miércoles, 29 de octubre de 2008

Las (malas) costumbres

Creo poder identificar cuatro tipos de costumbres:

Costumbres sociales o protocolarias.
Costumbres gestuales.
Costumbres ahorradoras de energía.
Costumbres emocionales.

Las costumbres sociales las adquirimos a través del aprendizaje. Son distintas según la cultura en que nos movamos. Abrir la puerta y ceder el paso, estrechar la mano, dar dos besos, comer de determinada manera, etc. Son una forma de comunicación interpersonal que facilita la convivencia. Muchas veces confundimos la buena educación con el manejo brillante de estas habilidades sociales.

Las podemos cambiar, sin demasiado esfuerzo, si debemos cambiar de entorno social.

Las costumbres gestuales pueden ser propias aunque también las podemos adquirir a través del aprendizaje. Las articulamos a través de nuestra propia expresividad corporal. Reflejan, sobre todo, emociones. Un buen observador puede conocer mucho mejor a una persona a través de sus gestos que de sus palabras. Hay expresiones verbales que son una forma de gesto.

Las podemos cambiar, pero puede resultar muy complicado.

Las costumbres ahorradoras de energía. No podríamos conducir con la relajación que lo hacemos (quién pueda) si no hubiéramos mecanizado todos los gestos necesarios, ni la secretaria podría escribir a esa velocidad ni podríamos andar, nadar o ir en bicicleta con la gracia que nos caracteriza. Las aprendemos a base de repetirlas una y otra vez con el fin de hacernos la existencia más cómoda y centrar nuestras energías en otros aspectos que lo requieran.

Las podemos cambiar para perfeccionarlas y conseguir mejores resultados con el mismo o menor esfuerzo.

Las costumbres emocionales son las que más me interesan, tanto a nivel conceptual como a nivel práctico. Nuestro buen amigo Olegario (ver el post previo) no se negaba a utilizar costumbres sociales, gestuales, o ahorradoras de energía, pero se negaba a dejarse llevar por las costumbres emocionales. Lo que nos ha ido supuestamente bien lo tendemos a repetir. Nos hace la vida más cómoda, no hay que pensar u observar tanto, porque podemos automatizarlo todo.

Nuestro cerebro está bien provisto para el ahorro y es realmente vago. El cerebelo es un auténtico experto en hacer lo que los informáticos llaman macros: con darle a una tecla sale automáticamente todo lo que se ha guardado asignado a esa determinada tecla. Además, las redes neuronales tienden repetir los mismos circuitos para realizar determinados actos.

Creo que este tipo de costumbres son, en general, negativas. Nos “acostumbramos” a las cosas buenas que nos trae cada día y, al estar automatizadas, no las disfrutamos ni las vivimos de verdad....sólo las repetimos.

Reivindico disfrutar cada mañana del cafelito, las tostadas, haciéndolas conscientes, saboreándolas sin fin, disfrutar del crujido, el sabor del aceite, el aroma del café. Reivindico la ducha, no como acción de asearnos, sino como fuente de vida y de placer. Disfrutar y ser consciente de cada gota de agua que resbala por nuestra piel. Sentir como la toalla nos seca y nos deja el olor de limpio y la sensación de renovación. Disfrutar del paseo hacia el trabajo, fijándonos cada mañana en ese nuevo nido, esa hoja que pugna por abrirse paso, ese capullo de ayer convertido hoy en flor. Disfrutar de tener trabajo con el que nos sentimos útiles y nos ganamos el pan. Disfrutar de los hijos, la pareja, la cama, la cervecita sorbo a sorbo, la calidez del hogar, el silencio, del beso, del abrazo, la caricia. Hacer plenamente consciente nuestro presente con todas sus pequeñas cosas que, si las perdiéramos, las echaríamos de menos.

Nos acostumbramos también a lo negativo, y no me refiero a asumir lo que no tiene remedio, sino a darnos de bruces siempre contra los mismos postes. Si nuestras conductas, nuestra manera de ver la vida, nos lleva tantas veces al pozo de la amargura ¿porqué las repetimos una y otra vez?. El sufrimiento lo solemos achacar a la mala suerte, y en un 10% de las veces es verdad, pero en el restante 90% esa mala suerte se debe a que somos cómodos, muy cómodos y lo automatizamos todo, no estamos dispuestos a cambiar, a dejar nuestras costumbres vitales porque nos proporcionan una falsa ilusión de seguridad.

Estas costumbres, no sólo se pueden, sino que se deben modificar.

Propongo, y me propongo, una buena costumbre: sentir al máximo de nuestras capacidades, aprender a ser virgen, a vivir las emociones como algo eternamente novedoso, acostumbrarnos a no acostumbrarnos. Como he dicho en otras ocasiones, la comodidad es la mayor fuente de nuestras incomodidades.

6 comentarios:

Ina dijo...

Bravo Juan. Pero sigo sin estar totalmente de acuerdo. No podemos celebrar cada paseo al trabajo como si fuera el primero, porque el día a día nos demanda atención sobre nuevos problemas y pone a prueba nuestra capacidad para resolverlos. Y es lógico que eso requiera tanta energía que nos obligue a llevar el piloto automático en muchas otras cosas que pueden ser "per se" placenteras también. ¿Nunca os habéis propuesto variar un recorrido para comprar algo en una tienda determinada, por ejemplo, y llegar al portal de vuestra casa sin saber ni como, y por supuesto por el camino habitual y sin compra?

Juan dijo...

Puede no ser cada paseo. De cualquier forma, abrirse de esa forma al mundo relaja muchísimo. No sólo resta sino que suma muchas energías.

Muchas veces llevamos el piloto automático ¿para qué?. Para darle 80 vueltas más al problema que en ese momento nos ocupe. Esas 80 vueltas sí que restan una enorme cantidad de energía.

Un abrazo Ina

Celadus dijo...

Es verdad que el día a día nos plantea nuevos retos que hay que resolver, pero nada nos impide disfrutar del camino al trabajo o a casa salvo nosotros mismos. Pensar durante el amino en lo que te espera al legar al trabajo es una opción personal, nada ni nadie te obliga a ello, salvo que sea estrictamente necesario (porque tengas que dar una charla o una presentación de algo o una tarea nueva que no dominas y quieras repasarla por el camino) pero eso serán casos muy, muy excepcionales.
Y lo mismo se aplica al resto de las actividades del día. Es algo tan sencillo que nos cuesta un mundo poderlo hacer: cuando comemos, simplemente comamos; cuando caminemos, simplemente caminemos...
Buen repaso a las costumbres, Juan. Soo he echado en falta las costumbres sexuales ;). Aunque ahora que recuerdo, esas ya las comentaste en un post anterior.

Juan dijo...

Gracias Celadus. De acuerdo con tus apreciaciones.

las costumbres sexuales podrían incluirse dentro de las emocionales perfectamente. Vivir cada beso como si fuera el primero

Lenka dijo...

Parece tan fácil... y lo difícil que es prescindir de ese piloto automático.

Se me ocurre una cosa. Cuántas veces no somos capaces de disfrutar de algo porque nos anticipamos a un final desagradable? A mí me ha pasado miles de veces. Lo curioso es que ese final desagradable se produce. Será porque esas macros de nuestro cerebro reconocen ciertas pistas (recuerdas lo de los "poderes", Juan??) y ya se ven venir el leñazo? Pero es curioso, no solemos renunciar a ese camino, digan las macros lo que digan, aunque estemos convencidos de la piña que se avecina imparable. Somos tan mortalmente vagos que nos conformamos con ese final que vemos venir, nos aferramos tanto a lo conocido, somos tan cobardes que no nos planteamos una alternativa por miedo a lo desconocido?? Es esa la falsa seguridad de la que hablas? Sé que esto me saldrá mal, pero aquí me quedo, porque total, este porrazo ya me lo conozco. Preferimos eso a la posibilidad de cambiar de rumbo y que algo salga bien???

Y ya para rematar... cuántas veces nos hemos dejado arrastrar por el prejuicio de las macros y hemos provocado una profecía autocumplida?? Y si aquello podía salir bien y lo hemos dejado morir resignados a que se estropeara? Y si se estropeó precisamente porque no luchamos lo bastante, por abandonar, por darlo por imposible, otra vez por vagos, cobardes o comodones??

Me voy a callar, que me duele la cabeza de oírme!!!!

Juan dijo...

Vaya Lenka, menudas preguntitas. Creo más bien que te las estás haciendo tú y no a mí, y me parece estupendo.

Cuando tenemos algún problema, el primer paso, y posiblemente el más complicado, es reconocerlo. Ese reconocimiento se suele producir a través de preguntas que te vas haciendo (como las tuyas).

Responderlas requiere de una alta capacidad de autocrítica y sinceridad con uno mismo. Sabemos culpar al entorno de nuestras problemas y solemos ignorar nuestra propia responsabilidad. Pero nuestro entorno es difícil de cambiar, o al menos, mucho más difícil que cambiar nuestras actitudes.

Si no eres capaz de disfrutar de algo porque anticipas un mal final posiblemente no se debe ni de comenzar. Por dos razones, si anticipas un mal final, no te entregas con confianza y al 100%, así las posibilidades de éxito disminuyen. Por otro lado, la "brujilla" que llevas dentro, se puede equivocar, pero también la hay que tener muy en cuenta para no estrellarte una y mil veces contra el mismo poste, en ese caso, hay que renunciar a ese camino, buscar alternativas, afrontar con bravura un cambio, no dejarse llevar por la costumbre.

"¿Y si aquello podía salir bien?". Pero es que siempre tenemos que elegir y, el que elige, lo hace con todas sus consecuencias, lo que gana y lo que ha perdido por no haber tomado la decisión contraria. Esto no nos puede paralizar. Hay que tomar un camino porque no podemos tomar 10 caminos a la vez, y afrontarlo con todas sus consecuencias. Nadie dijo que ser libre fuera fácil.

"cuántas veces nos hemos dejado arrastrar por el prejuicio de las macros y hemos provocado una profecía autocumplida??"

De eso se trata Lenka, no te estrelles dos veces contra el mismo muro. No actúes de forma automática. Deja la costumbre que te ha llevado siempre a un fracaso y escoge otra vía.

Un abrazo Lenka. Es un honor tenerte de contertulia.