viernes, 6 de febrero de 2009

Amor al trabajo

Quería ser maestro. Ha sido mi gran vocación. Es posible que me influyera una serie titulada “Crónicas de un pueblo”, maravillosa en su momento pero me temo que no ha sabido envejecer. Me imaginaba rodeado de niños, abriendo puertas y ventanas al exterior. Nunca pensaba en las matemáticas, física, química o literatura, sino en la vida más allá de los libros de texto.

No me hubiera gustado atiborrar de materias a los críos. Hubiese preferido abrir el camino del amor por los libros, descubrir las mil aventuras que esconden sus páginas, el misterio que se esconde detrás de las tapas. Las sonrisas, lágrimas y cariño que derramaron los autores en cada palabra. La necesidad de plasmar en un papel el sentimiento que desborda el alma del que escribe y la posibilidad de transmitir esa misma sensación al que lo lee.

Hubiera querido no transmitir valores, ni siquiera los míos, sino cosas infinitamente más importantes como el amor y la comprensión por los demás. Ponerse en los zapatos del vecino y caminar un trecho con ellos antes de criticarlos. Actuar según la conciencia de cada uno pero responsabilizarse de los actos cometidos.

Hubiera querido transmitir la enorme fuerza de los errores cuando se asumen y son fuente de crecimiento.

Hubiera intentado hacerles comprender que pensar es positivo, nos hace más libres al acercarnos más a nuestra esencia, a nuestras capacidades. Pero dar vueltas en círculo a una obsesión no es reflexionar, sino una trampa que paraliza.

Les hubiera dicho que quejarse alguna vez es humano, pero ser quejica es pueril. Reclamar lo que consideramos justo es más útil que la queja.

Les hubiera contado que un buen juez nunca condena a una persona, sino a una acción cometida por ella.

Les hubiera abierto los ojos a la pasión por la investigación, por la innovación. Siempre hay algo, en cualquier actividad que emprendamos, en la que cualquiera pueda hacer las cosas de manera diferente a lo establecido. Mil y una veces nos daremos cuenta que no hemos mejorado lo que había y quizás, sólo quizás, a la que hace mil y dos, consigamos nuestro objetivo y, tras obtener el éxito, nos daremos cuenta de lo mucho que hemos disfrutado y vivido intensamente los mil y un intentos fallidos.

Les hubiera hecho reír en cada clase, como mínimo una vez. Y, al menos una vez al día, hubiera intentado que estallaran en una gran carcajada, de esas que nos hace soltar lágrimas, para que una vez producidas, se dieran cuenta que las lágrimas son los sentimientos que florecen en nuestros ojos y esas flores, nunca las deberíamos ocultar, porque robaríamos a los demás la posibilidad de contemplar su belleza.

Les hubiera llevado de excursión, al menos una vez por semana. Porque los árboles se estudian en medio del bosque, porque las hojas se comprenden mejor cuando están verdes en las ramas y amarillas en el suelo, porque las vacas no son una caja de leche ni los terneros un filete de carne. La pintura no consiste en la fecha de nacimiento de un pintor, sino en los colores que conforman toda una vida. Que detrás de la tostada que comemos por la mañana hay mucho sudor. Que para disfrutar de nuestros pequeños o grandes lujos o satisfacer nuestras necesidades, hay personas que trabajan duro y que debemos respetarlas de la mejor forma posible: amando nuestro trabajo…..aunque no nos guste.

Soñaba que esos niños, cuando fueran adultos, nunca recibirían un premio nobel, pero construirían junto a otros un mundo más humano.

22 comentarios:

Kaken dijo...

Juan, pienso que no has dejado de ser maestro, quizás no de la manera en que tu soñabas exactamente, pero no tienes más que repasar tu vida para concluir que estás realizando tus objetivos: con tus amigos, con tus hijos, conmigo, con tus residentes y compañeros, con...si le hablas hasta a las plantas, criatuita¡¡¡jajaja

Has sido un buen aprendiz, y no te llega la camisa al cuello si no logras transmitir todo lo que tu crees que puede ayudar a los demás a ser más felices.

ERES MAESTRO, ve creyéndotelo, además....ya te lo dijo Celadus ;-)

Un bes, profe.

PD: lo mejor de un buen maestro es que nunca deja de aprender, y también en eso cumples el criterio...otro bes, ale.

Andrea dijo...

Cuánto me hubiese gustado, de pequeña, tener un maestro así! Muy bonitas tus palabras. Un abrazo.

Elvira dijo...

Hola Juan:

Pues quizás ser médico y ser maestro tienen más cosas en común de lo que parece: en ambas profesiones es básico tener ganas de ayudar (repartir salud o conocimientos... mucho más que conocimientos, pero resumo), ser cálido pero a la vez firme, y que te guste el trato con la gente.

Como todas las profesiones tiene gratificaciones y momentos duros. Quizás la idealizas un poco porque se quedó en un sueño para ti. Pero como dice Kaken se puede ser maestro de muchas maneras en la vida. Supongo que en tu blog de medicina estás haciendo de profe virtual, ¿no? Así has cumplido tus dos sueños a la vez.

Repito la frase de Kaken: "lo mejor de un buen maestro es que nunca deja de aprender". Eso intentamos...

Un abrazo, Juan (me imagino que tus pacientes se alegran de que no fueras maestro :-)

Juan dijo...

Muchas gracias Kaken. La verdad es que no echo de menos mi vocación, la he conseguido sustituir con otras muchas actividades en donde enseñar y aprender se entremezclan como en una trenza.

Hablo hasta con las plantas, jajajjaj, pues es verdad, lo reconozco. Pero es que he aprendido quizás, no tanto a enseñar, como a enseñarme. Tengo muy poco pudor en mostrarme, entre otras cosas porque tengo muy poco que ocultar.

Con las palabras poco se aprende, prefiero aprender de los hechos, de lo que hacen los demás, de sus actitudes ante las dificultades o alegrías. Por eso me gusta ser transparente, tal cual. La expresión que empleo mucho: ser natural.

El pudor sirve de poco, sin ser un defecto, tampoco lo veo una virtud.

Un besillo

Juan dijo...

Andrea, a mí también, te lo aseguro. Muchos conocimientos, la mayoría de los cuales ni me acuerdo, pero lo realmente importante de mi vida, me lo tuve que currar con poca orientación.

En niños pequeños, conseguir que aprendan lo que son los sentimientos, aprender a distinguirlos, desmenuzarlos y sobre todo respetarlos y conocer los porqués de cada uno, van a ser fundamentales para conseguir un equilibrio que después va a servir para el resto de nuestra vida.

En etapas posteriores van a hacer falta muchos conocimientos, pero una persona equilibrada, con amor por los libros, los va a obtener sin apenas necesidad del colegio, de la mejor forma que se pueden conseguir: buscándolos con curiosidad y disfrutando de aprenderlos.

Un abrazo Andrea

Juan dijo...

Jajjja, claro que lo idealizo Elvira. Es un sueño que siempre he querido dejarlo incólume.

Veo a muchos maestros en la consulta, y uno de los problemas básicos que encuentro es la depresión. Personas que se han entregado a su profesión, que les encanta, pero que les han atado las manos y los han entregado a las fieras, con mucha responsabilidad y muchas exigencias, pero sin armas para desarrollar su labor.

La creatividad, por lo que me cuentan, ha desaparecido. Hay que seguir los planes, las directrices a pies juntillas, dar todos los temas sea como sea. Convertir a los niños en loritos y no en personas.

No sé como hubiera desarrollado mi vocación en estas circunstancias, la verdad, pero mi sueño se ha convertido en realidad dedicándome a otras cosas.

Me gusta mucho dar conferencias, sobre todo en asociaciones de pacientes. Me lo paso bomba y consigo que la gente se ría a carcajadas y aprenda sobre la enfermedad de la que se trate. Y en mi labor profesional directa con pacientes, actúo más como consultor que como médico. Receto poquísimos medicamentos y a cambio les indico de que manera pueden vivir o moverse o dormir o sentarse para controlar los dolores y sobre todo, les enseño a hacer ejercicio, que es la manera más eficaz de mejorarlo casi todo.

Así que, más o menos, he desarrollado mi sueño, no con niños, desde la raíz, sino sobre la planta ya crecida.

Un abrazo Elvira

Lenka dijo...

Habrías sido un gran, gran maestro. Y lo eres, aunque no del modo que soñabas. Pero lo eres igualmente.

Sra de Zafón dijo...

Pues eso ...maestro :-)

Lo que no estoy de acuerdo es en que la creatividad haya desaprecido de la escuela, no la practica quien no quiere, quien es cómodo y temeroso. ( y estoy hablando del profesorado) Es verdad que los contenidos y curriculums pueden ser como autopistas, sin entradas ni salidas hacia ningún lugar que no sea el destino final, pero en el profe está hacer de ellas un camino comarcal :-)
Tú en la escuela lo harías genial, Juan, pero me da que tienes ya más alumnos de los que desarías tener...Y que con algunas personas estás deseando poder comportarte de igual a igual y no como un eterno maestro. Intuición de vaca por algunas de tus nada más.

Besos

Sra de Zafón dijo...

de tus palabras, (hoy me como todo)

Juan dijo...

Gracias Lenka por tus palabras.

Pero como dice bien Chusa, más que enseñar, en la actualidad me gusta interactuar. Un toma y daca. Yo me ofrezco, tú me ofreces y nos recibimos mutuamente.

Como puse en algún post anterior, me resulta extremadamente importante saber recibir al otro, incluso más interesante que dar. No concibo mayor generosidad que la de saber recibir a los demás.

Es cierto Chusa que hay excepciones (maravillosas excepciones y conozco alguna) y que el que quiere ser creativo en cualquier ámbito, lo puede ser, aunque tenga el entorno en contra. Pero en un sistema más abierto, menos dirigista, menos burocratizado, la innovación no sería la excepción sino la regla. La burocracia y la mente cuadriculada en el poder es un enémigo acérrimo de los cambios y, por ende, del creativo.

Un abrazo a las dos

Cris dijo...

Qué bonito, Juan. Creo que has hecho lo que querías, pero no en un colegio, sino día a día, enseñando y siendo el maestro de las personas que más quieres.
Besos.

Juan dijo...

Muchas gracias Cris, pero no soy el maestro de las personas que más quiero, también soy su alumno.

Hay veces que me ha dado la impresión que cuando más he enseñado es cuando he aprendido a través de alguien.

Se me dan muy mal los discursos típicos del catedrático. Yo arriba, todo sabio y estirado y los demás abajo, calladitos y tomando apuntes. Cuando he dado una conferencia, siempre he intentado no subirme a ningún sitio, sino pasear entre el público asistente, a ser posible sin micrófono, si la sala no era excesivamente grande y, más que dictar la conferencia, he intentado establecer un diálogo con los asistentes. Se supone que quien más sabe sobre el tema a tratar soy yo, pero si hablo y hablo....y no escucho, me da la impresión que van a salir diciendo:

¡¡¡Cuánto sabe este tío¡¡¡

Pero lo que yo quiero que digan al salir es:

¡¡¡Cuánto he aprendido hoy¡¡¡.

Muchas gracias Cris. Un abrazo

Io dijo...

Que hermosa exposición para describir la esencia de la enseñanza!

Yo siempre quise tener un maestro como el que tú hubieses querido ser. El aprendizaje puede ser divertido y enriquecedor o aburrido e insufrible. En mis años de colegio, fue más bien lo segundo.Digamos que las monjas no tenían una mente muy abierta a la hora de transmitir conocimientos. He aprendido mucho más de los libros, de mis amigos, de mis propios errores, de los guiños que te hace la vida para que intuyas cuando te equivocas y cuando no.

Y es una pena, porque un niño es un campo de cultivo virgen en el que se puede sembrar la inquietud, la curiosidada, la empatía, y tantas de las cosas que has descrito en tu magnífica entrada.

No lamento que eligieses ser médico, porque nadie se ha perdido al maestro que eres. Sin embargo, si hubieses decidido ser maestro, si que se hubiese perdido a un gran médico.

Enhorabuena, maestro. Como te he dicho tantas veces, yo contigo siempre aprendo algo, y además me divierto haciéndolo.

Mil besos!!!

Juan dijo...

Muchas gracias Io.

Contigo, como con tantos de los comentaristas, yo también aprendo y por eso me gusta tanto este mundo bloguil.

Mi colegio era de curas (los hermanos maristas) y no tengo buenos recuerdos de mi paso por allí. Su objetivo era hacer niños dóciles mediante una disciplina muy férrea cuando no francamente violenta.

Conseguían sus objetivos las más de las veces: sacar hombres de "provecho", pero del provecho según sus puntos de vista, osea, tiburones agresivos con éxito económico en sus negocios y muy muy religiosos.

Creo que fallaron conmigo, sobre todo en lo de religioso, jejejejeje.

Un abrazo Io.

Celadus dijo...

Como te ha recordado Kaken, en efecto ya te lo dije en su día: eres un maestro. Y esta entrada tya me reafirma en mi opinión.
Un abrazo, Juan.

Juan dijo...

Muchas gracias Celadus, pero como ya te dije en ese mismo día, prefiero ser un amigo.

Un abrazo, amigo

Celadus dijo...

Una cosa no excluye a la otra, amigo ;)

Sra de Zafón dijo...

Buenas noches, Juan, vengo del establo a probar si ya no hay que meter palabras raras para entrar a tu cuadro :-)

Aprovecho para pedirte de profe, jajajaja, ya te pedí de papi hace tiempo.

Un abrazo

Sra de Zafón dijo...

Ya no hay que escribir cosas raras, Juhuuuuu. MUUUUUUUUUUUU!!! jajajajajajaja!

Juan dijo...

Pues sí, las palabras raras ya no existen,jejejejeje. ¿Mira que si ahora las echo de menos?.

Un abrazo.

Lenka dijo...

Hala, es verdaaad!!! Conste que tenían su gracia, algunas palabras sonaban a insulto y otras a conjuro, jejeje.

Pero mejor así, que a mí tu blog siempre me hacía escribirlas dos veces (seguramente porque pensaba: no... no puede ser... todo ese ladrillo?? Pero otra vez?? Qué tía cansina, por dios!!!)
;)

Kaken dijo...

Pues a mí lo de histeri me molaba...;-)