Proceso científico versus dogmatismo.
Cuando se piensa en un científico se suele tener la imagen de un genio medio chiflado, que sabe un montón de matemáticas, física o química.
Este no es el concepto que tengo. El científico para mí es una persona curiosa que no se conforma con las verdades dogmáticas. Cuestiona lo aprendido y desaprende cuando la evidencia lo demuestra.
Un científico se caracteriza por utilizar lo que se denomina método científico, que no es otra cosa que sentir curiosidad por lo que le rodea, preguntarse los porqués y someter a la experimentación y a la prueba las hipótesis midiendo con precisión los procesos observados.
La ciencia no sólo nos hace vivir más cómodos o matar de forma más eficaz (como cualquier herramienta humana puede ser positiva o negativa según el uso que le le dé), para mí va mucho más allá de lo material: tiene unas enormes posibilidades pacificadoras y solucionadora de conflictos. La extensión popular de la ciencia es el mejor fortín contra la sinrazón y violencia de los actos derivados del pensamiento dogmático.
Nos educan (adoctrinan) bajo un perfil autoritario. Nos dicen lo que está bien o mal. La discrepancia sobre los principios aceptados por la mayoría de la sociedad, habitualmente basados en la “tradición más que en la razón” provoca rechazo social.
Gran parte del sufrimiento ocasionado a lo largo de los siglos se debe a actitudes dogmáticas en la búsqueda de soluciones. Se culpa de la mayoría de nuestras penas, sin prueba ni fundamento científico, a los herejes, judíos, banqueros o cualquier colectivo que nos indiquen nuestros prejuicios.
Al dogmático le será cada vez más difícil catequizar, a medida que la gente descubra que el método científico da respuestas donde antes sólo podía existir la fé.
Como dice Eduard Punset: “La substitución progresiva del conocimiento, o más bien del desconocimiento dogmático, por el proceso científico conduce, inevitablemente, a sociedades más abiertas, menos herméticas; más cuestionantes, menos intransigentes; más dadas al consenso, menos impostoras; más justas y menos insolidarias.”
Por supuesto, siempre habrá incrédulos con la ciencia y crédulos para la fé, pero irán siendo los menos.
La ciencia intenta acabar con el dogmatismo pero, para conseguirlo, ella misma debe erradicar su propio dogmatismo. No vale aquello de: lo que no se puede demostrar no existe. Más bien hay que cambiarlo por “lo que no se puede demostrar es porque aún no existe la herramienta adecuada para medirlo.”
Otra cuestión, que puede servir para otra reflexión, es la calidad (o más bien, la total falta de calidad) de muchos experimentos científicos. Lo que es cierto es que la herramienta, el proceso científico, es magnífica. Un magnífico pincel en las peores manos, nunca va a proporcionar un buen cuadro.
2 comentarios:
Pues sí, aún con todos sus defectos, ¡Que viva la ciencia y la madre que la parió!
P.D: Leches, que rápido está creciendo esta criatura, jajaja.
Pues sí, creo sinceramente que la ciencia tiene un potencial liberador enorme.
Un abrazo
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