Si se pregunta a la gente si les gusta la hipocresía y la falsedad, te dirán que no. Lógico. Pero hay sociedades en que estas dos palabras malditas se emplean de una manera demasiado “generosa”. Dos ejemplos perfectos son Argentina y España.
Marcelo Bielsa, entrenador argentino el Ath de Bilbao, hace la siguiente reflexión:
“Viví cuatro años en Chile. A los chilenos les va bien como país. Y les va bien por algo que los argentinos, que somos confrontativos, describiríamos como hipocresía y falsedad, que es ponerse de acuerdo, que es soslayar las diferencias con el otro. Para ir en un mismo sentido hay que tener un margen mínimo de coincidencia".
Palabras que suscribiría punto por punto para España. Somos un país en que ponemos mucho más énfasis en lo que nos separa que en lo que tenemos en común. Cada cual va a su aire y no se intenta llegar a un campo en que nos sintamos a gusto con el que es diferente. Se prefiere la lucha a la concordia y, al que se le ocurre negociar o llegar a acuerdos, es un falso y un hipócrita por no defender sus ideas.
La larga historia negra de España, en buena parte, se debe a esa mal entendida sinceridad. Saber ceder no es sinónimo de “bajarse los pantalones”, sino una condición indispensable para una sana convivencia. Por el contrario, exigir y luchar por imponer/exponer tus ideas contra viento y marea, sin un mínimo de concesiones, es la mejor forma de continuar nuestra centenaria tradición de intransigencia.
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