Nunca me ha gustado estar en primera línea de combate. He preferido ser el segundo de a bordo, el que nadie ve pero todos oyen. El que influye pero no ordena. El que tiene autoridad pero no poder. Al que la gente se dirige para compartir y no para obedecer. Al que nunca le cuelgan las medallas de los éxitos ni culpan de los fracasos. Siempre me he desenvuelto bien en las sombras.
La imagen de jefe, por la que tantos suspiran, no me atrae y siempre he huido de ella. El jefe, demasiadas veces tiene que hacer cosas que no le gustan.
Al no estar al mando, jamás he hecho nada que no quisiera hacer de verdad y, con ello, me he sentido libre por una parte pero no he dejado de lado mi responsabilidad hacia los demás intentando ofrecer lo mejor de mí.
Por una serie de circunstancias he pasado a estar en primera línea. He comenzado a ser jefe. Dos han sido las condiciones para hacerlo: seguir siendo libre y hacer sólo lo que mi conciencia y mis capacidades me permiten y la segunda es no ostentar poder alguno, es decir, no soy oficialmente jefe en el papel, pero sí en la práctica, lo que también conlleva que no cobro un euro por ello. Ambas condiciones han sido aceptadas por la dirección y por los componentes de mi equipo. Todos mis compañeros saben que sólo cuento con la autoridad que ellos mismos han depositado en mí y, en el momento en que me retiren esa autoridad, me iré.
He trazado mis líneas de trabajo en lo siguiente:
1. Planifico el trabajo de todos y no pido nada a nadie que no haga yo.
2. No trabajo para luchar por los privilegios de los míos, si no por el derecho de los ciudadanos a recibir lo mejor al menor precio.
3. Todos tenemos que trabajar más y mejor de lo que lo hacíamos. A cambio, el dinero de la productividad se reparte en función de objetivos que nosotros mismos hemos acordado previamente (no seguimos los criterios de la Administración, que son políticos, sino criterios basados en calidad asistencial universalmente aceptados).
4. Llegamos a un acuerdo con la dirección: ahorrábamos cinco millones de euros al año, disminuíamos la lista de espera y mejorábamos todos los patrones de calidad asistencial, pero a cambio se contrataba a gente en el momento en que se jubilara alguien del servicio. Nosotros cumplimos y la dirección también. En tiempos de crisis brutal hay tres compañeros que han conseguido trabajo.
5. Mis compañeros y yo trabajamos bastante más, pero bastante mejor y todos nos enorgullecemos de esos tres contratos que hemos conseguido con nuestro esfuerzo…..y lo que queda.
Desde aquí animo a todos a tomar responsabilidades en la Administración. Están deseando que salga gente con ideas para mejorar el catastrófico estado de nuestro sistema público. No saben gestionar y todos nosotros podemos ayudar.
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