchos retoños de madres que limpian escaleras para que sus hijos tengan de todo, que son tan pijos como el que más. La pijería no la da el dinero, sino este tipo de educación.

Educación de “tienes que ser como yo quiero”.
Hay padres que, cuando nacen los descendientes, ya tienen programado todo lo que quieren que sean de mayores. Depositan expectativas sin tener en cuenta para nada la naturaleza única de cada ser humano. Pueden suceder dos cosas: que el niño se pliegue y haga todo lo que se espera de él, por miedo a perder la estima de sus padres. Pero también puede pasar que el crío les salga rebelde y se niegue a seguir el camino marcado por los mayores. En este último caso sucede algo que me apena profundamente: los padres siguen queriendo a rabiar a su hijo, pero NO LES GUSTA. Aman a una persona que no les gusta, a la que continuamente desaprueban.

Resultados
Los que se pliegan aprenden a que tienen que hacer siempre lo que de ellos se espera, tanto con los padres, como con los amigos, pareja, etc. Cumplen las expectativas que los demás tienen depositados en ellos, por miedo a perder su afecto. Pero se sienten insatisfechos porque no han desarrollado su potencial, no se sienten cómodos con el papel que les ha tocado vivir porque, al fin y al cabo, no sienten que lo hayan elegido sino que se han visto “forzados” de alguna manera.
Los “rebeldes” pueden seguir muchos caminos, porque son espíritus libres, pero un hecho muy constante en sus vidas es la contínua búsqueda de la aprobación de los demás a su forma de ser.

Educación de “es que es un niño, oiga”.
Los niños, como son inconscientes y tontos, pueden hacer lo que les dé la gana, porque son niños y los pobres no entienden. No es necesario establecer límites. Supongo que muchos hemos sufrido en el parque al típico chaval terrorista, que hace la vida imposible a todos los demás críos. Después de múltiples atentados, sin que hagan acto de presencia los padres de la criatura, algún adulto llama la atención al Bin Laden en potencia. En dos décimas de segundo aparecen como locos los padres y espetan “es que es un niño, oiga”. Cuando esto me pasó a mí, contesté a la desaforada madre: pues por eso mismo que es un niño, usted debería estar aquí con él para evitar las salvajadas que está haciendo. Afortunadamente, el resto de padres y madres me apoyaron y la buena señora prefirió marcharse con las orejas gachas pero con el claro mensaje hacia su hijo de que, quien había obrado mal era yo, por impedir que siguiera haciendo lo que le daba la gana.

Resultados
El que está acostumbrado a no tener límites, hará e impondrá su santa voluntad sin respetar a los demás. No tendrá la más mínima empatía, lo que les reportará unas malas relaciones sociales.

Educación en doctrinas, no en valores
Pretender que nuestros hijos tengan nuestro mismo ideario. Nuestras ideas son fruto de nuestras experiencias y reflexiones. Nuestros hijos también tendrán las suyas y deberán escoger por sí mismos. No hay que intentar convencerlos para que sean católicos ni ateos, de derechas ni de izquierdas, sólo hay que enseñarles las distintas opciones que existen. Otra cosa muy diferente es tratar de inculcarles una serie de valores, que me gustaría llamar universales, como el respeto, el diálogo, la equidad, la falta de prejuicios, etc.

Resultados
El que es educado de forma doctrinaria será doctrinario. No estará acostumbrado a reflexionar sino que a que los ideales se los dén mascaditos. Será más amigo de consignas que de pensamientos. En suma, tendremos a una persona fácilmente manipulable y más dada a imponer que a dialogar.

Educación de colegas.
Aquí prefiero dejar una frase de un juez de menores de Granada (creo que se llama Calatayud) que resume a la perfección lo que quiero decir: “si los padres se convierten en colegas de sus hijos, tendremos a unos niños huérfanos”.

Si no terminan siendo así, no será gracias a nosotros sino a pesar nuestro. Significará que han conseguido desaprender lo que le hemos inculcado.


Dejo para otro día los modelos de (buena) educación.

jueves, 20 de noviembre de 2008

La mirada

La mirada que ata


Viniste un 28 de Enero.
No sentí frío.
Quería conocerte. Necesitaba conocerte.
Eran demasiados años sin ti.

Mis ojos necesitaban acariciar unas manos de flor.
Querían contemplar una mirada de luz y color.
Mis manos estaban deseosas de oler tus sonrisas
y saborear un mundo lleno de fantasías por llegar.

Te contemplé por primera vez y me enamoré.
Una nueva estrella había nacido.
Una estrella de mirada verde y llanto de vida.
Pequeñita pero grandiosa a la vez.
Tus manos se aferraron a mi dedo y encadenaron mi alma para siempre.
Sería tuyo. Tuyo, sin porqués ni para qués.
Te faltaba toda una vida por llegar,
pero era tuyo,
sin concesiones, sin dudas…sin condiciones. Te quise desde el primer momento en que te ví. Me robaste la posibilidad de escoger….simplemente me entregué a ti. Tu mirada obró el milagro.

No hay nada que hacer: te querré el resto de mi vida, al margen de errores o aciertos, al margen de momentos y decisiones. Nunca te juzgaré, sólo te amaré. Desnuda el alma, una mirada limpia te contempla.

En los momentos difíciles, en los días de lágrimas, cuando los nubarrones te impidan ver el sol, piensa que tu padre estará llorando contigo.

Cuando un río de risas inunde tu cuerpo y un mar de fragancias se apodere de tu alma, piensa que tu padre será feliz contigo.

Tu primera mirada me ató a ti y, esas cadenas, trenzadas con amor e ilusiones, nunca se romperán. Son cadenas de independencia, son cadenas del amor más puro, del amor que te dice: hagas lo que hagas, estaré a tu lado.

Tu padre.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Productos light

Mi colaboración con la Universidad de Járbart fue crucial para el descubrimiento de un hecho trascendental, que va a cambiar definitivamente la faz de la Tierra:

LOS PRODUCTOS LIGHT ENGORDAN.

Concienzudos análisis estadísticos y brillantes observaciones a pie de supermercados, me llevaron a recelar. Sólo compraban productos light las personas con más peso. En bares y restaurantes, se repetía la misma historia: sacarina=obeso. Azúcar normal =delgado. Cocacola sin calorías=obeso. Cocacola normal =delgado.

También las dietas para adelgazar engordan, porque no conozco ni un sólo delgado que las haga. Pero este tema será objeto de otra investigación.

Con mis colegas de Járbart decidimos comprobar si en otras culturas sucedía algo similar. Viajamos a Burundi. Mi sorpresa fue enorme cuando comprobé atónito que todos eran negros y ni uno sabía español. Hablaban en euskera, supuse con mi habitual agudeza, porque no había Dios que los entendiera. Así pues, Burundi es uno de los territorios históricos vascos. Me desconcertaba que estuviésemos en el avión tanto tiempo, porque desde Sevilla a Bilbao sólo se tarda una hora. Así pues, sacando a relucir mi proverbial clarividencia, supuse con razón, que el avión sólo había dado vueltas y más vueltas para despistar y obstruir nuestras indagaciones.

El caso es que no había ni un solo obeso en Burundi. Inmediatamente pregunté por los endocrinólogos de Burundi pues, a buen seguro, tenían que ser extraordinarios para conseguir mantener a su población en tan buen estado de revista. Pero no, no existen este tipo de especialistas.....NI TAMPOCO PRODUCTOS LIGHT. ¡¡¡Claro¡¡¡. La población no está expuesta a estos tóxicos engordantes así que no les hace falta ningún dietista.

¿No serán los endocrinólogos, con sus dietas hipocalóricas y productos Light, responsables de esta pandemia?. Pues está claro que sí, son los que más se benefician de la obesidad. Están pagados por las grandes corporaciones de las zanahorias y las lechugas para aumentar sus ventas y hundir a las honradas industrias de los Bollicaos y Phoskitos.

Así pues, fuera verduras, frutas y demás zarandajas. Abajo los productos Light. Vivan los Bollicaos.

Otro día os haré partícipes de mis otras prodigiosas investigaciones. Os adelanto, para que lo vayáis pensando, aunque sé que os cuesta mucho, los siguientes datos:

• ¿Quienes tienen dolores?: sólo los que toman analgésicos.
• ¿Quienes tienen inflamación?: únicamente los que toman antiinflamatorios.
• ¿Quienes tosen?: exclusivamente los que van al de Respiratorio.
• Y lo más grave de todo: ¿qué mujeres se quedan embarazadas?: ¡¡¡LAS QUE VAN AL GINECOLOGO¡¡¡.

Id reflexionando sobre estos temas tan sospechosos.

lunes, 17 de noviembre de 2008

De amor. ¿De qué otra cosa si no?

En el amor que es más importante: ¿Dar o recibir?. Aunque quizás sea mejor la interrogante: ¿saber dar o saber recibir?. Conozco demasiadas quejas de personas que estiman que dan (o creen dar) más de lo que reciben de sus parejas, amigos, hijos, hermanos.....

Creo que es mucho más fácil dar que saber recibir y mucho más importante esto último.

Siempre se da lo que se tiene y/o lo que se quiere. Tenemos muy en cuenta aquello que regalamos y lo valoramos en exceso. A menudo damos, sobre todo a las personas más queridas, sin que nos lo hayan pedido. También, con demasiada frecuencia, creemos que obramos con total generosidad, sin esperar nada a cambio pero el tiempo se encarga de desmentir tan loable propósito: tarde o temprano pasamos factura de lo que hemos dado, repito que muchas veces sin ser solicitado. ¿Cuántos padres recuerdan a sus hijos lo mucho que se ha hecho por ellos?. Esto no es generosidad sino inversión y, en el peor de los casos, manipulación. Te lo doy todo para que seas como yo quiero que seas y obres como yo quiero que obres y, si finalmente, no haces lo que yo quiero, o espero de tí, ya me encargaré de recordarte todo lo que he hecho por tí y te hago sentir culpable de no haberme pagado como había previsto al “dártelo todo”.

Me gusta dar lo que doy, GRATIS. Cada vez que a las doce de la noche, después de un duro día de trabajo, tengo que volver a salir a la calle a recoger a mi hija, lo hago feliz porque sé que ella ha sido feliz saliendo con sus amigos....esa es la única compensación, que es mucha. Ver su sonrisa, saber que está creciendo feliz me llena y me compensa.

Entre padres e hijos se da un fenómeno muy curioso y, desgraciadamente, muy frecuente. Muchos padres quieren a sus hijos, hasta dar la vida por ellos si fuera necesario, pero no les gustan. Querer a una persona que no te gusta como es. No tengo muy claro el porqué de esta situación pero intuyo que parte de unas expectativas de los padres sobre sus hijos, que no se cumplen. No ha habido respeto por el hijo, no se ha esperado simplemente a que se desarrolle tal y como es, hemos preferido manipularlo (algunos lo llamarían “educarlo”) para que sea como nosotros queremos que sea....siempre con la mejor de la voluntades, pero con una manifiesta falta de respeto hacia nuestro hijo.

Cuando surge esta circunstancia, no me queda más remedio que pensar que ha habido a lo largo de toda la relación, una persona que ha intentado, consciente o inconscientemente, manipular a la otra: doy todo lo que quiero dar (ojo, todo lo que quiero dar, no todo lo que el otro quiere que yo le dé).....para recibir todo lo que quiero recibir. Se establece de esta forma una relación desigual, porque al otro se le obliga, no a dar lo que quiera dar, sino a que me dé lo que yo quiero recibir. Doy lo que yo quiero (puntuación máxima en mi hoja de ingresos y gastos) y sólo puntúa como ingresos, no lo que el otro da, sino lo que da que yo quiero recibir. Menudo trabalenguas.

Una relación así está abocada al fracaso, la insatisfacción, el dolor, la queja contínua. Esta, para mí, no es una verdadera relación de amor porque falla algo esencial: el respeto por el ser supuestamente amado. Durante muchos años, conocemos a cientos de personas y escogemos cuidadosamente a aquella que es la candidata ideal para unirnos para siempre. Después nos pasamos el resto de nuestra vida intentando cambiar a esa persona perfecta.

Mi concepto del amor se fundamenta en saber recibir. O lo que es lo mismo, saber aceptar al otro. Es así como realmente respetamos a ese ser maravilloso al que nos unimos para siempre. Si es tan maravilloso, voy a disfrutarlo como es, sin esperar nada, sin hacerme ilusiones, sin tener unas expectativas que posiblemente no tengan nada que ver con lo que el otro es capaz de darnos. Es un ser extraordinario y voy a disfrutar cada minuto con su compañía, con su forma de besar, con su manera de expresar el cariño.....en suma, lo amo y voy a disfrutar de cada cosa que me dé. Lo/la quiero tal y como es y no necesita cambiar, quiero y deseo que sea él o ella misma.

Esto no es óbice para cambiar algunas conductas tendentes a conseguir una mejor convivencia, una adaptación entre dos seres que vienen de familias y circunstancias diferentes. Pero eso es lo único que hay que cambiar, no la esencia de la otra persona.

Hace algún tiempo escribí en el Foro del Capitán Alatriste lo siguiente:

Creo que el egoísmo es una virtud con muy mala prensa, pero el egoísmo bien entendido, el que nos hace ser más nosotros mismos, con el que hacemos las cosas porque las queremos hacer de verdad y no para recibir nada a cambio, puede ser el mejor aliado para el amor.

Mi egoismo en el amor me hace decir cosas como:
Te amo porque eres tú, sin esperar nada de tí. No sé ni porqué te amo ni me importa. ¡¡¡Ni tú eres mi media naranja ni yo quiero ser tu media naranja. Yo soy una naranja entera y busco otra naranja entera para compartir nuestros zumos.¡¡¡ No quiero a una persona que me haga feliz....para eso ya me basto a mí mismo. Tampoco quiero a una persona a la que tenga que hacer feliz....no soy un payaso de circo. No te doy lo que tú quieres que te dé....sólo te doy lo que te quiero dar y sólo quiero recibir lo que tú me quieras dar. No quiero cambiarte ni que me cambies....sólo quiero que me respetes y respetarte. Quiero ser libre....para amarte en libertad y para que sepas que hasta lo último que te doy...te lo doy porque quiero, porque te quiero y no porque tú no lo necesites o lo esperes de mí. No quiero desearte, porque sólo se desea lo que no se tiene....sólo quiero disfrutarte, aquí y ahora, disfrutarte en cuerpo y alma con todo lo que tú me quieres dar, porque sólo así sabré que lo que me das es lo que sientes. HOY te amo, con locura, TE AMO. Mañana no sé, ni me importa. No eres mía ni soy tuyo, sólo sé que quiero perderme en tus labios, aquí y ahora.

domingo, 16 de noviembre de 2008

¿Qué une a una pareja?

Posiblemente, lo que más une a una pareja, son los intereses.

Actualmente, el amor es el principal motivo para comenzar una vida en pareja, aunque no siempre ha sido así, ni es así en la mayor parte del mundo.

Sin embargo, los que se unen por amor, tienen bastantes posibilidades de romper la relación y, esta ruptura, suele ser más tormentosa. No es romántico pensar así, pero la realidad no tiene porqué serlo.

El concepto de amor eterno, el vivieron felices y comieron perdices, es maravilloso cuando se vive en primera persona o como espectador de una de esas parejas de amantes eternos, pero no es la norma. El cine, la poesía, la novela o cualquier otra expresión artística, han sublimado la inmortalidad de este sentimiento, pero la obra suele terminar cuando comienza la verdadera vida en pareja. Se fijan más en el proceso del enamoramiento (ese maravilloso estado de locura consentida y potenciada) que en el establecimiento de los verdaderos lazos que harán del amor, el motivo de una vida en común hasta la muerte.

Se ama mucho (o eso cree la gente) pero se ama mal.

Enemigos del amor.

La posesión. El “eres mía” o el “soy tuyo”, como expresión poética se puede quedar muy bien, pero como realidad no es recomendable. El sentimiento debe ser algo personal. Soy dueño del amor que siento, no de la persona a la que amo.

Los celos patológicos. Está muy relacionado con el punto anterior. Los celos parten de la inseguridad en uno mismo. No tener confianza en tu propia valía hace vivir como amenaza cualquier relación que la pareja tenga. Cualquiera puede ser mejor que yo y se puede ir con el otro. Se construye una prisión hecha con rejas de reproches y de violencia que terminan haciendo realidad los miedos.

La dependencia. Ya sea material o emocional. También entronca con los dos puntos anteriores, porque la dependencia puede estimular la posesión y los celos. Además, el que se siente dependiente, puede empezar a creer que recibe mucho más de lo que da, lo que crea un fondo de culpabilidad o estimar que se lo merece todo, por su cara bonita, y no sólo se hace más dependiente sino incluso más exigente.

Las expectativas. Cuando comenzamos una relación, el estado de enamoramiento nos hace ver cualidades en el otro que no son ciertas y también tendemos a ofrecer la mejor imagen de nosotros. El tiempo se encarga de las rebajas. Esto entra dentro de lo normal y no tiene más problemas, siempre que no haya mala fé o no se haya mentido descaradamente.

Pero muchas veces exigimos que el otro sea o actúe de una determinada forma para colmar nuestras aspiraciones. Nos enamoramos de una persona, tal y como es, pero la queremos cambiar para que sea nuestra pareja ideal, ya sea por las buenas, por las malas y, las más de las veces, manipulando. Suele terminar en desastre. Se pueden modificar algunas conductas, se puede crecer juntos, se pueden y se deben negociar normas básicas para vivir en pareja, pero no se puede cambiar al otro, es una absoluta falta de respeto que más tarde o temprano, termina matando el amor del “cambiador” porque no lo consigue y del “cambiado” porque no se siente respetado ni querido.

Cuando nos enamoramos de alguien, tenemos que decidir si esa persona “nos interesa” para compartir nuestra vida. Podemos intuir que no nos interesa, que nos va a hacer desgraciados, que no nos va a permitir crecer, pero se asume todo por amor y se inicia la relación. Esta decisión no es correcta ni incorrecta, es una decisión absolutamente personal. Se convertirá en equivocada si pretendemos cambiar al otro porque no estamos siendo consecuentes con nuestra elección ni respetuosos con la pareja. Si decidimos no continuar, a pesar del amor que sentimos, siempre podremos encontrar a otra que sea más “conveniente”.

La falsa generosidad. “Lo que se da no se quita” típica y certera frase infantil. Yo añadiría que tampoco se echa en cara. Lo que das no debe tener ninguna finalidad más allá que el placer de darlo. Dar en el amor, nunca debe ser un medio, sino un fin en sí mismo. Doy porque disfruto regalándote. A veces nos engañamos creyendo que estamos dando de forma generosa y, el tiempo, se encarga de demostrar que no era así. ¿Os suena el “con todo lo que yo he hecho por ti”?. Desde el mismo instante que se suelta esa frase, pienso que no se regaló sino que se invirtió.

Hay algunas mentes que son auténticas calculadoras en contabilizar lo dado y lo recibido. Pero lo dado y recibido es absolutamente subjetivo porque, estas mismas mentes, tienden a amplificar el haber y reducir el debe. Se termina convirtiendo el amor en una transacción financiera y en un “echar en cara” todo.

Lo que une a una pareja

No es el amor, aunque sea lo ideal y, en muchos casos, sea la chispa que enciende la llama, sino la posibilidad de un crecimiento y enriquecimiento mutuo. Es compartir y ayudarse. Es intentar cubrir las necesidades del otro, ya sean afectivas, sexuales o materiales. Supone ser yo y ser nosotros. Es respetar la independencia del otro y disfrutar de su compañía. Es estar juntos porque se desea y no porque se imponga. Una pareja que consiga esto, quizás lo pueda llamar amor, pero no sé si es la palabra adecuada, yo lo prefiero llamar compromiso (la acepción bella de compromiso). Y este compromiso se puede establecer con amor o sin él, no es una condición necesaria aunque sí deseable. Incluso cuando se hace con amor, las posibilidades de que la unión fracase son mayores, porque el contenido emocional es superior y puede haber más sufrimiento.

Mi relación la elegí con amor. Ha habido dolor, pero me merece la pena.

Lo que une a la pareja está sólo en la pareja, aunque algunas circunstancias externas puedan ayudar, como tener un “enemigo común” . Otro día hablaré de lo que desune.

Un buen día descubrí que nadie tenía que amarme ni quererme, que el amor estaba en mí y hacia mí. Que todo era tan simple como aceptarme tal y como era, con mis defectos y virtudes y aprender a ser honrado conmigo mismo y, que lo que valía para mí, valía también para mi relación con los demás.

Comencé a no juzgar, a no esperar nada de nadie, a no levantar expectativas sobre mí ni sobre los demás......y, en ese camino, descubrí una de las joyas más bonitas que esconde el amor y el compromiso: la generosidad, la verdadera generosidad, del dar y sobre todo, del saber recibir. No espero nada de la mujer a la que amo, pero disfruto enormemente de lo que recibo. Y cuando doy, lo hago sin esperar absolutamente nada. Para mí dar no es un medio, sino un fin en sí mismo, la justificación del dar se esconde en el placer que supone haberlo dado. No quiero hipotecas en el amor, ni dependencias, ni que se convierta en la ventanilla de un banco con un haber y un debe. Simplemente es el fluir de un río, sin fin, un río cuyas aguas no se estancan.

Otro día hablaré del amor. De mi amor.

Violencia doméstica

Llamar violencia machista a la muerte de cualquier mujer a manos de su ex-pareja no es exacto.

Por supuesto que hay casos, pero posiblemente no sean la mayoría. Las rupturas son muy complejas y dolorosas y, en muchas ocasiones, la violencia no es desatada por pensamientos machistas de superioridad sino por otros factores que nada tienen que ver con el sexismo, como los celos, la venganza, la pérdida de hijos, el alcohol, las drogas o la dependencia emocional. De hecho, en la violencia doméstica, también mueren hombres a manos de sus mujeres (16 en 2007), hombres a manos de sus parejas homosexuales (6 en 2007) y mujeres a manos de las suyas (3). Es prejuicioso y peligroso pensar que todas son por machismo.

Para acabar con esta lacra, hay que estudiar a fondo todas las causas de estas muertes y dejar de utilizar políticamente la muerte de mujeres para obtener ventajas y venganza en forma de leyes injustas y discriminatorias en contra de los hombres, cuyos resultados a la vista están: en vez de disminuir la violencia doméstica, la ha aumentado de manera preocupante.

Para atajar la violencia doméstica, que es mayoritaria pero no exclusiva de hombres, el camino a seguir, a mi juicio, es:

1. Conseguir una efectiva igualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres, siendo uno de los puntos más importantes (en el ámbito de la violencia) la custodia compartida de hijos en caso de separación. Algunos casos de violencia se desatan cuando los hombres, de pronto, lo pierden todo: casa, hijos, patrimonio, etc. No hay peor enemigo que el que no tiene nada que perder. Imaginaos lo que sucedería si en el 95 % de los divorcios, la custodia de los hijos se los dieran a los hombres y, algunos de ellos, los utilizaran en contra de la mujer.

2. La raíz de la violencia doméstica NO es el machismo, sino la violencia del hombre. Mueren 1200 personas asesinadas al año en España y la inmensa mayoría son hombres a manos de otros hombres. Gran parte de las muertes violentas a lo largo de la historia, han sido de hombres a manos de otros hombres.

3. En los países menos machistas del mundo, como Suecia, Finlandia o Noruega, las muertes por violencia doméstica son el triple que en España. O los finlandeses machistas son mucho más machistas que los españoles o el machismo no tiene tanto que ver en este tipo de violencia. Por el contrario, en los países islámicos, el número de muertes es claramente inferior a la de España.

4. En las relaciones entre hombres, la violencia física es un factor habitual y mucho más frecuente que la violencia del hombre contra la mujer. Por consiguiente, éste es el factor en que se debe actuar fundamentalmente: desterrar la violencia masculina en general. El discurso sobre la responsabilidad del machismo en la violencia doméstica lo único que consigue es una legislación injusta y vengativa que provoca más violencia (como se está viendo claramente en España).

5. En los celos patológicos (los celillos son hasta agradables) hay una base educacional importante, contra la que es posible luchar. El que es más celoso no es el que más ama (como nos hacen creer) sino el que más sentido tiene de la posesión y, para mí, poseer y amar son dos verbos que nunca se pueden conjugar juntos. La necesidad de posesión, no tiene nada que ver con el sexismo, de hecho, hay tantas mujeres celosas como hombres. Lo que sucede es que una mujer celosa es un coñazo y un hombre celoso es un peligro.

6. El alcohol y las drogas tienen un efecto muy importante sobre nuestra parte racional, que casi la borra, dejando salir toda la emotividad, tanto positiva como negativa. La agresividad surge más fácilmente, cuando el freno de la razón se ha quitado. No hay más que ver la cantidad de violencia que se genera en los fines de semana, casi siempre auspiciada por hombres bebidos o drogados. Pues esta violencia, no sólo se da en la calle sino que también se traslada al hogar. El fomento de un consumo responsable de alcohol, medidas específicas contra los maltratadores alcohólicos y la lucha contra la drogadicción (que requeriría muchas entradas, dada la complejidad del tema), son otras medidas a adoptar.

Sé que mi discurso no es políticamente correcto, pero es lo que pienso. Las feministas, en su lucha contra el machismo, han encontrado un filón en la mal llamada violencia de género o machista. Les conviene criminalizar el machismo y generalizar que es asesino, para que su lucha pueda ser más contundente. El machismo español (que es el que conozco) es injusto, indefendible y una lacra, pero no es asesino, sino posiblemente todo lo contrario: la mujer es más débil, hay que defenderla, pegar a una mujer es de cobardes, el que pega a una mujer ni es hombre ni es ná.

Cuando se quiere terminar con un problema, hay que atacar las verdaderas causas de ese problema porque, si se lucha contra las causas “que nos interesan”, pero no son las verdaderas, nunca se solucionará.

sábado, 15 de noviembre de 2008

Arte

Definir el arte es tan difícil como definir la vida. Posiblemente porque cada uno tiene su propio concepto.

Para mí el arte es cualquier obra humana que emocione a un espectador. Así pues, es realizado por un emisor y conceptualizado como tal por un receptor. Pongo especial énfasis en la emoción. Al ser meramente subjetivo, lo que para algunos es arte para otros puede ser un esperpento.

Las emociones que provoca, no tienen porqué ser positivas. Lo que sí es condicionante es que te haga sentir algo, ya sea éxtasis, paz, miedo, angustia. La indiferencia o la racionalización pura sin sentimientos ante una obra, le quitan cualquier posibilidad de ser artística para la persona que la contempla de esta manera. Por poner un ejemplo, “La crítica de la razón pura” de Kant, es una obra maestra del pensamiento pero, para mí, no es una obra de arte.

¿Cuando un autor puede convertir en arte su trabajo?.

Cuando le guía la emoción en lo que hace. Para poder transmitir un sentimiento, lo tienes que sentir. Por supuesto que puede ir acompañado de técnica, años de trabajo, aprendizaje y esfuerzo, pero lo único indispensable es la pasión que pone en lo que hace y la creación con cariño.

Ya ha aparecido otro concepto importante: creatividad. Un jarrón puede ser una obra de arte. Pero si el artista lo repite mil veces, el primero es arte y los demás artesanía, porque el proceso creativo sólo ha aparecido en el original.

Mirada prejuiciosa

Muchos artistas no han sido reconocidos en vida. Este hecho se explica por lo que llamo mirada prejuiciosa, que puede ser positiva o negativa. Van Gogh no tuvo éxito en vida porque la gente esperaba encontrar en un cuadro una determinada forma de pintar y, todo lo que no cumpliera unos cánones determinados, se despreciaba. Si te acercas a una obra con unos criterios preestablecidos de lo que debe ser, generalmente no te gustará el genio innovador, el que rompe los esquemas.

Demasiadas veces nos influenciamos más por la marca, el envoltorio, que por la esencia. Se hizo el experimento de poner a varios violinistas de una de las mejores sinfónicas del mundo a tocar en el metro de Nueva York. Pasaron miles de personas mientras ellos actuaban. Sólo se paró a escucharlos un niño……

En otra experiencia similar, llevaron botes de pintura a una guardería con niños de 3-4 años. Con sus manos, pies y lo que pillaban, esturrearon con gran jolgorio, toda la pintura que les llevaron. Enmarcaron el resultado y lo colgaron en una sala de exposiciones de gran renombre, junto a artistas consagrados. Era digno de ver como todo el que pasaba por allí, reconocía la enorme valía y profundidad del artista, la complejísima trama técnica y la profundidad del conocimiento de la vida del afamado pintor.

Son tres ejemplos de cómo nos dejamos influenciar por las circunstancias y prejuicios más que por la propia naturaleza de lo que contemplamos. Hay mucho listillo suelto que, a base de mucho marketing, es capaz de hacerse pasar por artista y vivir del cuento y, también, muchos “entendidos” en arte que los aúpan.

Críticos

Los hay de distintas especies:
El envidioso. Cuando se levanta por las mañanas, se pone las gafas de ver pajitas en el ojo ajeno. Lo que le falta de talento le sobra de lengua viperina. Odia lo que tiene calidad porque no puede soportar que otros tengan la genialidad que a él le falta.
El superentendido superintelectual: es diferente. Muy diferente al vulgo. Jamás le gusta lo que tenga éxito entre la mayoría: “es comercial” sentencia. Sólo exalta lo que no le gusta a nadie ni entiende ni Dios. Es un ser superior y está muy por encima del común de los mortales.
El de gusto exquisito: el que no está de acuerdo con él, lo desprecia, tiene muy mal gusto. ¿Dónde habrán encontrado estos seres humanos la vara de medir gustos?.
El generoso: sabe mucho del tema y lo comparte con los demás. Con sus conocimientos técnicos, no intenta influir sino enseñar para que los demás disfruten más de sus elecciones.

¿Todos somos artistas?

Creo que sí. No todos somos genios, pero hay un creador en cada persona aunque, desgraciadamente, muchos aún están por descubrir. Basta pensar que soy incapaz de crear algo bello para que se convierta en un dogma. Dejarse llevar por las sensaciones. Revelar ese niño artista que fuimos, que no tenía ningún sentido del ridículo para expresarse.

Asentar el amor en un pincel o la frustración en una hoja de papel. Enfrentarte a ti mismo, en la soledad, con la compañía de tus emociones a flor de piel y trasladarlas más allá de tu cuerpo, de tu mente, de tu espíritu, para exponerlos, con generosidad, a los demás. Esto te ofrezco. Es la mejor parte de mí. Es mi alma escrita con mis palabras o pintada con mis colores.

El arte en la vida

Ser un artista en la interacción con los demás, es una obra de arte suprema. Darse y, sobre todo, saber recibir, con ternura, con pasión, con generosidad, con una sonrisa, es el arte en su máxima expresión. No pasará a la historia. No lo necesita.

jueves, 13 de noviembre de 2008

La casa de la pradera


Siempre me ha gustado esta serie. Si, ya sé: ñoña, cursi, mala calidad. Pues es verdad. Y, a pesar de todo, me gusta. He llorado a moco tendido con ella, me ha despertado ternura, he disfrutado con las travesuras de Laura, me he alegrado con las desventuras de Nelly, me he sentido identificado con Charles, he disfrutado del atractivo de la Sra Ingalls (aunque os parezca increíble, a mí me gusta). Pero, sobre todo, representa el tipo de existencia con el que siempre he soñado.

Un ritmo de vida hecho por humanos y para humanos, sin prisas. Cada cosa requiere su tiempo y una va detrás de la otra. Ver crecer las cosechas, cuidar de los animales que nos cuidan, hacer la cuna para el nuevo bebé, construir con tus manos la casa en la que vas a habitar, edificar con tus sentimientos el hogar que va a dar calor a la familia, estrechar la relación con el resto de la comunidad, estar en comunión con la Naturaleza. Cubrir las necesidades gracias a un duro trabajo pero enriquecedor, no precisar de lujos ni consumos desaforados. La competitividad sustituida por la colaboración.

La educación que dieron a sus hijas se basaba en el respeto. No pretendían cambiarlas sino prepararlas para el futuro. La disciplina era la norma y el amor la regla.

Lo más curioso del caso, es que la serie está basada en la verdadera historia de Laura Ingalls Wilder. Describió en siete maravillosos e inolvidables libros, su infancia y su adolescencia. Aunque no os gustase la serie, os aseguro que los cuentos os dejarán asombrados y boquiabiertos. Destilan cariño y dureza por los cuatro costados. Me dejaron la piel bañada en sensibilidad.




miércoles, 12 de noviembre de 2008

Las apariencias no engañan

Estamos acostumbrados a mirar una situación o a una persona sólo desde un punto de vista: el nuestro. Pero la mirada personal, demasiadas veces, está corrompida por nuestras ideas, prejuicios, enseñanzas, doctrinas, experiencias vividas, sufrimientos pasados y todo nuestro historial de fracasos o éxitos. Solemos ver, no lo que hay, sino lo que sentimos o presentimos.

El siguiente paso es catalogar, etiquetar y, a veces incluso, juzgar y condenar según las pruebas que supuestamente se han puesto delante de nuestros ojos “contaminados”.

El último paso es comportarnos, en ese contexto o con esa persona, de acuerdo con las conclusiones que hemos obtenido. Unas veces será verbal y, en la mayoría de ocasiones, mediante gestos y actitudes que nos delatan y que suelen ser fácilmente detectables por el interesado.

Como estamos programados para reaccionar, el interfecto contraatacará al sentirse atacado y nos mostrará lo peor de sí mismo.

Resultado final: hemos acertado una vez más. No nos habíamos equivocado. Es exactamente como yo había sospechado. Las apariencias no engañan.

Mario Alonso Puig dice que lo que creemos se convierte en lo que creamos.

Siempre he defendido que me gusta la gente, desnuda de ideas. Pero para conseguirlo, el primero que se tiene que desnudar soy yo. Esto no significa que renunciemos a nuestros principios ni que dejemos de tener ideales. En absoluto. Nos sirven para conducirnos de la forma más decente posible por la vida. Pero los tenemos que aparcar cuando interactuamos con los demás para que nuestros ojos estén limpios y vean más allá de lo que el otro piensa para poder contemplar lo que el otro es. La mayoría de los enfrentamientos se producen entre maneras de ver las cosas y no entre las esencias de las personas.

Después de casi 49 años puedo decir que no odio ni guardo rencor a nadie. Hay personas que me gustan mucho y otras simplemente me gustan. Hay algunos, muy pocos, que me repelen y son precisamente aquellos de los que sólo conozco lo que piensan. Hasta George Bush podría llegar a caerme bien si lo tratara (aunque el esfuerzo que tendría que hacer sería terrible). ¿Porqué?. Porque critico y debato ideas e intento (aunque reconozco que no siempre lo consigo) separarlas de la persona. “Tus ideas no me gustan, pero tú sí”.

Hay gente que es muy negativa. Ensucian todo lo que ven y critican a todo y a todos. Han olvidado el color y se han sumido en el eterno negro. Esparcen la semilla de la desesperanza por doquier. Sólo disfrutan viendo hundirse al que está a su lado. Han hecho del rencor y el odio una manera de vivir. Esto es lo que vemos.

Ante alguien así tenemos varias posibilidades:

1. Reaccionar, con lo que conseguimos que se mantenga aún más en sus trece. Le hemos dado más razones para seguir viendo el mundo sucio.

2. Intentar convencerla de su error. No sé si es peor la primera opción o ésta. Cuando nos damos cuenta de que alguien nos quiere cambiar, nos rebelamos e incluso buscamos más argumentos que justifican nuestros actos.

3. Ignorarla. Es la opción más cómoda y la que todos solemos elegir. Pero si es nuestra madre, hermano o hijo es muy complicado.

4. Desnudarnos de nuestras ideas y contemplar al otro desde todas las perspectivas imaginables. Descubrir su auténtica naturaleza más allá de los hechos criticables. Sentarnos con ella, no tanto para oír lo que nos dice, sino para sentir lo que es. No interrogarle sobre por qué hace lo que hace. Mejor preguntarle, con el corazón en la mano, porqué se siente así, qué trajo una lágrima a sus ojos. Y cuando hable, quizás no la primera ni la décima vez, pero cuando lo haga, no atender con nuestras orejas sino escuchar con nuestras emociones. Cuando termine su relato, sobrarán las palabras. Una sonrisa y dos manos entrelazadas serán suficientes.

Las apariencias no engañan, sólo presentan una parte de la realidad. Para engañarnos ya nos tenemos a nosotros mismos.

martes, 11 de noviembre de 2008

El Rey Salmón

En un rinconcito del mar, a resguardo de los grandes océanos, existían unas aguas anaranjadas, llenas de coral rojo, peces de colores imposibles y luces mágicas de sabiduría. Era el pequeño Reino de los salmones. Un reino sin puertas ni fronteras porque preferían los puentes. Los habían para todos los gustos: puentes de música, viaductos de poesía, pasarelas de pintura o acueductos de solidaridad.

El arte y los conocimientos eran sus únicas leyes. Los ciudadanos sus legisladores. El Rey Salmón, su único súbdito. Sólo tenían prohibidos los prejuicios, pero sus cárceles nunca habían sido ocupadas.

Las disputas eran solucionadas por el Rey Salmón, que no era un verdadero rey como los conocemos en tierra, sino que era el rey de las ideas, el más sabio entre los sabios.

Todos los jueves se sentaba en el sillón de la biblioteca, flanqueado por tritones, no para defenderlo, si no para resaltar la belleza del momento. Entre libros se emitían los juicios. Pero nunca se encontró a nadie culpable. Sólo repartía responsabilidades y no condenas.

Dos delfines esperaban su veredicto. Un delfincito estaba en medio. Ambos defendían ser el padre de la criatura.

El rey Salmón sólo hizo una pregunta a ambos aspirantes a padre: ¿Cuánto os preocuparéis de vuestro hijo?.

El delfín gris, con lágrimas en los ojos (porque los peces también lloran, pero para que se noten usan lágrimas lilas) contestó: será para mí una preocupación perenne en mi vida. Me preocuparé de día y de noche por su bienestar.

El delfín azul respondió, sin lágrimas en los ojos. Me ocuparé de él y de sus necesidades, pero espero no tener que preocuparme nunca.

El rey Salmón, no dudó un instante en dar su veredicto.

domingo, 9 de noviembre de 2008

Perder el tiempo

¿Disponemos de tiempo o éste dispone de nosotros?
Una de las facetas que más stress nos provoca es la supuesta falta de tiempo. Vamos como pollos descabezados por la vida, corriendo a todos sitios, con caras cansadas y angustiadas. Tenemos muchas cosas que hacer y no podemos perder el tiempo. El tiempo es oro y, en ocasiones, se traduce en dinero.

Culpamos de esta situación a la sociedad, al ritmo de vida, a las circunstancias, a casi todos, menos a los verdaderos responsables: a nosotros mismos.

No sabemos gestionar el tiempo y, en vez de planificar, nos dedicamos a ir apagando fuegos por doquier. No actuamos sino que reaccionamos. No somos realistas con nuestras propias posibilidades y, sobre todo, no somos objetivos con nuestras propias necesidades.

Necesidades

El primer ejercicio que tenemos que hacer consiste en realizar una escala de valores honesta, que realmente refleje nuestras auténticas necesidades. Para ello recomiendo dividir las actividades en tres tipos: esenciales, importantes y banales.

Las esenciales son aquellas que son imprescindibles para la vida. Para éstas siempre hay tiempo: comer, dormir, higiene o amor (de pareja, hijos, etc.).

Las importantes no son indispensables para la existencia pero sí imprescindibles para ser feliz: trabajo (no un trabajo devorador de personas, sino uno que permita vivir con un mínimo de dignidad), salud (incluyendo aquí las acciones destinadas a la mejor conservación posible de la misma), relaciones con los demás y ocio.

Las banales son las demás. Cuando no hay tiempo, serán éstas las que se queden sin realizar.

Si no tenemos claras nuestras necesidades, serán los demás los que nos impongan las suyas.

Saber decir NO

Si conocemos nuestras prioridades, el siguiente paso es decir NO a lo que no nos importa. Es un ejercicio muy difícil por nuestro sentido tribal. No queremos perder la estima de nuestra tribu y demasiadas veces nos apuntamos a un bombardeo por aquello del “qué dirán”. Curiosamente, se admira más a los que saben decir NO que al que siempre dice SI, porque a quién más se respeta es al que se respeta a sí mismo. Hay un dicho que expresa muy bien esta idea: di sí 100 veces y el día que digas no serás un malvado. Di no100 veces y el día que digas sí, serás venerado. Eso no es óbice para echar una mano a un amigo en un momento delicado o a comprometernos en algo en lo que creemos, pero estas acciones las hacemos porque queremos y no por sentirnos obligados. Cuando nos sentimos “obligados” suele ser el momento de decir NO.

Algunos ejemplos para “no perder el tiempo” y conseguir un mejor nivel de vida
· Tener la casa super limpia genera una falsa sensación de bienestar, pero es una terrible trampa, porque nunca se termina, siempre hay algo que hacer. Es una obsesión y, cómo tal, se alimenta con autoengaños tipo “es que no puedo vivir a gusto con el desorden y la suciedad”. Mi madre siempre decía que lo más importante de su vida eran su marido y sus hijos, pero jamás jugué con ella….sólo tenía tiempo para la casa. Todo por los hijos…..pero sin los hijos. El perfeccionismo y la insatisfacción suelen ser compañeras inseparables.
· Gastar ingente cantidad de energía para ascender en el trabajo, acumular poder o riquezas. Recuerdo una entrevista a Emilio Botín, presidente y mayor accionista del Banco de Santander. Reconocía trabajar 20 horas al día, incluyendo sábados y domingos. El periodista le preguntaba qué era lo más importante de su vida. Respondía con rotundidad que su familia???.
· Ganar dinero extra mediante el pluriempleo o echando más horas para poseer varias televisiones, cientos de juguetes para los niños, vacaciones o un piso con 30 metros más o en una localización más apetecible. Cuánto más y mejor tenemos, necesitamos más y más recursos. Pero el consumismo no tiene fin. Siempre surge algo nuevo o mejor. Nos endeudamos y ya conseguimos la excusa perfecta para deslomarnos en el trabajo.
· Llamar necesidad a lo que sólo es comodidad. Tener un coche es una comodidad. Sin embargo, somos auténticos especialistas en convertir el lujo en necesidad. Trabajar a 40 Km de nuestra casa o matricular a nuestros hijos en un colegio a 50 Km de nuestro hogar es una elección que conlleva sus ventajas pero también inconvenientes y, uno de ellos, es que nos hacemos dependientes del automóvil….y del tiempo. Nos esclavizamos en demasiadas ocasiones por tener un mejor nivel de vida.

Algunos ejemplos para “perder el tiempo” y conseguir una mejor calidad de vida

Jugar un partido de Ping pong con tus hijos, salir a tomar una cerveza con la familia o los amigos, sentarse en un sofá para desconectar, meditar, reflexionar, tomarse 30 minutos de respiro en mitad de una faena dura, perderse en la Sierra, contemplar las llamas de una chimenea, no son formas de utilizar el tiempo de forma productiva desde el punto de vista material.

No conseguimos un mejor equipo informático ni un coche mejor, pero nos hace más felices.

Hagamos un buen balance entre nivel y calidad de vida. Si valoramos más el contacto con los nuestros que la calidad o cantidad de televisores a comprar, GASTEMOS más horas en ello.

Seamos dueños de nuestro propio tiempo, que es lo mismo que decir de nuestra propia vida.

sábado, 8 de noviembre de 2008

Orígenes del sexismo y machismo

Aunque no es políticamente correcto, cuando se quiere buscar el origen de las conductas humanas, una referencia necesaria reside en nuestro ser más primitivo, en el animal que somos. Y nuestro animal está condicionado por dos variables, la genética y el entorno. Se podría añadir una tercera, que es la inteligencia, pero pienso que ésta, en buena medida, es fruto de la interrelación entre las dos anteriores.

Para algunos existe un determinismo genético que puede explicar por sí mismo los comportamientos. Para otros, la educación recibida es el único factor a considerar.

No estoy de acuerdo con ninguna de las dos posturas.

Los genes no determinan, sólo predisponen. Por poner un ejemplo ilustrativo, una persona puede tener unos genes que predispongan a tener una cierta altura. Sin embargo, la dieta recibida, el ejercicio que se haga o la existencia de determinadas enfermedades en la infancia, puede hacer que alguien que podría medir 1,90 se quede en 1,50 o viceversa. Esto es válido para cualquier característica física o intelectual.

La educación o la interactividad con el entorno tampoco se pueden considerar como los únicos responsables de ser como somos. Es evidente que nacemos con distintas capacidades que podemos mejorar o no desarrollar, pero el que nace con un nivel intelectual bajo nunca va a ser un Einstein.

Se tiene la tendencia, perfectamente comprensible, a ignorar los genes cuando se habla de actitud ante la vida. Se debe, en primer lugar, al peligro de achacar a los genes muchos errores cometidos. “No tengo la culpa de mis actos, han sido guiados por mi propia naturaleza que no se puede dominar porque está en mi genes”. Despenalizar faltas, reemplazar las responsabilidades ante la inevitabilidad de nuestra composición cromosómica es un argumento falaz porque, como he puesto de manifiesto, la genética no es determinante. Pero que no sea determinante no significa que no sea importante para conocernos mejor y poder explicar de manera más adecuada muchos acontecimientos. Sólo con el conocimiento podemos ser más libres y dar mejor respuesta a los problemas que se van planteando.

En segundo lugar, el hecho de que los genes no los podemos cambiar y la educación sí, pone un mayor énfasis en ésta como motor de cambio. Esto es correcto pero, si obviamos la herencia, ese cambio estará viciado ante el desconocimiento de nuestras esencias originales.

Importancia de la genética en el origen del machismo y sexismo

El hombre es, en general, más fuerte, más rápido y más agresivo que las mujeres. Estas diferencias radican en los genes. Estas cualidades puramente físicas contribuyeron a que, en el reparto de tareas en las sociedades primitivas, el hombre se dedicara a cazar o buscar alimentos en el exterior, al tener mayores probabilidades de éxito que las hembras. Estas en cambio, tenían una mayor capacidad de organización, estabilidad y cohesión de la tribu, además de ser las encargadas de parir. Aunque no creo en la existencia de un instinto maternal (un instinto, por definición, se tiene que dar en toda la población y no sólo en una parte) sí que existe en la mujer un mayor impulso maternal que en el hombre (con todas las excepciones que se quieran). Con este reparto de tareas se fue aposentando un reparto de roles, que sirvieron en su momento para la supervivencia de la especie.

Pero no hace falta ir a la prehistoria para buscar las causas del machismo. Basta pasarse por una guardería y observar a los niños pequeños. Los varones, se dan cuenta que son más fuertes y veloces que las niñas y, este hecho, puede ser el primer paso para iniciar lo que define la RAE como machismo: actitud de prepotencia de los varones respecto de las mujeres. Si no se corrige adecuadamente, tanto en la guardería como en la familia o en la sociedad en general, obtendremos como premio al machito de turno en el futuro. Afortunadamente, es una especie en vías de extinción porque en este machismo, las mujeres sí están de acuerdo en condenarlo casi unánimemente. Cada vez están más aislados socialmente este tipo de individuos, aunque desgraciadamente, todavía seguiremos siendo testigos de sus brutalidades. Mucho más preocupante que el machismo es el sexismo porque, éste, si está ampliamente enraizado en nuestra sociedad.

Los hombres y las mujeres somos diferentes, no sólo físicamente. Estas diferencias, de nuevo, vienen facilitadas por los genes pero enormemente matizadas por la educación. Estas diferencias han sido instrumentalizadas, no para un mejor conocimiento mutuo y propio, sino para la creación de ROLES DE OBLIGADO CUMPLIMIENTO. Se han simplificado las esencias hasta el punto de crear características exclusivas de sexo: la sensibilidad es una característica femenina y sólo femenina. La agresividad es masculina y sólo masculina.

Pues no, la mayor o menor agresividad es una característica que se puede dar en cualquier persona, sea del sexo que sea y la sensibilidad igual. No existe exclusividad, aunque se pueda dar en distintos porcentajes en cada sexo.

La diferencia puede ser fuente de riqueza o de disputa, depende de cómo la utilicemos. Hasta ahora, el hecho diferencial entre sexos ha servido para manipular a unos y otras, para construir una sociedad basada en los prejuicios y no en las individualidades personales. Y esa sociedad sexista no la han construido sólo los hombres, sino también muchas mujeres que se sienten más cómodas con el rol femenino asignado y, no se conforman con vivirlo, sino que también lo intentan imponer al resto de mujeres.

Hay feministas que intentan transmitir la imagen del macho dominador y la hembra víctima. Parecen más interesadas en erradicar el machismo (que es casi exclusivo de hombres) que el sexismo (en donde la responsabilidad se reparte, aunque no en igual proporción, entre hombres y mujeres), siendo éste último, como ya he explicado, mucho más extendido y desestabilizador.
En el sexismo las víctimas y los verdugos son hombres y mujeres.

El enfoque anti-sexista me parece más positivo y veraz que el enfoque feminista anti-machista. En el primero, todos somos responsables de cambiarlo porque todos somos víctimas. En el segundo se tiende a hacer responsables a las mujeres de implicarse en el cambio mientras que los hombres se limitan a transigir/conceder.

jueves, 6 de noviembre de 2008

No al sexismo

Cuando existe un grupo oprimido frente a otro opresor, la inmensa mayoría de los tiranizados están unidos frente al tirano (salvo el hijoputa vendido, que siempre lo hay). Sin embargo, siempre me ha llamado la atención que, en el mal llamado machismo, un porcentaje muy alto de las supuestas tiranizadas sean a la vez las opresoras y perpetuadoras de su opresión. Esto no me cuadra. No es lo “normal”, o lo que debería ser. Por eso creo que el machismo existe, pero a muy pequeña escala y, contra ese machismo verdadero sí están unidas casi todas las mujeres. En realidad, y es lo que voy a intentar exponer, lo que está muy extendido no es machismo sino sexismo y esa es la razón por la que tanto hombres como mujeres actúan de opresores y a la vez oprimidos.

La primera dificultad que se nos presenta es la definición de machismo. Según la RAE, machismo es la actitud de prepotencia de los varones respecto de las mujeres. Este es el auténtico concepto de machismo contra el que toda mujer se opone. Pero si añadimos que el machismo es la creencia de la superioridad del hombre sobre la mujer, esto es falso. El o la machista cree que el hombre es mejor en ciertos aspectos y otorga a la hembra la supremacía en otros.

La clave de la cuestión no radica en la superioridad sino en la creación de un rol masculino y otro femenino. No se trata tanto de sojuzgar a la mujer (que lo consigue) sino de repartir papeles que cada uno de los sexos debe de cumplir. El macho tiene que salir a buscar las lentejas, no dejarse llevar por los sentimientos, ser firme, no llorar y, en última instancia, ser el héroe que defiende físicamente a los más desvalidos, osea, niños, mujeres y ancianos. La mujer es la dueña de la casa, la que cuida a los demás, el descanso y la madre de los hijos del guerrero (y sólo del guerrero).

En este reparto de tareas es donde radica la gran injusticia……para ambos sexos. Toda imposición desde arriba, o desde la costumbre, es un atentado contra la libertad del individuo. Se imponen prejuicios tanto a hombres como a mujeres. Si eres chico, tienes que comportarte y ser de esta manera y si eres chica de esta otra. Por consiguiente, yo prefiero hablar de sexismo. Si hablamos sólo de machismo, se puede suponer que los hombres tenemos las ventajas y las mujeres las desventajas, por lo que para conseguir la igualdad, deberían ser las mujeres las que lucharan principalmente para equipararse. Si hablamos de sexismo, debemos luchar todos para terminar con los papeles prejuiciosos asignados a cada grupo. No se trata pues de la liberación de la mujer…..se trata de la liberación de hombres y mujeres de un yugo que nos esclaviza a todos.

Esto no es óbice para reconocer que, en el reparto de tareas, el hombre ha salido ganando. O mejor dicho, le ha tocado un papel menos malo.

Yo quiero ser un hombre que disfruta a tope con sus hijos, que llora cuando tiene necesidad sin ocultarse ni avergonzarse, que no es ni quiere ser un héroe ante su mujer e hijos, que si la mujer a la que amo está conmigo, que sea por amor y no por dependencia económica ni emocional, que cada pareja decida libremente como va a repartir las responsabilidades, sin imposiciones de ningún tipo. Si los dos trabajan fuera, los dos trabajan en casa. Que uno prefiere libremente dedicarse sólo a la casa (sea hombre o mujer) que lo haga pero que sea apoyado por el otro. Los hijos, sea cual sea el reparto de tareas, son de ambos y los dos tienen que ir a por todas, pero no como una obligación, SINO COMO UN DERECHO. Cuantos hombres a lo largo de la historia se han perdido el maravilloso mundo de la educación y crianza de los niños. Cambiar pañales, bañarlos, vestirlos, darles masajes con aceite, levantarse por las noches para darles el biberón, acurrucarlos, besarlos y abrazarlos cada noche…y cada tarde…y cada mañana…y cada instante.

Yo lo he vivido todo esto y os aseguro que lo he disfrutado (vale, alguna vez lo he sufrido, lo reconozco). Sólo con esa cercanía tan íntima, en lo bueno y en lo malo, se descubre el verdadero significado de la palabra paternidad. Tenemos que reivindicar esta extraordinaria palabra, PATERNIDAD.

No quiero que, por haber nacido con un pito colgando, se me asignen las labores “propias” de los que tienen pito colgando. Quiero y reivindico ser libre para tomar mis propias decisiones basadas sólo en mi razonamiento y mis emociones, no en los prejuicios de los que me han precedido. Y lo que quiero para mí, lo quiero para todos, hombres y mujeres.

NO AL SEXISMO.