domingo, 2 de junio de 2013

Palabras para una vida 48

De vuelta a Córdoba
El mes de agosto terminó y, con él, mi primera relación. No hubieron cartas, ambos lo preferimos. Decidimos que lo que habíamos vivido era tan hermoso que no se podía contaminar con la distancia ni el dolor de una futura separación. 

María Dolores fue la primera chica a la que besé. La primera que me dijo que merecía la pena. La primera que me abrió el mundo al amor de carne y hueso, a la caricia, a las miradas enamoradas. En un mes transitó mi niñez a la madurez, mi inseguridad a la calma, mis odios a mis amores. En un mes dejé de ser Juanito a ser Juan. En 30 maravillosos días de Agosto en Mijas, saqué el jardín que guardaba escondido en mi pecho, del que desconocía su existencia, y lo saque a la luz. Por primera vez me sentí hombre y no monstruo.

Terminaron las vacaciones, volví a Córdoba y nunca la volví a ver, pero siempre hay una palabra de agradecimiento en el libro de mi vida para ella.

Posteriormente inicié una búsqueda de la mujer con la que pudiera compartir el presente y el futuro. No me quedé sentado a esperar. No tuve claro en ningún momento lo que quería. Muchas chicas, muy diferentes entre sí, me acompañaron en parte del camino. De unas me quedaba con sus sueños, de otras con sus sonrisas, otras me consumieron de pasión. Algunas me regalaron sus tristezas, otras me ofrecieron su soledad. Con casi todas disfruté de sus besos, algunos ciertamente ansiosos. Pero todas, sin excepción, me hablaron de la belleza de la mujer, que va más allá de unos rasgos físicos más o menos curvilíneos. Todas me hablaron de una especial sensibilidad, de otra manera de ser y de hacer, más humana, más emocional, más intensa.

Fueron muchas, de algunas ya ni me acuerdo, pero a todas les agradezco por ser como son y por ser como soy. Nunca dejé que una relación se alargara más de lo necesario. En cuanto descubría que ella no era ELLA, no perdía ni hacía perder el tiempo.


Una noche, después de una enorme decepción, miraba hacia una ventana de un séptimo piso de un edificio. Sólo en ese momento descubrí que la mujer de mi vida estaba tras esa ventana. ELLA aún no lo sabía, pero sus rizos, esa noche, me acunaron y me cantaron la más bella melodía de amor.....y, aún hoy, cada noche, siento el perfume de su pelo.

3 comentarios:

Kaken dijo...

Y aún, cada nóche,me pregunto que viste en mi. Mil besos.

Juan dijo...

No es lo que ví, si no lo que sentí y siento.

Natz dijo...

El jodido blog más hermoso que he leído <3