Para valorar el estado de Felicidad de los distintos países hay multitud de índices que, dependiendo de los factores que se analicen, pueden dar resultados completamente dispares. En aquellos rankings en que se otorga más importancia al nivel económico, veremos a los países occidentales, especialmente escandinavos, en los puestos más altos. En aquellos en que la desigualdad existente en un país es el factor principal, serán los países pobres los que ocupen las primeras posiciones y, en aquellos en que la variable fundamental es el flujo migratorio, de nuevo los países ricos están en cabeza.
El mejor índice que he encontrado es el IPF, el Indice del Planeta Feliz, publicado por la New Economics Fundation. La variable principal para la obtención del índice, la que más puntúa, es la percepción subjetiva de felicidad. Otras variables secundarias tienen en cuenta la expectativa de vida, la huella ecológica, el PIB y el Indice de desarrollo humano de cada país. http://www.happyplanetindex.org/data/
Según este índice, los países en que sus habitantes son más felices son, por orden, Costa Rica, Vietnam, Colombia, Belice, El Salvador, Jamaica, Panamá, Nicaragua, Venezuela, Guatemala, Bangladesh, Cuba, Honduras, Indonesia e Israel. El primer país europeo es Noruega en el puesto 29, en que la población es menos feliz que en Pakistán o Palestina. España está en el 62 y dos países escandinavos, Islandia y Dinamarca, en un paupérrimo puesto: 88 y 110 respectivamente. Estados Unidos ocupa el lugar 105, es decir, peor que Sudán.
Los resultados son sorprendentes y, por supuesto, sujetos a multitud de interpretaciones y críticas, pero creo que dan una visión completamente diferente sobre cuales son las mejores fuentes para que ser feliz sea más fácil.
Mi interpretación de estos datos es que el nivel cultural, social o económico poco tienen que ver con la felicidad. El régimen político o económico de un país tampoco son factores fundamentales.
Analizando los países más felices, me llama la atención que la mayoría son latinoamericanos, especialmente caribeños, y del sur de Asia. Sociedades con una idiosincracia específica que incluye el vivir de manera más pausada, con niveles económicos bajos pero con un alto nivel de autosuficiencia, donde apenas existe pobreza absoluta y en donde la inmensa mayoría de su población tiene unos niveles de vida similares. Además son sociedades que, en general, las relaciones personales son muy intensas, quizás debido a que hay pocas grandes urbes y tienen un mundo rural más importante.
Otra cuestión insólita es que el grado de libertad que otorgan sus regímenes es bastante bajo, sin llegar en ningún caso a una dictadura extrema. La libertad parece que puede ser incómoda para muchos. Sin embargo, la independencia personal, que sí se da en estos países, es un factor favorecedor. Depender poco de los demás y autoabastecerse, mucho más probable en sociedades rurales, debe elevar la autoestima.
El nivel de exigencia material juega a favor de estos países y en contra de los más avanzados económicamente. También el grado de exigencia social, bastante más bajo en los países más felices, es un factor a tener en cuenta. El nivel educativo y cultural, que nos hace sin duda más libres y menos manipulables, podría parecer como algo que nos debería hacer más felices, pero es justo al contrario, quizás porque genera un mayor grado de exigencia personal y social.
En el otro extremo, los países menos felices son en su gran mayoría países que sufren pobreza extrema, casi todos africanos, y los países del golfo persa: Catar, Bahrein, Emiratos Arabes Unidos, Kuwait. En estos últimos, una dictadura moral férrea quizás el sea el origen de sus pobres resultados.
Así pues, el mal llamado Estado del bienestar nada tiene que ver con la felicidad si no que está más relacionado con el nivel que con la calidad de vida. Los países que presumen del mismo están en unos niveles medios-bajos de felicidad.
Si realmente queremos Estados del bienestar hay que mirar a países con maneras de vivir y de ser que poco tienen que ver con el consumo y sí con la austeridad, la riqueza de las relaciones interpersonales y la independencia personal.
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