martes, 23 de agosto de 2011

Depenjoso

Hay maneras de encarar la existencia que resultan tóxicas, tanto para el que las vive como para el que está cerca.

El depenjoso es una especie perteneciente al género humano que se ha convertido en dominante en nuestra sociedad. No porque sean los que gobiernan sino porque empiezan a ser los más numerosos. Su caldo de cultivo favorito es una sociedad razonablemente libre, llena de derechos y escasa en deberes hacia con los demás.

El depenjoso es, a la vez, dependiente y quejoso.

Cuando hablo de dependiente no me refiero a la viejecita de 80 años inválida que precisa la ayuda de los demás. Me refiero a aquel con todas sus posibilidades intactas que decide que los demás deben solucionar todos sus problemas.

Cuando hablo de quejoso no me refiero al rebelde constructivo, al que critica lo que está mal e intenta mejorar, en lo que puede, su entorno y la sociedad en la que vive. Hablo del que se sienta tranquilamente en su butaca, en la manifestación o en la barra del bar y se lía a disparar a todo y todos, a sacar todos los trapos sucios de los demás, a echar las culpas de todo a la Sociedad, el Estado, los bancos, al sistema capitalista, a los ateos o a los rojos. Sólo tienen ojos para ver la imperfección de los demás y cuentan con un arma magnífica: no hay nada perfecto, todo tiene sus aristas y, de este modo, siempre tienen razón en sus planteamientos. Pero no hacen absolutamente nada por mejorar lo que critican.

Vivimos un momento en España que, desde dentro, a algunos les parece atroz. Pero mirando con perspectiva histórica, ¿alguien me podría decir cuando se han dado en España tantas circunstancias favorables como las que se han dado en los últimos 30 años?. No hay un solo momento en la historia de España en que, ni de lejos, se hayan combinado un grado tan alto de libertad, derechos, bienestar y justicia como en la actualidad.

Y en un país así hay oportunidades, muchas, para prosperar y llevar una vida digna en lo material y en lo personal. Nunca antes que ahora, el que de verdad quiere trabajar, ser independiente e intentar mejorar la situación lo ha tenido tan a mano. No digo que sea fácil, hacen falta tesón, ideas, formación y creer en uno mismo para ser de los que suman y no de los que restan.

Pero el depenjoso no hace nada. Grita contra el político que no le da todo lo que quiere, contra el empresario que no le da trabajo (y si se lo da, le está explotando), contra el banquero que le quiere cobrar sus deudas. Grita contra todo y contra todos porque no ve futuro. Y nunca verá futuro mientras decida depender de otros para llevar su vida por donde le gustaría.

Y no defiendo con ello a los políticos, banqueros, empresarios, etc, ellos también tienen sus culpas. Pero si yo estoy en una mala situación socio-económica, prefiero depender de mis capacidades y de mi esfuerzo para salir de la mala situación (de hecho en su día así lo hice) que no culpar a los demás, aunque tenga razones para ello, y malgastar mis energías en una queja paralizante que justifica mi inacción y prolonga mi malestar.

El depenjoso, además, es una de las enfermedades más contagiosas que existen. Si quieres que los demás estén de acuerdo contigo, busca el foro adecuado y verás que en cuanto sueltas la primera queja, le siguen un aluvión de quejas por parte de los que te rodean. Con ello, se va creando un clima malsano en toda la sociedad y se termina pensando en que nos pueden dar los demás en vez de en que podemos servir a los demás.

El depenjoso consume muchos más recursos del Estado que los que proporciona. Recibe mucho más de lo que da. Resta en vez de sumar.

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