No son las películas con más calidad que he visto. Ni siquiera se acercan a la perfección técnica. Pero estas tres películas que apunto llegaron a mi alma.
“La vida es bella”, “Más allá del Missouri” y “Forrest Gump”.
Las tres son los mejores ejemplos de lo que, para mí, es el amor.
La primera, el amor de un marido y padre generoso, realmente generoso, que no espera nada del otro, que no exige, que acepta y respeta. Que en el infierno arriesga su vida para desear los buenos días a su princesa. Que es capaz de ocultar a su hijo la podredumbre detrás de una sonrisa.
“Más allá del Missouri”, representa el amor y respeto por la naturaleza, la mujer y el hijo.
“Forrest Gump” ama sin trabas, sin condiciones. Primero a la madre, después a su Jenny, luego a sus amigos Buba y Teniente Damm y, por último, a su hijo.
No me imagino a ninguno de los personajes de estas películas decir en el futuro: “con todo lo que he hecho por ti…”.
lunes, 19 de septiembre de 2011
sábado, 17 de septiembre de 2011
¿Por qué mandan los mercados si nadie les ha votado?
Es cierto, nadie les ha votado pero, al menos en lo económico, ellos mandan.
Me encantaría una nueva economía que primara más al individuo que al capital. Que el bienestar, no entendido como hasta ahora en el consumo desaforado, sino en el enriquecimiento cultural y relacional en un contexto de respeto a la naturaleza, sea la auténtica guía en las agendas políticas y empresariales.
Pero para ello tenemos que conquistar nuevos espacios de libertad. Y no me refiero a la libertad que pueda proporcionar una determinada forma de organización social, que doy por imprescindible, sino una nueva manera de afrontar nuestra responsabilidad en la búsqueda del mayor espacio posible para ser lo más libres que podamos como individuos.
Pero esta libertad individual tiene un precio. No hay nada más caro que ser libre. ¡¡¡Es tan fácil y cómodo ser dependiente¡¡¡. Que los demás innoven, que los demás arriesguen, que los demás sean los que crean los puestos de trabajo, que los demás me protejan, que los demás se mojen en las arenas políticas, que los demás sean los presidentes de nuestras comunidades de vecinos, que los demás trabajen como fieras para llegar a la excelencia y así conseguir los puestos más altos, que los demás se preparen de manera brillante y no con simples aprobados, que los demás sean los que están informados, que los demás sean los intelectuales, que los demás sean los que piensen, que los demás sean los que cambien cuando las cosas no van bien.
Y si los demás no hacen sus deberes bien o a nuestro gusto, limitarnos a gritar y patalear. Quejándome consigo un mínimo espacio de libertad: la libertad del dependiente….el quejío. Nada más. Y después de gritar vuelvo a casa tan dependiente como antes. La queja es la consigna del dependiente. La acción es la llave del libre.
La libertad es muy cara. Consiste en dejar de lado la dependencia: “lo que los demás pueden hacer por mí” y empezar a obrar con nuestra libertad: “lo que puedo hacer por mí y por los demás”.
Mientras haya miles de personas libres en un país y millones de dependientes, las acciones de ese país las marcarán los miles y no los millones. Y si esos miles piensan que el mercado es lo mejor para sus intereses, pues serán los mercados los que gobiernan sobre millones.
Para conquistar la libertad tenemos que hacer básicamente tres cosas:
1. Encontrar nuestros miedos, buceando en nosotros mismos, sin vértigo y con honestidad. Pocas cosas limitan tanto nuestras acciones como el miedo consciente o, mucho más importante, el inconsciente.
2. Actuar más con nuestras emociones controladas y nuestro pensamiento, aparcando los miedos localizados.
3. Aprender a decir no. Decimos sí a demasiadas cosas que nos atan y que terminan apoderándose de nuestro tiempo.
Me encantaría una nueva economía que primara más al individuo que al capital. Que el bienestar, no entendido como hasta ahora en el consumo desaforado, sino en el enriquecimiento cultural y relacional en un contexto de respeto a la naturaleza, sea la auténtica guía en las agendas políticas y empresariales.
Pero para ello tenemos que conquistar nuevos espacios de libertad. Y no me refiero a la libertad que pueda proporcionar una determinada forma de organización social, que doy por imprescindible, sino una nueva manera de afrontar nuestra responsabilidad en la búsqueda del mayor espacio posible para ser lo más libres que podamos como individuos.
Pero esta libertad individual tiene un precio. No hay nada más caro que ser libre. ¡¡¡Es tan fácil y cómodo ser dependiente¡¡¡. Que los demás innoven, que los demás arriesguen, que los demás sean los que crean los puestos de trabajo, que los demás me protejan, que los demás se mojen en las arenas políticas, que los demás sean los presidentes de nuestras comunidades de vecinos, que los demás trabajen como fieras para llegar a la excelencia y así conseguir los puestos más altos, que los demás se preparen de manera brillante y no con simples aprobados, que los demás sean los que están informados, que los demás sean los intelectuales, que los demás sean los que piensen, que los demás sean los que cambien cuando las cosas no van bien.
Y si los demás no hacen sus deberes bien o a nuestro gusto, limitarnos a gritar y patalear. Quejándome consigo un mínimo espacio de libertad: la libertad del dependiente….el quejío. Nada más. Y después de gritar vuelvo a casa tan dependiente como antes. La queja es la consigna del dependiente. La acción es la llave del libre.
La libertad es muy cara. Consiste en dejar de lado la dependencia: “lo que los demás pueden hacer por mí” y empezar a obrar con nuestra libertad: “lo que puedo hacer por mí y por los demás”.
Mientras haya miles de personas libres en un país y millones de dependientes, las acciones de ese país las marcarán los miles y no los millones. Y si esos miles piensan que el mercado es lo mejor para sus intereses, pues serán los mercados los que gobiernan sobre millones.
Para conquistar la libertad tenemos que hacer básicamente tres cosas:
1. Encontrar nuestros miedos, buceando en nosotros mismos, sin vértigo y con honestidad. Pocas cosas limitan tanto nuestras acciones como el miedo consciente o, mucho más importante, el inconsciente.
2. Actuar más con nuestras emociones controladas y nuestro pensamiento, aparcando los miedos localizados.
3. Aprender a decir no. Decimos sí a demasiadas cosas que nos atan y que terminan apoderándose de nuestro tiempo.
viernes, 16 de septiembre de 2011
Ejercicio y salud
No hay dudas. Son cientos de excelentes artículos científicos los que proclaman que el ejercicio físico es un pilar básico para mantener la salud.
Os propongo que respondáis a una sencilla pregunta:
¿Qué preferís: ir muchas veces al gimnasio o al médico?.
No es una tontería, está totalmente demostrado. Los que van mucho al gimnasio casi nunca necesitan ir al médico y viceversa.
Tras responder a esta sencilla pregunta, actúa en consecuencia: usa la tarjeta de entrada al gimnasio o prepárate a usar con frecuencia la tarjeta de la Seguridad Social.
Os propongo que respondáis a una sencilla pregunta:
¿Qué preferís: ir muchas veces al gimnasio o al médico?.
No es una tontería, está totalmente demostrado. Los que van mucho al gimnasio casi nunca necesitan ir al médico y viceversa.
Tras responder a esta sencilla pregunta, actúa en consecuencia: usa la tarjeta de entrada al gimnasio o prepárate a usar con frecuencia la tarjeta de la Seguridad Social.
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