Un nuevo mundo
La teoría nos la sabemos perfectamente. Los libros de autoayuda (que horror la mayoría de ellos) campan por sus anchas en las librerías. Nos conocemos al dedillo las mil y una maneras de afrontar nuestra vida con grandes posibilidades de éxito y felicidad. Pero a la hora de aplicar esas recetas tan “lógicas” fallamos una y otra vez.
Son fórmulas generadas desde el pensamiento y puestas en práctica por un ser pensante….y con emociones. Y son precisamente estas emociones las que se rebelan una y otra vez contra la teoría.
Nos educan desde una base puramente racional (no hay más que ver las materias que estudian nuestros hijos) y nos dejan analfabetos del mundo de las emociones. Resultado: no sabemos que hacer con ellas, no las sabemos manejar y, si no las manejamos, ellas nos manejarán y no sabremos por donde nos vienen las tortas que nos estamos dando nosotros mismos.
Me imagino que cada uno tendrá que aprender su propio camino, su manera especial y única de conocerse, ayudado del pensamiento racional, sí, pero no sólo de él. En mis momentos peores me he dejado “violar” por mis miedos, iras, rabias, dependencias, apegos, angustias, traumas, decepciones, alegrías, amores y pérdidas, recuerdos y sueños. Me he entregado a ellos sin huirlos, sintiéndolos…para comprenderlos. Y cuando los he entendido se me ha abierto un nuevo mundo, una forma diferente de sentir, actuar e incluso pensar.
Sentirme amado por una mujer hizo que creyera en mí. Por fin me dejé violar sin miedo por mis fantasmas para descubrir que quien me hacía daño no era mi entorno, ni mis profesores, ni los compañero de clase, ni quien se reía de mis defectos. La lucidez que me proporcionó un beso (bueno, bastante más de uno) me hizo comprender que sólo yo me fustigaba, reaccionando una y otra vez contra los molinos de viento. Deposité mi felicidad y bienestar en lo que los demás hicieran o pensaran de mí.
Los labios de María Dolores me enseñaron el camino. Su amor despertó el mayor amor posible: mi amor propio y, el que se ama, lo hace por encima de sus carencias, errores y desaciertos. Los conoce y, ese conocimiento, lejos de servir como justificación para sus tropiezos, es la mejor arma para comprenderlos y subsanarlos, con responsabilidad pero sin culpa. El que se ama se convierte en un ser libre, no dependiente de lo que piensan los demás.
Destrocé la imagen que creía que los demás tenían sobre mí y la que yo mismo creía y quería dar, a golpe de ternuras y caricias. El amor destruyó la farsa que hasta entonces era mi vida y, en el solar resultante, construí un nuevo Juan, desnudo de rutinas y reacciones, que por fin aprendió lo que significa desaprender. La imagen no es lo importante, la opinión ajena sobre nuestros valores y acciones sirven de poco. Amar nuestros aciertos y errores o mimar nuestras fortalezas y debilidades nos proporcionan el coraje necesario para cambiar lo que sea menester para vivir en paz y equilibrio con los demás.
Tenía todos los ases en la manga, todas las premisas intelectuales necesarias para triunfar como ser humano, pero fue la mirada de una mujer enamorada la que bastó para que la teoría se convirtiera en una forma de entender mi vida y mis relaciones.
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