miércoles, 4 de abril de 2012

La primavera árabe termina en invierno islamista

Cuando en Túnez comenzó la revolución, hubo una oleada de simpatía hacia los libertadores del régimen. Siguieron Libia, Egipto, Yemen y Siria.

Capté un exceso de optimismo en los que apoyaron estos movimientos, claramente justos. El mundo árabe, desgraciadamente, no está preparado aún para la democracia. La incultura, el medievalismo de un Islam extremista, las características feudales de sus sociedades y una emocionalidad excesiva son características poco edificantes para construir un Estado de derecho.

Sus dirigentes, muchos de ellos muy occidentalizados, han hecho muy bien su trabajo. Han procurado pan y agua para sus pueblos, pero no libros. Saben que sólo la democracia que se construye desde los cimientos tiene buenas posibilidades de sobrevivir. La que empieza en los tejados se derrumba para dar paso a las estructuras mejor conocidas por la población, en este caso las religiosas.

Irán fue el primer paso. Los demócratas de todo el mundo celebramos la caída del Sha y veíamos con simpatía al viejecito imán Jomeini. Pero a una dictadura injusta le siguió otra aún peor.

La mayoría de los progresistas celebramos la victoria de los valientes talibanes sobre la URSS. Nuevo error. A una Administración nefasta la siguió un régimen mucho más terrorífico.

Por eso, cuando en la primavera del 2011 comenzaron las revoluciones árabes, ya no me alegré. Temí lo que paso a paso se está dando. Cambian una dictadura humana mala por otra peor: la dictadura de Dios, con la Sharía como constitución.

6 comentarios:

Lenka dijo...

Eso no impide que uno sienta simpatía por los intelectuales (que los hay), los trabajadores, los ciudadanos, la gente de a pie, los artistas, los soñadores, toda esa gente que sin duda se merece su primavera y una democracia REAL. Que luego todo se corrompe? Que no lo consiguen nunca? Que terminan en el poder los mismos criminales de siempre con distinto nombre y distinta cara? Al menos el pueblo lo ha intentado.

La sudáfrica negra no se caracterizaba precisamente por su alto nivel cultural, pero pelearon. Consiguieron sus derechos, o como mínimo muchos más de los que tenían. No son el único ejemplo. Yo no sé cuándo es el momento oportuno de que un pueblo se alce contra los dictadores. No sé calcular cuándo están preparados para hacerlo, cuándo se puede confiar en que lo lograrán y lo lograrán bien. Entiendo que el vaso se derrame cada cierto tiempo y lo intenten, aunque sea a la desesperada.

Turquía mantiene separados iglesia y estado. Seguramente no es un país perfecto, si es que alguno lo es. No conozco su historia, no sé cómo lo hicieron, ni cuándo, ni por qué a ellos les salió de otro modo. Qué tienen ellos que les hace diferentes? Investigaré por ahí.

Juan dijo...

Precisamente esa es la gente que me da pena Lenka. Los intelectuales, los soñadores, los que no quieren vivir bajo un yugo eterno. Ellos iniciaron las revoluciones y los religiosos se han llevado el poder. Y sigue siendo así en todos los países árabes.

Turquía no es un país árabe y siempre ha tenido un nivel cultural muy superior, además de unas costumbres, una mentalidad y una manera de vivir el Islam totalmente diferente.

Sudáfrica tampoco es comparable. No hay una religión única y opresora, la mayoría negra, aunque inculta, luchaba por otro tipo de libertad, la igualdad de razas, y esa bandera lleva más fácilmente hacia la democracia, pues por lo que luchan es por la igualdad. Además, aún quitando del poder a la minoría blanca, éstos siguieron llevando la economía del país y aprovecharon sus conocimientos para hacer un país más fuerte.

El mundo árabe es muy diferente en mentalidad, costumbres, temperamento y, sobre todo, en sentido religioso ortodoxo.

No pretendía con la entrada, y me da la impresión que es lo que has entendido, que hayan hecho mal en rebelarse. En absoluto. Me gusta la rebeldía y sólo con gente que se rebele contra la injusticia tendremos un mundo mejor. Pero la impresión que me dio cuando empezaron las rebeliones era que iban a terminar mal, y no por los revolucionarios, sino porque la historia enseña lo que sucede cuando se repiten errores.

La incultura no es el único handicap contra el que se estrella la democracia en estos países. Romper siglos de feudalismo, de fanatismo religioso, de descontrol emocional en un pueblo, no es nada fácil ni rápido. De eso sabemos mucho en España. Fíjate todo lo que hemos tenido que pasar como nación para llegar a un sistema de libertades, imperfecto, pero infinitamente más justo que nada que hayamos tenido previamente.

Pues con el ejemplo de España, que ha sido un fiel reflejo de lo que les sucede a ellos en este momento, fíjate lo que les queda por recorrer. Sólo hay dos países, que yo sepa, que se acercan enormemente a un sistema de libertades: Líbano, aún a pesar de sus múltiples guerras, y Jordania.

Marruecos puede estar preparado para dar el salto, pero han divinizado demasiado al Rey y la única oposición potente es la islamista.

Lenka dijo...

No cabe duda de que les costará. En muchos sentidos ellos están en nuestra Edad Media, cuando atreverse a opinar distinto te costaba la vida literalmente. Me niego a creer que no lo conseguirán. Lo terrible es cuánto tiempo, cuántas vidas, cuánto dolor cuesta lograrlo.

Efectivamente, Turquía no es un país árabe, pero el islam ha sido y supongo que sigue siendo su credo mayoritario. En cambio ellos han sabido separar fe de estado, y eso es primordial. Cuando TODO en un país se rige por un credo, malo. Nefasto.

Juan dijo...

Son las peores dictaduras, las religiosas. El fanatismo es peor y más indemostrable, porque siempre ellos hablan en nombre de Dios, Alá o el que sea.

A nosotros nos ha costado siglos para separar la Iglesia del Estado, y aún colean algunos estigmas.

Lenka dijo...

Sí, porque de hecho no hemos logrado separarlos al 100%. Quedan cosas pendientes.

Juan dijo...

Afortunadamente lo gordo ya se ha conseguido. La Iglesia, aunque aún tiene poder en España, ya no es la que dicta las normas.

La financiación aún colea. Ciertos privilegios también. O legislar en base a moral católica, lo más peligroso. Aunque algunos también legislan en base a sus propias moralidades. Y esto no es de recibo.