lunes, 11 de agosto de 2014

El logro

Cuando amamos, nuestros instintos nos aconsejan que abracemos al ser amado para protegerlo de cualquier peligro. Intentamos que nuestros hijos no cometan errores que les pueda dañar. Deseamos que nuestra pareja no se exponga a peligros que le puedan destruir. 

Es un abrazo que impide crecer a nuestros seres amados. Es el abrazo que pretende controlar, que no confía. Puede, “en el mejor de los casos”, que con esta manera de abrazar consigamos que no se equivoquen, pero también impedimos que logren tener el éxito que ellos desean, les quitamos la posibilidad de realizar sus sueños. 

El logro es un ingrediente básico de la felicidad, el elemento que cimenta la confianza en uno mismo para aspirar a metas mayores. Es el componente que nos insufla esa necesaria autoestima que nos permite pensar que vivir merece la pena. 

El amor no debería abrazar para proteger sino para consolar y animar. El amor que protege es egoísta, porque en el fondo no queremos el bien del ser amado, sino nuestro propio bien al no querer perder a esa persona especial.  


No hay mayor ni mejor amor que el que deja volar libre a lo que más quiere.

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