viernes, 25 de enero de 2013

Palabras para una vida 7


SARDAÑOLA
Sardañola era una ciudad dormitorio, con fuerte presencia de inmigrantes españoles, a pocos Kms de Barcelona. Objetivamente era un pueblo feo, con edificios altos, mal urbanizada aunque bien comunicada. Pero para tantos obreros andaluces, extremeños o murcianos, era la gloria, con viviendas dignas, ambiente tan modesto como honesto, tranquilidad y tantos niños y tan libres como en mi barrio cordobés. 

El catalán estaba prohibido, pero se hablaba y se recibía con total naturalidad. Los andaluces se enorgullecían de comprenderlo, e incluso algunos, hablarlo. En poco tiempo lo entendía y chapurreaba. Con la seguridad que sentía al estar en donde me correspondía, mi tartamudez mejoró y mi timidez disminuyó. Me ofrecía a ir a todas las tiendas para comprar y tener la oportunidad de hablar y aprender catalán. Las dependientas estaban encantadas de enseñarme y se enorgullecían de mis progresos. 

La plaza Buigas servía de aparcamiento, jardín y zona de recreo infantil, todo ello convenientemente separado. Nunca había visto columpios o toboganes y aquello me pareció lo más moderno y divertido del mundo. Todos los andaluces lo sabíamos, en Barcelona sólo había lo mejor de lo mejor. Si en Barcelona no había algo es que no existía. ¡Si hasta tenían metro, rascacielos y escaleras mecánicas¡. El mundo rural de mi tierra era el infierno, las ciudades andaluzas el purgatorio y Barcelona el cielo.

El piso de mis tíos daba a la plaza. Era alegre, luminoso y, desde mi particular perspectiva, enorme. Posiblemente tenía unos 75 metros cuadrados, un salón, tres dormitorios, cocina, cuarto de pila y cuarto de baño. Realmente eran ricos. Tenían una bañera dentro del piso, wáter y bidé. Sólo mi abuela Nati tenía un cuarto de baño similar. Los demás teníamos que salir al patio para llegar al agujero donde hacíamos las necesidades y calentar agua para asearnos en la palangana. 

En el piso descubrí cosas tan sorprendentes como el aseo: tenían ascensor (el primero que vi en mi vida), lavadora automática, hornilla de gas, horno, brasero eléctrico (no tenían que usar picón para el brasero), sillones y sofás y vivían altísimos, en un tercero. Mi tía Flora, que residía en el mismo edificio, era mucho más atrevida, tenía que subir hasta el noveno. 

Pero ninguna de esas maravillas desconocidas se podían comparar con el gran jaulón lleno de canarios y jilgueros y una enorme pecera en el salón. Mi tío era un amante de los animales. Era, junto con los niños, su gran pasión. Tenía un don especial para criar canarios y Félix Rodríguez de la Fuente nunca tuvo un fan tan rendido. Si en cultura general suspendía, en conocimientos sobre animales brillaba como sólo con amor se puede brillar.

En este pueblo y en este piso me esperaban tres meses de verano, o eso decían los meteorólogos, porque no hacía nada de calor. En ese momento me parecían toda una eternidad.

2 comentarios:

Juanjo Valero Romero dijo...

Hola Juan !!

te felicito por tus blogs !!
el "destino" me ha llevado a ellos :)


aprovecho para dejarte el mío por si te apetece pasearte por él ,
un abrazo !!

http://vidapresencial.blogspot.com.es/

Juan dijo...

Gracias Juanjo.