miércoles, 5 de mayo de 2010

Los pepinos amargos de Marco Aurelio

Cuando se come un pepino amargo, tenemos dos opciones:

1. Quitar lo que es adorno e interpretación y ver la desnudez del hecho: es un pepino amargo, sólo un pepino amargo. Muy bien, recházalo y punto. No te lo comas.

2. Ante el sabor amargo del pepino decidimos juzgarlo. Iniciamos un discurso teñido de pasiones: ¿cómo es posible que haya llegado a mi mesa?. ¿Cómo han podido venderlo?. ¿No debería estar prohibido vender pepinos amargos?.

Una persona que juzga continuamente su experiencia en términos de valor es alguien que busca elementos del mundo que le permitan manifestar su profundo disgusto, tan torpe que no sabe evitar los pepinos amargos, tan pesada que no sabe sino hablar de los dichosos pepinos amargos.

Este pensamiento de Marco Aurelio lo he intentado vivir a lo largo de mi vida (con resultados dispares, todo hay que decirlo).

Demasiadas veces sufrimos, no por lo que nos pasa, sino por como interpretamos lo que nos pasa.

Demasiadas veces rechazamos a otros, no por lo que son ni por sus actos, sino por lo que interpretamos de su persona y actos.

Si interpretamos el mundo, lo desconocemos.

Mirar a los demás desnudos de nuestras interpretaciones, desnudos de ideas. Mirar al mundo como es, abriendo nuestros sentidos a todas las sensaciones sin pasarlas por el filtro de nuestros juicios de valor nos acercará a la realidad, a la felicidad.

15 comentarios:

Kaken dijo...

Muy interesante, Juan, pero no siempre es así.
Siempre he intentado acercarme a la realidad con la mayor objetividad posible, ya que para mí es un ejercicio de honestidad ineludible y, a la postre, un beneficio en cuanto a lo que concibo como una mente sana.

Me quedo con la búsqueda del desaprendizaje y de la objetividad, pero también con que eso a veces no va a funcionar.
Un bes.

Juan dijo...

La cita de Marco Aurelio está muy resumida Kaken y mi resumen posterior aún más.

Es una manera de acercarse a las cosas desde la lógica, la razón. Es otra forma de mirar las emociones. Marco Aurelio las detestaba....porque las tenía y trabajaba a diario para no ser engañado por ellas. Pero a la postre, lo que conseguía era dominarlas, controlarlas.

La objetividad es un ejercicio tremendamente difícil de conseguir. Supone el enterramiento de muchos juicios y discursos previos para sólo sentir o razonar lo que hay. La desnudez de los hechos y las cosas que nos rodean.

Pero el amor, ¿es objetivo?. Los instintos ¿son objetivos?. La belleza ¿es objetiva?.

Lenka dijo...

Difícil, sin duda. Lo que aprendí de las autopsias es que hay que tomarse tiempo y tiendo para con los sentimientos. Porque todo lo que sale del sentir puede ser (puede) irreal, fantaseado, adornado, incluso completamente falso. Conste que me refiero, por ejemplo, a lo que sentimos por las personas. Porque yo no me enamoraba de las personas, sino de lo que me hacían sentir. Y resulta que, para más narices, la mitad de lo que sentía era cosecha propia. Ilusiones, atribuciones que le hacía a esa persona. O sea, que yo amaba más lo que imaginaba de alguien que a ese alguien. Luego, cuando ambas imágenes no encajaban, horror y tragedia.

Y claro, era cosa mía. Ergo era yo la que tenía que cambiar el filtro, el modo de pensar y de actuar. No quiero decir con esto que los sentimientos sean una engañifa o que no se les deba hacer caso. No, sólo digo que es mejor no perder la realidad de vista, ser honesto con uno mismo, no autoengañarse y no olvidar meter un poco de lógica en todo eso del sentir. Porque sentir es hermoso y cuando sentimos es una realidad indiscutible para nosotros, claro. Pero eso tampoco lo justifica todo, ni mucho menos nos garantiza nada.

Conste que esta lección es para mí. Ese era mi pepino amargo personal. Pero seguro que los hay a cientos!

Juan dijo...

El amor no es nunca objetivo Lenka. Lo que sí tenemos que hacer es un examen de todo lo que rodea a nuestro amor. Hay que hacer un acto de realismo para saber a qué amamos exactamente, si a la otra persona o a la imagen que nos hemos hecho de esa persona con todo lo que de expectativas trae consigo. Y no es nada fácil porque hay tal tormenta sentimental en esos momentos, que imponer un poco de objetividad en un mar de deseos y de emociones es de matrícula de honor.

En mi caso concreto siempre he intentado (que no siempre conseguido) no esperar nada del otro. He intentado aprender a recibir al otro tal y como es y con todo lo que me da. Sin pedir nada. En el momento en que exiges al otro lo que quieres, ya se tergiversa el amor, porque no te da lo que él es, sino lo que tu quieres que sea. Sin embargo cuando no exiges sino sólo recibes, lo conoces tal y como es y tu puedes decidir si te interesa o no.

Jajajaja, que lío, no sé si me he explicado.

Lenka dijo...

De maravilla. Pero fíjate, en mi caso la única exigencia (y ni siquiera la verbalizaba jamás, pa más narices) era que el otro me amara. El resto, las "fabulaciones" las hacía solita. Vamos, que les colocaba atributos maravillosos, aquellos que a mí me parecían maravillosos. Fueran reales o no. Si eran reales, los idealizaba hasta el extremo (como si, qué sé yo, cantar bien te diera puntos pa ser buena pareja, por ejemplo!!!) y si no lo eran me servían para maquillar. No, no es infantil, es que está falto de cariño. (PUAJ! Ahora lo pienso y echaría la pota. Qué vergüenza, qué patética!!!!)

O sea, que en mi caso no era tanto un: "tiene que ser así y asá, y darme esto, y lo otro". No, en mi caso era: "ES así y asá!!!! Qué suerte! Qué bien he elegido!!!" (Pero chata, que NO es así, es to lo contrario!) "Lalalalala... habla, cucurucho, que no te escuchoooooo!" Y exigir no exigía nada. Lo cual también puede ser malo. No, me adaptaba a lo que fuera, bueno o malo, me hiciera feliz o no. Y, aunque tampoco lo verbalizaba, más que exigir suplicaba. Que me quisieran y ya está. Como fuera. Penoso, patético, lamentable, vergonzoso... no hay calificativos suficientes!!!!

Muy dura de puertas afuera, independiente, a mi aire, pasota incluso. Y orgullosa. No pido nada, no quiero nada, no necesito nada. Pero luego venga dar, detalles pacá, detalles pallá, parando el mundo si al otro se le rompía una uña, quietos todos, la Lenka al rescate. Consentidora, mimadora de tíos. Un caso, lo mío. Ya digo, muy patético. Y luego, cuando me mandaban al cuerno, una sonrisa, un "aquí no ha pasado nada", irse más chula que un ocho con la cabeza alta y la pechá de llanto cuando nadie miraba. Es que lo pienso ahora y me daría de tortas!!!! XD

Lo bueno es que aprendí. Porque resulta que hay gente que no sabe dar, pero hay otra que no sabe pedir, que sufre en silencio como las jodías hemorroides. Gente que da y da sin control ninguno, y espera que le quieran por eso. No ya otras compensaciones (porque es como si creyeras no merecerlas, encima!) pero sí deseando (sin decirlo) que te quieran una jartá. Es una actitud muy mendiga. Es chungo de explicar, porque no es que luego montes el pollo ni les pases la factura, pero te sientes estafada de algún modo, aun sabiendo que la culpa es tuya, por lela. Por basar una historia en lo que soñabas y no en la realidad. Supongo que es otro modo de egoísmo, no sé. Quizá no del tipo exigente, pero sí del tipo piltrafilla humana, jajaja! Del tipo: "dame aaaaarrrrgo, lo que seaaaaaaaaa!!" Y da igual que no lo verbalices, es que se te ve el plumero, supongo. Se te ve que eres mema y claro... ancha es Castilla.

Menos mal que de todo se aprende!

Juan dijo...

Transformabas la realidad para que se adaptara a tus deseos o necesidades. No escogías tú, sino que escogían tus deseos y te adaptabas al otro. No lo recibías. Lo creabas y dejabas de lado el realismo viviendo una farsa a la que te resistías a terminar y por eso consentías, una y otra vez.

Por otro lado saber recibir nada tiene que ver con consentir ni con conformarse. Consiste en no esperar nada del otro. Una vez que recibes debes saber elegir lo que te interesa. Si continuas o no una relación en base a lo que has recibido.

Más que pedir o exigir yo creo mucho más en la información. Darte a conocer a tu pareja, que sepa lo que necesitas.

¿A qué atribuyes tú lo que te pasaba?. Porque mientras no comprendas lo que te sucedía puedes estar en peligro de repetirlo en el futuro.

Lenka dijo...

Yo lo llamo Síndrome de la Vampira Famélica. Una persona (mujer en este caso) que necesita (o eso cree) que la amen y la acepten desesperadamente, como sea, quien sea. No le importa tanto la persona (ojo, tampoco es que sea una indiscriminad sin criterio! Depende del grado de vampirismo, jejeje) sino el sentimiento en sí (ya sea basado en algo real o en pura fantasía). Con que el candidato cumpla unos mínimos, suficiente. El resto lo inventa la vampira para justificar su necesidad.

La vampira famélica necesita que la amen y la acepten porque, seguramente, ella no se ama ni se acepta como debiera. Puede ser que tenga la autoestima muy baja o que, aun creyéndose suficientemente estupenda, se empeñe en creer que no merece ser amada, bien porque tiene algún defecto que magnifica mucho (y cree que la "estropea" entera), bien porque sea supersticiosa o maniática y crea tener mala suerte, un destino cabroncete o a saber qué bobería de esas.

Por otro lado, se niega a verbalizar sus emociones por miedo a que estos espanten, desagraden, causen mofa y espanten al amado. Generalmente porque ella se haya construido una imagen de fortaleza extrema (no necesito nada!) a raíz de algún "fracaso" anterior o alguna experiencia que le hizo daño y no supo manejar de otro modo. Así es como enlazamos con el Síndrome del Erizo de Trapo (parece fiero, pero no lo es tanto)

Y todo esto tiene como origen, en mi caso, el Síndrome de La Hija de Ulises (hasta un libro pienso escribir con ese título, juas). Creo que lo que más me marcó en mi manera de gestionar mis relaciones con los hombres fue la ausencia paterna, primero por el curro de mi viejo (tan ingrato) y luego por el divorcio de mis padres (bastante traumático) y sus múltiples desencuentros posteriores (más traumático si cabe!) No te molestes en pedirle al primer hombre de tu vida (tu padre) que se quede siempre contigo, porque, para empezar, no puede (está en el mar) y, para seguir, quizá no quiere (porque es un señor que confiesa que la paternidad le queda grande y le agobia, y aunque eso puedes entenderlo de otro modo a los 30 años te garantizo que a los 9 sólo te hace preguntarte qué has hecho mal para que no te quieran)

Es decir, taras y síndromes arrastrados y maneras poco sanas de relacionarse aprendidas desde la infancia. Aclaro: no culpo a NADIE de NADA. Así es la vida y así es mi historia, y a mí me corresponde encajarla lo mejor que pueda. Es decir, esto es un análisis que me hago, no un "tirar balones fuera". Esos fueron los hechos y creo que esas fueron mis reacciones ante ellos. Podían haber sido otras muy distintas, pero me temo que fueron esas.

Así que sólo quedaba investigarlo y cambiar de modus operandi. El pasado no podía cambiarlo, pero eso sí. Y eso hice. Por eso creo (y espero) que no volveré a caer en los mismos errores ahora que los tengo clasificaditos y hasta con nombre!

XD

Espero haberte contestado, Juan! (Y todo esto sin terapia!!! Momento autoestima estupenda: si es que soy una crack, coñe!)

Juan dijo...

Honradez y sinceridad extrema. Sincera y honesta contigo misma, que es lo más difícil. Un análisis perfecto y totalmente creíble y razonable.

No, no has echado ningún balón fuera. No culpas a nadie de nada. Sólo lo has pensado, de forma realista, no para quejarte del mundo sino para conocerte y comprender.

No es fácil el ejercicio que has hecho. Supone un grado de madurez y de honradez enorme.

Tu trasto es la prueba de que lo has superado. Ya no necesitas que te amen. Ahora, te aman.

Lenka dijo...

Jajajaja, sí, ahora me aman y lo veo así sin necesidad de imaginarlo. Y amo a mi vez, y me siento tranquila con esa realidad. La disfruto enormemente y no me amargo la vida con dudas, ni desvelando supuestas señales que me demuestren si es cierto o no, no vivo a la defensiva esperando la prueba de que todo se desmorona, ni me siento obligada a ganarme el amor cada minuto haciendo cosas (lo cuido y lo peleo, claro, pero de manera "normal"), no me siento angustiada ni en tensión. Simplemente lo vivo y asumo que es maravilloso, que puede durar o no, salir bien o no, que depende en parte de cosas controlables y en parte de cosas que yo no puedo controlar (porque a veces, sencillamente, las historias se van apagando y no hay culpas ni razones medibles) y que venga lo que venga lo encajaré como mejor pueda. Me tranquiliza sentir y pensar que ni estoy esperando el desastre inevitable del karma ni he puesto tooooooda mi vida en esto confiando en que no hay nada más. No sé, me veo en un término medio bastante razonable, la verdad. Amo mucho y muy sinceramente a la persona que está a mi lado, pero también a mí, que estaré a mi lado (fijo!) hasta el último de mis días.

Igual no suena muy romántico ni muy desaforado, pero es que me he cansado de ser desaforada y de amar estilo novela (sin ápice de sensatez, todo emoción desatada). En las novelas es muy guay, pero en la vida es agotador y demoledor. No sonará muy romántico, pero es que he dejado de creer que la lógica y la sensatez sean incompatibles con los sentimientos, o que los disminuyan, o les resten "autenticidad".

No sé si consigo explicarme...
:S

Juan dijo...

Te explicas perfectamente. Hay un romanticismo ciego que, a mi juicio, nada tiene que ver con la realidad de una pareja, con la riqueza compartida de dos personas, sino con un sentimiento inventado, habitualmente con tintes trágicos (que así se es, supuestamente, más romántico) y que muchas veces nada tiene que ver con la persona supuestamente amada. En esto casos se ama al amor y no a la persona.

La lógica y la sensatez no tienen que estar reñidas con el amor, es más, necesariamente tienen que coexistir con el amor, porque si no lo está, no es amor sino ilusión, pasión o capricho.

Y en donde no hay amor, no hay romanticismo sino autoengaño.

El romanticismo del siglo XIX y el neorromanticismo actual, como el que nos brinda la saga Crepúsculo, creo que pueden hacer mucho daño al que no tenga un mínimo de autocrítica y conocimiento.

Percibo en tu forma de amar actual un amor maduro, no ciego. Veo a dos naranjas enteras que sólo quieren compartir sus zumos (ya sabes que a mí las medias naranjas no me van). Y de tanto cmpartir zumos, a veces, aparecen naranjitos......

Lenka dijo...

Jajajaja, pero qué perra tenéis todos con los naranjitos!!! Mi madre, mis tías, mis abuelas, los foreros...

XD

Juan dijo...

Es que la gente es muy rara. ¿De dónde sacarán que una pareja joven, enamorada, con perspectiva de futuro, situación sentimental y económica estables, pueda tener naranjitos?.

¡¡¡No sé de donde sacarán esas conclusiones¡¡¡.

Lenka dijo...

Hombre, sí, poder pueden! Ahora... querrán????

(En el aire lo dejo, jejejeje)

Juan dijo...

Según los impulsos naturales, hay un 90% de posiblidades de que más tarde o temprano quieran. Jeejejejej.

No está el patio para perder una buena madre potencial.

Lenka dijo...

Desconozco las estadísticas, Juan, pero aunque tengas razón siempre podría darse el caso del otro 10%. No sé, no sé, ya te lo diré!