Ayer caminaba deprisa, siempre deprisa, por el centro de Sevilla, con mi mochila de problemas y mi equipaje de posibles soluciones, siempre posibles, cuando vi a un chico y una chica con un cartel: ABRAZOS GRATIS.
Me acerqué a ellos y les di un abrazo de los de verdad, de los que unen las almas a través de los cuerpos. No hubo una sola palabra, no hacía falta, sólo una sonrisa cómplice.
¿Por qué somos tan parcos y ahorramos tanto en abrazos mientras derrochamos ira, odio, preocupaciones y desidias?.
Cuando la alegría o la desesperanza te invaden no hay mejor acompañante que un buen abrazo.
Cuando la vida te sonríe o llora no hay mejor amigo que un buen abrazo
Cuando el amor o el desamor te asaltan no hay nada más necesario que un buen abrazo.
Abrazar la vida, abrazar al amor y a la amistad, abrazar en las lágrimas, en la sonrisa, en el júbilo, en la desesperación.
Abrazar a dos desconocidos porqué sí, porque abrazar es la primera y última acción que necesitamos al nacer y al morir y, porque no, en cada momento para vivir o sobrevivir
Un abrazo
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