sábado, 6 de noviembre de 2010

Ejemplares

Admiro a personas que se dan a los demás, que han luchado, sufrido y se han sacrificado para que otros vivan mejor.

Pero a veces puede ser contraproducente tomar a este tipo de personas como modelos a seguir.

El ejemplo que más me repele es el de la amantísima madre que trabaja 18 horas al día por el bien de los suyos, que no piensa en sí misma, que todo lo hace por su familia y ella es la última en todo. No puedo, debo ni quiero criticar a las mujeres que hacen esto (aunque creo que están equivocadas y en realidad no están haciendo ningún bien a nadie). Pero si me disgusta enormemente que se las tenga como ejemplos a seguir. Muchas mujeres se sienten culpables por querer ser personas y no sólo madres.

8 comentarios:

Lenka dijo...

Me parece fascinante que aún existan mujeres así. No fascinante por negativo, ojo (yo tampoco voy a criticar la vida de nadie), fascinante por curioso, por extraño. Por supuesto que mis abuelas fueron así, y hasta la generación de mi madre y mis tías lo fue en parte. En parte. Porque también tuvieron sus fiestas, su ocio, sus clases de mil cosas, sus viajes, sus ratos para ellas. Aunque no se puede negar que en casa sólo curraban (y curran) ellas. Que han sido, y siguen siendo, el motor de la familia. Que esos momentos "para ellas" los tienen a costa de currar el doble, porque son de esa generación que, cuando decide (muy de vez en cuando) pasar un finde en Londres con las amigas (por decir algo) tienen primero que dejar el cogelador lleno, la casa impoluta y todas las camisas del marido planchadas, para que él consiga sobrevivir 48 horas solo.

Tienen que hacerlo, o mejor dicho, creen que tienen. Seguramente si no lo hicieran el marido no moriría (es posible que se fuera a comer al bar de abajo), y puede que ni siquiera le pareciera mal, aunque te aseguro que a muchos sí. Pero claro, cuando toda la vida has tenido a alguien detrás tuyo haciendo todo eso que no deseas hacer, acabas creyendo que es tu derecho. Supongo que por lo mismo muchas creen que es su deber. Una simple regla de tres.

A lo que iba: lo que me fascina es que eso pase aún ahora. Me flipa, me subleva, me saca de quicio. Más que nada porque pasa, pero en cambio ya no se asume como tan normal. Ejemplo: el próximo fin de semana estaremos cinco o seis parejas en una casita en el monte, de fiesta. Me consta que ellos no moverán un dedo, se servirán cervezas y se sentarán a ver la tele, mientras ellas cocinan, ponen la mesa, friegan platos, hacen camas, etc. Hablo de gente de menos de cuarenta años. Todos treintañeros. El único tío que se meterá en la cocina a hacer cosas será mi pareja, y yo tendré que volver a oír cómo ellas suspiran y me dicen la inmensa suerte que tengo. Pero ni una sola de ellas le pegará una voz a su maromo para que levante el culo del sofá, ninguna se quedará charlando bien lejos de la cocina (a ver qué pasa, a ver si alguno tiene los santos cojones de chillar por qué no está ya la comida), sencillamente se encargarán de todo, entre protestas muy poco convincentes. Y luego pondrán los ojos en blanco: "es que si no lo hacemos nosotras..." (Qué? Se acabará el mundo de repente? Qué misterio!)

A mi pareja le pondrán medallas (medallas que ellas no se ponen jamás), o incluso intentarán echarlo a patadas de la cocina. Si una de las chicas pasa de todo, la mirarán con los ojos torcidos, por vaga y por jeta.

Sé que voy a ver exactamente eso dentro de unos días, y fliparé en colorines por enésima vez. Pero bueno, no importa, porque todo el mundo sabe que la rara soy yo.

Lenka dijo...

Por cierto, a mí nunca han conseguido hacerme sentir culpable por querer ser ante todo una persona. Y mira que lo han intentado veces (sobre todo otras mujeres, las mujeres siempre mucho más que los hombres). Me tira de un pie. Sí me han hecho cabrearme cada vez que me han espetado el "es que tú eres muy rara, tía", o el "es que claro, con uno como el tuyo yo también", o el clásico "ya me lo contarás cuando tengas hijos".

1º Yo no soy rara. Rara eres tú, que, por lo visto, odias tu vida pero no haces nada por cambiarla. Yo vivo muy contenta y haciendo lo que me da la gana.

2º Por eso estoy con él. Porque no es como el tuyo. Es que si lo fuera, no estaría con él. Nunca he durado con los que son como el tuyo. He estado con muchos que no me convenían por otras mil razones (puedo ser tan tonta como cualquiera), pero precisamente de los que son como el tuyo siempre he sabido escapar. Mala suerte, tronca. Haber elegido mejor. Estás a tiempo, de hecho. Si no lo mandas al cuerno, será que te compensa. Así que no te lamentes.

3º Ni siquiera estoy del todo segura de querer tener hijos (claro, como soy rara...) Aunque sí, hay muchas posibilidades de que así sea. Y te lo contaré en su momento, no lo dudes. Es más, no tendré que contártelo, lo verás tú. Verás que algunas mujeres no renuncian a su vida cuando son madres, ni se creen que sólo ellas pueden criar niños, ni echan a patadas a sus compañeros de la cocina, del baño o del cambiador de pañales. Algunas hasta se sienten tan poco culpables como ellos si salen un día a tomar una caña y dejan al contrario vigilando la cueva. Algunas saben reclamar los mismos espacios y las mismas responsabilidades (igualadito todo), porque no creen que por ser tías lleven un extra de maternidad o de conocimientos teórico prácticos sobre bebés en el software. Algunas no se creen que por ser tías tengan la obligación de estar más, de asumir más, de renunciar a más. Algunas no tienen un hijo para ellas solas (otras sí, y me parece perfecto), lo tienen entre dos con todas las consecuencias. Ya lo verás. Algunas pueden y saben. Si tú no sabes, lo lamento, pero no lo pagues (de nuevo) con mi supuesta rarez.

En fin, es un tema que me cabrea. Porque no suelo pelearme con ellos por esto, sino con ellas. Por eso me flipa tanto.

Lenka dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Juan dijo...

Exacto Lenka. Yo no te veo nada rara sino absolutamente normal y precisamente eso reivindico.

Hace mucho daño a mucha gente los "ejemplos" que nos quieren vender sobre lo que "deberíamos" hacer o tender. Por todos lados encuentro admiración a este tipo de mujer que he descrito.

Esta admiración se convierte en el subconsciente, tanto individual como colectivo, en el dechado de virtud que todos debemos ser y, quién no lo haga, automáticamente se convierte en rara, en el mejor de los casos, o directamente en una mala mujer, esposa o madre, en la mayoría de las ocasiones.

Pero no sucede sólo con las mujeres. Voy más allá. El hombre que trabaja 16 horas al día es el prototipo de hombre ideal.

Incluso más. Ghandi o Teresa de Calcuta, aún siendo personas maravillosas, tampoco deben ser ejemplo para nadie. Yo, desde mi egoísmo si quieres, no quiero ser salvador del mundo ni sentirme culpable por no hacer más de lo que hago. No quiero ser Ghandi y, sobre todo, no me quiero sentir culpable por no serlo.

Juan dijo...

Ghandi, Schindler, Teresa o Irena Sendler consiguieron con su sacrificio beneficiar a miles o millones de personas.

Pero la superwoman no hace ningún bien a nadie. Crean o potencian irresponsables e inútiles. Nada más.

Sacrificar tu vida para que los que te rodean sean unos vagos egoístas me parece muy triste.

Lenka dijo...

Es que esa es la diferencia, supongo. Jugarse el pellejo para salvar vidas es una heroicidad, sin discusión. Y hay que valer para eso, hay que echarle muchas narices. No todo el mundo podría (obviamente, la mayoría somos más cobardes o más cómodos, aunque nunca sepa uno cómo reaccionaría ante según qué cosas. Pero el miedo es el miedo, y a mí me cuesta juzgar a quienes sobreviven, que no es poco).

En cambio, como bien dices, la superwoman que se deja el pellejo carretando varias vidas en una (y se lamenta amargamente, nada que objetar a la que es feliz con ello, que las hay) o el superman que pasa la vida pencando como un mulo (y luego despotrica de lo poco que se lo agradecen, hombre, por dios, que llega uno a casa y no le dejan en paz; de nuevo nada que objetar al que disfruta currando, que hay gente pa to), esa gente se me escapa. No logro entenderles.

Está claro que todos blasfemamos alguna vez contra nuestras obligaciones (curraríamos si no hiciera falta? Sólo los vocacionales, que son cuatro. Limpiaríamos las ventanas si no se mancharan? Un huevo), todos tenemos ataduras de las que no podemos escapar fácilmente (o curras o no comes, mayormente), pero hay quien se queja sin parar y ni siquiera intenta cambiar aquello que sí se puede.

No es fácil, claro. Pero coño, imposible tampoco. Se puede. Mucha gente puede, o al menos lo intenta. Tanta queja de balde me fascina, pero lo peor es que, encima, son los más lecciones dan. Siempre me he preguntado cómo cabe en el mismo saco el "mi vida es una mierda" y el "tú lo que tienes que hacer es". Ein?? Me lo dices tú, el rey de los amargaos?? Mi no comprende.

Juan dijo...

De nada sirve la queja si no cambias lo que debes cambiar para que una situación sea lo más justa posible. La queja sólo es positiva cuando es activa, cuando se hace algo para cambiar. La queja pasiva nos hunde aún más.

Y tienes razón y es curioso que quien se queja de lo que le sucede intente convencer a los demás que no hay otra salida.?????

Lenka dijo...

Ah, pero en este tema y en todos, Juan. Seguro que te has fijado. Es un clásico. Siempre dan lecciones los que más tendrían que callar por pura coherencia. No falla!!!