miércoles, 15 de octubre de 2008

Preocupaciones

Preocupación: lo que sucede antes de ocuparse de algún problema. ¿Alguien ha conseguido resolver algún problema por el hecho de preocuparse? Supongo que no. Así pues, estamos hablando de un sentimiento que hace sufrir y no sirve para nada. ¿O sí? Ya lo veremos más tarde.

Toda preocupación nace del miedo y, el miedo, es el principal estimulante del Sistema Nervioso Simpático, que hace segregar adrenalina y otras sustancias similares, que provocan taquicardia, aumento de la respiración, mayor aporte sanguíneo al cerebro, tensión muscular y otras muchas acciones en el organismo tendentes a prepararnos para luchar o huir del peligro. Es el sistema de stress, absolutamente necesario para la supervivencia de las especies. Es nuestra protección ante los peligros de la Naturaleza.

Desgraciadamente, nuestro sistema de stress no es capaz de diferenciar el miedo producido ante la presencia de un león y el que se deriva de tantas “amenazas” de nuestra vida diaria. Si “vemos” cada día cien leones, nuestro sistema de stress se activa otras tantas veces. Lo que en un principio era fundamental para nuestra subsistencia se convierte en nuestro mayor enemigo.
Nuestro organismo no está capacitado para un estado hiperadrenérgico continuo y aparece la ansiedad y todo un cortejo de síntomas producto de ese exceso de adrenalina: respiración suspirosa, opresión en el pecho, estado de hipervigilancia, dolores musculares múltiples, cansancio, mareos, dolores de cabeza, acorchamiento en distintos sitios de nuestro cuerpo, estreñimiento, diarreas o ambas sucesivamente, dolores abdominales o insomnio. Es entonces cuando hablamos de las “víctimas del stress”.

TIPOS DE STRESS

Hay dos tipos de stress:

Uno viene “de fábrica”, que es el que nos hace reaccionar ante un peligro inminente para nuestra integridad: el stress positivo. Este tipo de stress es universal, todos lo tenemos y todos lo necesitamos. Incluso hay personas que lo potencian, que lo necesitan para sentirse más vivos. Algunas atracciones de feria o algunas actividades, como tirarse de un puente, consiguen una ración de adrenalina que, al ser puntual, nos proporciona placer.

Otro es aprendido o adoptado. En nuestra civilización se han sacralizado el sufrimiento y el miedo. “Niño, ten cuidado que te puedes caer”, “no hagas tal o cual cosa que te puede suceder….”. Vislumbramos mil peligros en todo. Enseñamos a nuestros hijos, no desde la lógica o el sentido común, sino desde la perspectiva del miedo, con lo que potenciamos en ellos una visión de la vida en que, las preocupaciones, siempre deben estar presentes, siempre hay que estar alertas. También los medios de comunicación son muy dados a las “alarmas”: alerta naranja por una ola de calor en Sevilla, como si en Agosto en Sevilla hubiera que alertar a alguien de que van a hacer 40º. Pero esa sensación de alerta, activa el miedo de muchos y, lo que es normal, se convierte en una amenaza.

La preocupación, en ocasiones, puede ser utilizada, consciente o inconscientemente, como una manera de controlar, o incluso, manipular a los demás. Esos padres que esperan a sus hijos levantados “muertos de preocupación”, y lo hacen bien visible para que los hijos se sientan culpables de su falta de descanso, puede ser uno de los miles de ejemplos que todos hemos sufrido alguna vez. Esta es la preocupación con la que se obtienen réditos.

Así pues, las preocupaciones pueden tener una o varias víctimas: la que se preocupa y el o los que son motivo de la preocupación.

A mí nunca me ha gustado que se preocupen por mí. Me pueden decir que lo hacen por amor, pero es falso. Lo hacen por miedo a la pérdida, en el mejor de los casos o como forma de manipulación, para conseguir que haga lo que el otro quiere, en el peor. Para demostrar amor creo mucho más razonable y positivo la confianza y el respeto: “haces esto que me preocupa, pero confío en ti y te respeto”. Incluso cuando me estoy equivocando, prefiero que me informen de mi posible error, pero respeten mis decisiones por muy erradas que sean. La mayor forma de respeto es dar libertad al otro, aun sabiendo que se está equivocando porque, de mis errores, es de donde más he aprendido, cuando más he madurado.

¿HAY SOLUCIONES?
Sí, aunque no es fácil. Desaprender lo aprendido siempre es posible, aunque supone un esfuerzo importante. Quizás la mejor vía, aunque no imprescindible, es acudir a un buen psicólogo.
Hay que aprender a ocuparse de los problemas y no a preocuparse por ellos.

Asumir que no todo puede ser controlado y, lo que sí puede controlarse, muchas veces es mejor no hacerlo.

Es preferible adaptarse al mundo que intentar adaptar el mundo a nosotros.

Lo que es rígido puede ser más duro pero, sin lugar a dudas, es más fácil de romper. La flexibilidad es un valor que nos ayuda a ser felices y facilita el respeto a los demás. Las cosas no sólo se pueden hacer como nosotros las hacemos ni las únicas ideas válidas son las nuestras. Ser flexible con uno mismo y con los demás es el primer paso para respetarnos y respetar.

Educar no consiste en asustar o alarmar, sino en informar y, en ocasiones, castigar. Los niños aprenden poco de nuestras palabras y mucho de nuestros actos. Evitar que se equivoquen (siempre que no sean errores excesivamente graves) es crear irresponsables e inmaduros.

Hay que ser realistas y aplicar la lógica. De esta forma, posiblemente muchas de las cosas que nos preocupan y las vivimos como grandes problemas, no sean más que, en la mayoría de casos, pequeños contratiempos. Me ha ayudado mucho dividir los eventos en tres opciones: lo esencial, lo importante y lo banal. Lo esencial es aquello que es imprescindible para la vida: comida, techo y aire para respirar. Lo importante es la salud, el amor, la amistad y poco más. Todo lo demás es banal. Ganar 700 euros al mes sólo es un problemilla banal. Da para comer, tener techo y aire. No es incompatible con la salud (si decides no preocuparte), el amor ni la amistad. Habrá cosas agradables que no podremos hacer, pero lo esencial y lo importante lo seguimos teniendo. Puedo decir que yo he vivido con bastante menos y seguí siendo muy feliz.

El perfeccionismo es fuente inagotable de preocupaciones. Cuando todo tiene que ser perfecto, hay muchas cosas que pueden fallar y que requieren nuestra atención: hay mucha presión y mucha preocupación. Por otro lado, nada ni nadie es perfecto y, si el perfeccionista no es perfecto, nunca terminan de salirle las cosas como a él le gustaría siendo una fuente inagotable de insatisfacción, cuando no de culpabilidad, por no conseguir ser superman o superwoman. Me apena que momentos que tendrían que estar llenos de felicidad e ilusión, como por ejemplo una boda, termine siendo un calvario para los novios. Todo tiene que salir perfecto y la ilusión se troca en preocupación durante meses. Esto nos lleva al siguiente apartado.

Hacer que nuestra vida sea lo más simple posible. Nos complicamos en exceso. Vivir a 50 Km de nuestro trabajo, escoger un colegio a 15 Km de nuestro domicilio, hipotecarnos en más de lo que podemos por tener 10 metros más, trabajar como locos para ir una semana al Caribe y un larguísimo etcétera de materialismo disfrazado de “cosas necesarias” para vivir que, en vez de hacernos más libres, nos esclavizan y nos proporcionan enormes preocupaciones cuando empiezan a aparecer las facturas.

No es fácil, pero no es imposible. Todo lo que merece la pena cuesta trabajo. El famosísimo “pero no te preocupes”, no sirve para nada, sino todo lo contrario. En última instancia, si no sabemos como cambiar, siempre tendremos la opción de acudir a un buen psicólogo. También puede dar buenos resultados la meditación oriental (aunque no tengo experiencia personal sí que conozco casos en que ha resultado una ayuda muy eficaz), distintos tipos de ejercicio físico (Taichi, Chikun, yoga, Pilates). Pero hay algo que nunca puede faltar: el esfuerzo personal.

2 comentarios:

Celadus dijo...

El esfuerzo personal es imprescindible, es cierto, pero para esforzarnos, antes debe darse un paso previo: tomar consciencia de lo que nos ocurre. El estar preocupado es algo tan habitual en la mayoría de la gente que no ya es que nos parezca normal preocuparnos por las cosas o personas "que nos importan" sino que llegamos a considerar anormal o negativo a quien no se preocupa. Tendemos a considerar a esas personas como poco sensibles. Pareciera que el sufrir y el preocuparse es lo que nos hace humanos.
Incluso cuando uno llega a comprender las consecuencias negativas de vivir de esa manera, cuesta mucho trabajo cambiar de hábitos. Eso es normal, porque llevamos muchos años programándonos de cierta manera y es lógico que se necesiten años más para desprogramarnos, aunque hay quien necesita mucho menos tiempo.
Es una entrada muy interesante. Te recomiendo el libro que Kaken puso en el foro y en su blog, "Vivir es un asunto urgente", de Mario Alonso Puig. Estoy seguro de que te va a encantar.
Un abrazo.

Juan dijo...

El libro está en la agenda, jejejeje.

Tienes toda la razón. El primer paso para la solución de cualquier problema es ser conscientes que existe el problema.

Un abrazo.