Nada ni nadie puede esclavizarnos excepto el miedo.
La esclavitud no depende de ningún factor externo, ni siquiera en las peores condiciones imaginables. Pueden intentar conseguirlo y, de hecho, muy a menudo lo consiguen, pero siempre tienen que contar con un factor esencial para obtener nuestra sumisión: nuestro propio miedo.
No se puede esclavizar al que no tiene nada que perder. El que quiera tener poder sobre nosotros nos tiene que convencer de que podemos perder aquello que más queremos. Tener seres queridos nos vuelve vulnerables. Los de arriba ven con muy buenos ojos la formación de familias, tener hijos, posesiones, dependencias. Lo mejor de nuestras vidas puede ser el factor fundamental que nos lleve al sometimiento, a través del miedo a la pérdida.
El amor es el lazo que más ata, por eso, los luchadores por la libertad siempre perderán y los psicópatas siempre vencerán. Podemos aspirar a una sociedad más decente, en la que el amor se pueda desarrollar con las menos injusticias posibles, pero siempre aparecerá el mandatario que nos recuerde que tenemos mucho que perder.