He oído a muchas mujeres quejarse que los hombres parecen huir de mujeres inteligentes, cultas y capaces que, según su punto de vista, deberían tener facilidad para emparejarse, pero no lo consiguen. Parece que los hombres las evitan para una relación estable.
Por el contrario, los hombres inteligentes, cultos y capaces parecen tener una enorme facilidad para ligar.
No niego que esto pase, pero no por el hecho de ser más o menos inteligentes, cultas o independientes. Para muchos hombres (generalizar es imposible en estas cuestiones), lo esencial que buscan en una mujer son otras virtudes: dulzura, ternura, ser admirados por esa mujer, sentimientos y pasión. Si tienen estas cualidades, el hecho de que además sean inteligentes, cultas y capaces, no resta sino que suma.
La frialdad, el no demostrar los sentimientos, la falta de afecto y cariño es lo que hace huir a muchos hombres. Quizás algunas mujeres independientes se han convertido en erizas, no sé si como defensa o como un falso signo de liberación. Ser libre no tiene nada que ver con reprimir las emociones y sí con controlarlas y ofrecerlas a los demás. Sin nuestra ternura, nuestra inteligencia emocional, fracasaremos en nuestras relaciones.
miércoles, 31 de agosto de 2011
domingo, 28 de agosto de 2011
Déficit público
La reforma de la Constitución que están pactando PSOE y PP para terminar de una vez con todas con el déficit público, es arriesgada pero necesaria.
Desde el fin de la dictadura, sólo han habido dos años con superávit en las cuentas públicas. El resto de las legislaturas han ido engordando nuestro déficit público hasta el punto de, en un momento de crisis, hacerlo asfixiante y convertirse en la losa principal que retrasa la salida de esta crisis.
Según los Presupuestos Generales del Estado para el 2011 gastaremos en intereses 25.697 millones de euros, lo que supondrá en breve un pago de 815 euros por segundo.
Para poner en perspectiva esta cifra, la cantidad que pagamos en intereses equivale casi a la recaudación íntegra del impuesto de sociedades y a los impuestos por tabaco recaudados en 2009. Con este dinero se podrían pagar a 2.100.000 parados, 1000 euros todos los meses. Es decir, bastante más de lo que estamos gastando actualmente en el seguro de desempleo.
Y estos 25.000 millones de euros son sólo el pago de intereses, sin amortizar ni un euro.
En los últimos 30 años han habido ejercicios de vacas gordas y flacas, pero incluso en los de vacas gordas, se ha gastado más de lo que se ha ingresado (excepto dos años). La deuda cada vez es mayor y los intereses también. Esto no es sostenible. Los excesos del pasado nos están pasando factura ahora.
Pero si seguimos incurriendo en déficits, hay un factor ético que siempre se olvida. Nosotros gastamos más de lo que generamos pero serán nuestros hijos los que tengan que pagar nuestros excesos.
Hay, simplificando mucho, dos tipos de gastos:
1) El gasto que genera riqueza y es transmisible a las generaciones posteriores: inversiones en infraestructuras, educación, sanidad (un país sano es más productivo), investigación, fomento del turismo.
2) Gasto que no genera riqueza de cara al futuro, que sólo persigue que hoy vivamos un poco mejor: televisiones, ayudas sociales no imprescindibles, coches oficiales, cobertura del paro más allá del seguro de desempleo, etc.
Incurrir en déficit en el primer tipo de gasto no es inmoral, pues nuestros hijos pagarán por algo que también van a recibir ellos. Incurrir en déficit en el segundo gasto sí lo es, pues serán ellos los que paguen “nuestra solidaridad”.
Desde el fin de la dictadura, sólo han habido dos años con superávit en las cuentas públicas. El resto de las legislaturas han ido engordando nuestro déficit público hasta el punto de, en un momento de crisis, hacerlo asfixiante y convertirse en la losa principal que retrasa la salida de esta crisis.
Según los Presupuestos Generales del Estado para el 2011 gastaremos en intereses 25.697 millones de euros, lo que supondrá en breve un pago de 815 euros por segundo.
Para poner en perspectiva esta cifra, la cantidad que pagamos en intereses equivale casi a la recaudación íntegra del impuesto de sociedades y a los impuestos por tabaco recaudados en 2009. Con este dinero se podrían pagar a 2.100.000 parados, 1000 euros todos los meses. Es decir, bastante más de lo que estamos gastando actualmente en el seguro de desempleo.
Y estos 25.000 millones de euros son sólo el pago de intereses, sin amortizar ni un euro.
En los últimos 30 años han habido ejercicios de vacas gordas y flacas, pero incluso en los de vacas gordas, se ha gastado más de lo que se ha ingresado (excepto dos años). La deuda cada vez es mayor y los intereses también. Esto no es sostenible. Los excesos del pasado nos están pasando factura ahora.
Pero si seguimos incurriendo en déficits, hay un factor ético que siempre se olvida. Nosotros gastamos más de lo que generamos pero serán nuestros hijos los que tengan que pagar nuestros excesos.
Hay, simplificando mucho, dos tipos de gastos:
1) El gasto que genera riqueza y es transmisible a las generaciones posteriores: inversiones en infraestructuras, educación, sanidad (un país sano es más productivo), investigación, fomento del turismo.
2) Gasto que no genera riqueza de cara al futuro, que sólo persigue que hoy vivamos un poco mejor: televisiones, ayudas sociales no imprescindibles, coches oficiales, cobertura del paro más allá del seguro de desempleo, etc.
Incurrir en déficit en el primer tipo de gasto no es inmoral, pues nuestros hijos pagarán por algo que también van a recibir ellos. Incurrir en déficit en el segundo gasto sí lo es, pues serán ellos los que paguen “nuestra solidaridad”.
viernes, 26 de agosto de 2011
Más que un club
El lema del barcelonismo, ahora sí, cobra todo su sentido. El Barsa, más que un club, es una escuela de fútbol, buen hacer, eficacia, trabajo duro, excelencia, honestidad, humildad y trabajo en equipo.
Su cantera no trabaja sólo para conseguir buenos jugadores, sino para obtener chavales que jueguen de una determinada manera al fútbol. Una forma de juego que sólo el FCB es capaz de realizar, porque lo hace a partir de la base. Ningún equipo es capaz de jugar como lo hacen ellos porque para conseguirlo hay que estar jugando así desde los 10 años.
Otras canteras, como la del Real Madrid, pueden producir jugadores en cantidad y calidad similares, pero no tienen un esquema de juego propio desde que ingresan en el club hasta que son llamados al primer equipo. Cada año, dependiendo del entrenador y de los jugadores fichados, el RM juega de manera diferente, por lo que su cantera no se forma en un estilo definido de fútbol. En el FCB, cuando un chaval debuta con el primer equipo, se le pide que siga haciendo lo mismo que ha venido haciendo en las categorías inferiores durante los últimos 10 años, y se encuentra con un equipo formado por jugadores distintos pero el mismo esquema de juego, lo que hace la transición muy fácil.
Esta filosofía seguirá dando muchos frutos en el futuro. Iniesta, Xavi o Messi son irrepetibles, pero la Masía también lo es.
Su cantera no trabaja sólo para conseguir buenos jugadores, sino para obtener chavales que jueguen de una determinada manera al fútbol. Una forma de juego que sólo el FCB es capaz de realizar, porque lo hace a partir de la base. Ningún equipo es capaz de jugar como lo hacen ellos porque para conseguirlo hay que estar jugando así desde los 10 años.
Otras canteras, como la del Real Madrid, pueden producir jugadores en cantidad y calidad similares, pero no tienen un esquema de juego propio desde que ingresan en el club hasta que son llamados al primer equipo. Cada año, dependiendo del entrenador y de los jugadores fichados, el RM juega de manera diferente, por lo que su cantera no se forma en un estilo definido de fútbol. En el FCB, cuando un chaval debuta con el primer equipo, se le pide que siga haciendo lo mismo que ha venido haciendo en las categorías inferiores durante los últimos 10 años, y se encuentra con un equipo formado por jugadores distintos pero el mismo esquema de juego, lo que hace la transición muy fácil.
Esta filosofía seguirá dando muchos frutos en el futuro. Iniesta, Xavi o Messi son irrepetibles, pero la Masía también lo es.
martes, 23 de agosto de 2011
Depenjoso
Hay maneras de encarar la existencia que resultan tóxicas, tanto para el que las vive como para el que está cerca.
El depenjoso es una especie perteneciente al género humano que se ha convertido en dominante en nuestra sociedad. No porque sean los que gobiernan sino porque empiezan a ser los más numerosos. Su caldo de cultivo favorito es una sociedad razonablemente libre, llena de derechos y escasa en deberes hacia con los demás.
El depenjoso es, a la vez, dependiente y quejoso.
Cuando hablo de dependiente no me refiero a la viejecita de 80 años inválida que precisa la ayuda de los demás. Me refiero a aquel con todas sus posibilidades intactas que decide que los demás deben solucionar todos sus problemas.
Cuando hablo de quejoso no me refiero al rebelde constructivo, al que critica lo que está mal e intenta mejorar, en lo que puede, su entorno y la sociedad en la que vive. Hablo del que se sienta tranquilamente en su butaca, en la manifestación o en la barra del bar y se lía a disparar a todo y todos, a sacar todos los trapos sucios de los demás, a echar las culpas de todo a la Sociedad, el Estado, los bancos, al sistema capitalista, a los ateos o a los rojos. Sólo tienen ojos para ver la imperfección de los demás y cuentan con un arma magnífica: no hay nada perfecto, todo tiene sus aristas y, de este modo, siempre tienen razón en sus planteamientos. Pero no hacen absolutamente nada por mejorar lo que critican.
Vivimos un momento en España que, desde dentro, a algunos les parece atroz. Pero mirando con perspectiva histórica, ¿alguien me podría decir cuando se han dado en España tantas circunstancias favorables como las que se han dado en los últimos 30 años?. No hay un solo momento en la historia de España en que, ni de lejos, se hayan combinado un grado tan alto de libertad, derechos, bienestar y justicia como en la actualidad.
Y en un país así hay oportunidades, muchas, para prosperar y llevar una vida digna en lo material y en lo personal. Nunca antes que ahora, el que de verdad quiere trabajar, ser independiente e intentar mejorar la situación lo ha tenido tan a mano. No digo que sea fácil, hacen falta tesón, ideas, formación y creer en uno mismo para ser de los que suman y no de los que restan.
Pero el depenjoso no hace nada. Grita contra el político que no le da todo lo que quiere, contra el empresario que no le da trabajo (y si se lo da, le está explotando), contra el banquero que le quiere cobrar sus deudas. Grita contra todo y contra todos porque no ve futuro. Y nunca verá futuro mientras decida depender de otros para llevar su vida por donde le gustaría.
Y no defiendo con ello a los políticos, banqueros, empresarios, etc, ellos también tienen sus culpas. Pero si yo estoy en una mala situación socio-económica, prefiero depender de mis capacidades y de mi esfuerzo para salir de la mala situación (de hecho en su día así lo hice) que no culpar a los demás, aunque tenga razones para ello, y malgastar mis energías en una queja paralizante que justifica mi inacción y prolonga mi malestar.
El depenjoso, además, es una de las enfermedades más contagiosas que existen. Si quieres que los demás estén de acuerdo contigo, busca el foro adecuado y verás que en cuanto sueltas la primera queja, le siguen un aluvión de quejas por parte de los que te rodean. Con ello, se va creando un clima malsano en toda la sociedad y se termina pensando en que nos pueden dar los demás en vez de en que podemos servir a los demás.
El depenjoso consume muchos más recursos del Estado que los que proporciona. Recibe mucho más de lo que da. Resta en vez de sumar.
El depenjoso es una especie perteneciente al género humano que se ha convertido en dominante en nuestra sociedad. No porque sean los que gobiernan sino porque empiezan a ser los más numerosos. Su caldo de cultivo favorito es una sociedad razonablemente libre, llena de derechos y escasa en deberes hacia con los demás.
El depenjoso es, a la vez, dependiente y quejoso.
Cuando hablo de dependiente no me refiero a la viejecita de 80 años inválida que precisa la ayuda de los demás. Me refiero a aquel con todas sus posibilidades intactas que decide que los demás deben solucionar todos sus problemas.
Cuando hablo de quejoso no me refiero al rebelde constructivo, al que critica lo que está mal e intenta mejorar, en lo que puede, su entorno y la sociedad en la que vive. Hablo del que se sienta tranquilamente en su butaca, en la manifestación o en la barra del bar y se lía a disparar a todo y todos, a sacar todos los trapos sucios de los demás, a echar las culpas de todo a la Sociedad, el Estado, los bancos, al sistema capitalista, a los ateos o a los rojos. Sólo tienen ojos para ver la imperfección de los demás y cuentan con un arma magnífica: no hay nada perfecto, todo tiene sus aristas y, de este modo, siempre tienen razón en sus planteamientos. Pero no hacen absolutamente nada por mejorar lo que critican.
Vivimos un momento en España que, desde dentro, a algunos les parece atroz. Pero mirando con perspectiva histórica, ¿alguien me podría decir cuando se han dado en España tantas circunstancias favorables como las que se han dado en los últimos 30 años?. No hay un solo momento en la historia de España en que, ni de lejos, se hayan combinado un grado tan alto de libertad, derechos, bienestar y justicia como en la actualidad.
Y en un país así hay oportunidades, muchas, para prosperar y llevar una vida digna en lo material y en lo personal. Nunca antes que ahora, el que de verdad quiere trabajar, ser independiente e intentar mejorar la situación lo ha tenido tan a mano. No digo que sea fácil, hacen falta tesón, ideas, formación y creer en uno mismo para ser de los que suman y no de los que restan.
Pero el depenjoso no hace nada. Grita contra el político que no le da todo lo que quiere, contra el empresario que no le da trabajo (y si se lo da, le está explotando), contra el banquero que le quiere cobrar sus deudas. Grita contra todo y contra todos porque no ve futuro. Y nunca verá futuro mientras decida depender de otros para llevar su vida por donde le gustaría.
Y no defiendo con ello a los políticos, banqueros, empresarios, etc, ellos también tienen sus culpas. Pero si yo estoy en una mala situación socio-económica, prefiero depender de mis capacidades y de mi esfuerzo para salir de la mala situación (de hecho en su día así lo hice) que no culpar a los demás, aunque tenga razones para ello, y malgastar mis energías en una queja paralizante que justifica mi inacción y prolonga mi malestar.
El depenjoso, además, es una de las enfermedades más contagiosas que existen. Si quieres que los demás estén de acuerdo contigo, busca el foro adecuado y verás que en cuanto sueltas la primera queja, le siguen un aluvión de quejas por parte de los que te rodean. Con ello, se va creando un clima malsano en toda la sociedad y se termina pensando en que nos pueden dar los demás en vez de en que podemos servir a los demás.
El depenjoso consume muchos más recursos del Estado que los que proporciona. Recibe mucho más de lo que da. Resta en vez de sumar.
martes, 16 de agosto de 2011
La visita del Papa
A la Iglesia católica hay muchas cosas que se le puede criticar, pero estas críticas pueden ser desde el respeto o desde la burla, odio, escarnio, mentira, manipulación o crueldad.
El derecho a expresarnos libremente, tan duramente conseguido, no debería ser ensuciado por los fanáticos que hacen de la diferencia de opinión, un motivo para dar rienda suelta a su odio. Los que prefieren insultar al que piensa de manera diferente que discutir puntos de vista, pierden toda la razón que podrían tener por su propia sinrazón.
No me gusta casi ninguna idea del Papa ni de la jerarquía católica, pero tienen todo el derecho del mundo a expresarlas y vivirlas libremente y, los que no estamos de acuerdo, tenemos no sólo el derecho, sino incluso el deber de criticarlas desde la razón, la lógica y, sobre todo, desde el respeto.
¿Oponerse a que una persona venga a nuestro país por sus ideas?.
¿Oponerse a que el Papa pueda hablar del aborto?.
Las organizaciones que se oponen a esta visita han perdido toda credibilidad al no respetar al diferente.
El derecho a expresarnos libremente, tan duramente conseguido, no debería ser ensuciado por los fanáticos que hacen de la diferencia de opinión, un motivo para dar rienda suelta a su odio. Los que prefieren insultar al que piensa de manera diferente que discutir puntos de vista, pierden toda la razón que podrían tener por su propia sinrazón.
No me gusta casi ninguna idea del Papa ni de la jerarquía católica, pero tienen todo el derecho del mundo a expresarlas y vivirlas libremente y, los que no estamos de acuerdo, tenemos no sólo el derecho, sino incluso el deber de criticarlas desde la razón, la lógica y, sobre todo, desde el respeto.
¿Oponerse a que una persona venga a nuestro país por sus ideas?.
¿Oponerse a que el Papa pueda hablar del aborto?.
Las organizaciones que se oponen a esta visita han perdido toda credibilidad al no respetar al diferente.
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