domingo, 24 de febrero de 2013

Palabras para una vida 19


Catalanes
Los catalanes tienen mala prensa en Andalucía e intuyo que sucede lo mismo en el resto de España. Y los que peor hablan de ellos son los que nunca han estado en Cataluña o sólo la conocen de haber pasado unas vacaciones de pocos días. Sin embargo, aquellos que han vivido años en aquellas tierras, suelen tener un alto concepto de este pueblo. Los prejuicios se basan en el desconocimiento, por eso, los que no deberían hablar de algo que no saben, son los que más atizan el odio al diferente.

He vivido un año de mi vida en Sardañola y he visitado Barcelona decenas de veces con posterioridad. Este tiempo no es suficiente para conocer a fondo su manera de ser y de sentir, pero sí para desmontar tantos prejuicios que hay en torno a su carácter.

Los políticos han ensuciado la imagen de los catalanes. La cuestión lingüística o el hecho diferencial sólo existe en las mentes de dirigentes, de uno u otro bando, que buscan la confrontación para obtener réditos electorales. No he vivido ninguna situación truculenta con respecto al idioma. Hay un enorme respeto para el que no sabe catalán y para el resto de españoles que viven allí. Ya me gustaría ver ese mismo respeto en el resto de España. Sentirse nacionalista o independentista no es ningún delito y el sentimiento es algo tan íntimo y personal que nadie tiene derecho a ponerlo en duda ni criminalizarlo. Cada persona se conmueve, llora o ama aquello que le llega al corazón y, si observa que le atacan por sentir lo que siente, se distanciará irremediablemente del que le reprocha. 

Nunca me ha gustado el patriotismo que se basa en la diferencia para sembrar odios. Sí creo en cambio en el somos como somos por lo que hemos vivido, no porque seamos distintos. En el fondo, los humanos somos animales que nacemos iguales y que nuestro entorno se encarga de modelarnos de distintas maneras, y esto se debe considerar como una riqueza y no como fuente de conflicto. Este es el patriotismo que percibo en Cataluña, no en sus políticos, pero sí en su pueblo. Por contra, veo mucho patrioterismo en una buena parte de españoles que, con sus prejuicios, alejan cada vez más a Cataluña de España. Si sólo dialogaran los pueblos, en vez de hablar los gobernantes, habrían menos disputas y más entendimiento.

He recibido mejor trato, me he sentido más arropado y he constatado más consideración en Cataluña que en mi propia región. Y no es sólo por tener una mejor educación, si no  porque el que siente que no es querido ni comprendido por otros, se pone mejor en tu piel que el que despotrica de lo que desconoce.

No soy patriota español, andaluz ni cordobés. Mis querencias van mucho más de la mano de mis recuerdos que de mi lugar de nacimiento. No amo Córdoba por haber nacido allí, si no por haber amado en esa plaza, por haberme declarado a la chica que me gustaba en ese bar, por recordar aquella función de teatro en que tanto me divertí, por aquel casino en que estaba tan nervioso antes de sacar a la morena que me gustaba, por aquella higuera, aquel algarrobo, esa escalera, aquel callejón, este cine o esa sierra infinita en que me perdía con mis amigos, ese barrio en que cantaba con la pandilla, ese portal en que te robé un beso. Cuando paseo por Córdoba disfruto de su belleza pero, sobre todo, disfruto de esa vida que jamás volverá pero que ha moldeado mi ser y mi sentir.

No era eso lo que pensaba de Córdoba aquel verano. La evocaba en blanco y negro mientras vivía a todo color y en alta definición en mi nuevo, aunque coyuntural, hogar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Un abrazo desde Cerdanyola. Un texto muy respetuoso y real, que refleja la verdad de la convivencia en diversidad que tenemos en Catalunya