Comprendo lo difícil que es decir que no. Tan difícil como imprescindible para la salud emocional.
Hay personas que parece que llevan un cartel en la frente que dice: venid a mí con vuestros problemas. Y los que llevan ese cartel consiguen que acudan cientos a esa llamada invisible.
Y sólo consigo encontrar tres maneras de afrontar este hecho:
1. “Ser altruista” y ayudar, aún en contra de lo que sientes al hacerlo. Pero esto desgasta y, sobre todo, amplías el cartelito de la frente y más moscas acuden hasta llegar al agotamiento y la decepción. En ocasiones se puede terminar con la famosa frase del “doy más de lo que recibo” o la otra: “y yo cuando recibo”.
2. “Ser egoísta”. El bienestar propio está por encima del bienestar de los demás. Puede llegar a guiar hacia el egocentrismo y a crear unas relaciones insanas que, finalmente, redundan en contra del bienestar que perseguimos.
3. “Ser natural”. Lo intermedio entre el altruismo buenista, en última instancia, “dar a los demás para que me quieran y así ayudarme a quererme más” y el egocéntrico “no dar, sólo recibir porque me lo merezco”. Ese ser natural implica indagar en nuestros sentimientos y sensaciones para dar sólo aquello que realmente queremos dar y no lo que nos exigen/autoimponemos por la imagen de “bueno” que tenemos o, sobre todo, nos han inculcado.
La cultura y moral judeocristiana tiene mucho que ver en el altruismo autodestructivo. Nos meten desde pequeños un chip en el cerebro en el que lo importante no es lo que quieres, sino lo que se espera de ti. De esta concepción nace la sacralización del sacrificio, la bendición del sufrimiento, la obediencia ciega.
Busca en tu manera de relacionarte con los demás lo que haces para que se enganchen a ti. Cuando lo encuentres y lo cambies notarás que las exigencias de los demás bajarán en la misma medida que tu capacidad de ayudar aumentará, porque empezarás a auxiliar porque sale de ti y no porque te lo exigen/ autoimpones. Dejar de ser altruista o egoísta y empezar a ser “natural”.
domingo, 30 de octubre de 2011
miércoles, 26 de octubre de 2011
Sintiendo y pensando
La teoría nos la sabemos perfectamente. Los libros de autoayuda (que horror la mayoría de ellos) campan por sus anchas en las librerías. Nos conocemos al dedillo las mil y una maneras de afrontar nuestra vida con grandes posibilidades de éxito y felicidad. Pero a la hora de aplicar esas recetas tan “lógicas” fallamos una y otra vez.
Son fórmulas generadas desde el pensamiento y puestas en práctica por un ser pensante….y con emociones. Y son precisamente estas emociones las que se rebelan una y otra vez contra la teoría.
Nos educan desde una base puramente racional (no hay más que ver las materias que estudian nuestros hijos) y nos dejan analfabetos del mundo de las emociones. Resultado: no sabemos que hacer con ellas, no las sabemos manejar y, si no las manejamos, ellas nos manejarán y no sabremos por donde nos vienen las tortas que nos estamos dando nosotros mismos.
Me imagino que cada uno tendrá que aprender su propio camino, su manera especial y única de conocerse, ayudado del pensamiento racional, sí, pero no sólo de él. En mis momentos peores me he dejado “violar” por mis miedos, iras, rabias, dependencias, apegos, angustias, traumas, decepciones, alegrías, amores y pérdidas, recuerdos y sueños. Me he entregado a ellos sin huirlos, sintiéndolos…para comprenderlos. Y cuando los he entendido se me ha abierto un nuevo mundo, una forma diferente de sentir, actuar e incluso pensar.
Son fórmulas generadas desde el pensamiento y puestas en práctica por un ser pensante….y con emociones. Y son precisamente estas emociones las que se rebelan una y otra vez contra la teoría.
Nos educan desde una base puramente racional (no hay más que ver las materias que estudian nuestros hijos) y nos dejan analfabetos del mundo de las emociones. Resultado: no sabemos que hacer con ellas, no las sabemos manejar y, si no las manejamos, ellas nos manejarán y no sabremos por donde nos vienen las tortas que nos estamos dando nosotros mismos.
Me imagino que cada uno tendrá que aprender su propio camino, su manera especial y única de conocerse, ayudado del pensamiento racional, sí, pero no sólo de él. En mis momentos peores me he dejado “violar” por mis miedos, iras, rabias, dependencias, apegos, angustias, traumas, decepciones, alegrías, amores y pérdidas, recuerdos y sueños. Me he entregado a ellos sin huirlos, sintiéndolos…para comprenderlos. Y cuando los he entendido se me ha abierto un nuevo mundo, una forma diferente de sentir, actuar e incluso pensar.
domingo, 23 de octubre de 2011
Balance provisional de la catástrofe
Extracto del artículo “Balance provisional de la catástrofe
Publicado en El Pais por César Molinas.
……….Las estructuras básicas de nuestro mercado laboral y de la negociación colectiva siguen siendo las que se heredaron del franquismo en 1975: fueron diseñadas para una economía autárquica y corporativista. Las elevadas indemnizaciones por despido, causa importante de la temporalidad y del miedo empresarial a contratar, responden al paternalismo de un régimen para el que no existía el concepto de desempleo y, por tanto, no lo aseguraba. Ahora sí se asegura. La negociación colectiva, con su estructura jerárquica de convenios, tiene sus raíces en los antiguos sindicatos verticales y sigue siendo terriblemente eficaz a la hora de conseguir que los incrementos salariales no tengan nada que ver con los aumentos de productividad.
Así no hay economía que pueda funcionar. En 1986, España se integró en la Unión Europea, no en la Unión Soviética, mal que les pese todavía a algunos. Debemos ser consistentes en el entorno en el que estamos obligados a competir, y para eso no hace falta inventar nada: basta copiar lo que está funcionando bien en los Estados miembros que tienen tasas de desempleo de un solo dígito. En esa dirección van la propuesta de un contrato laboral único con costes de despido crecientes con la antigüedad, y la propuesta de flexibilización de la negociación colectiva para dar protagonismo a la negociación en el ámbito de la empresa. ……..
………El éxito en la salida de la crisis, por una parte, y en los objetivos democratizador y europeo, por otra, contribuyeron a consolidar a los interlocutores sociales, de modo que estos acabaron disfrutando de una representatividad de facto que iba mucho más allá de la de sus meros afiliados, que es lo único que reconoce la Constitución. Gobiernos de izquierda y de derecha han otorgado a los sindicatos una tutela y un veto implícitos sobre todo "lo social". A ello se debe, por ejemplo, el enorme retraso en la reforma de las pensiones y el fracaso de cualquier intento de reforma en profundidad del mercado laboral. Como escribió un comentarista, los sindicatos se han convertido en la columna vertebral del establishment contrario a la reforma estructural.
Es urgentísimo hacer una reforma profunda del mercado de trabajo, y es muy probable que haya que hacerla contra los sindicatos. Pues bien, hágase. Sí, conllevará un cambio en nuestro sistema político, pero un cambio en la buena dirección: la de dar plena soberanía al Parlamento en temas que, hasta ahora, le llegaban filtrados, cuando le llegaban………
…………..El consenso de 1978 tuvo el gran acierto de integrar los nacionalismos históricos. Era, por aquel entonces, un tema peliagudo -y lo sigue siendo-. La vía elegida para hacerlo fue el Estado de las autonomías, versión café para todos. A lo largo de tres décadas, la descentralización del Estado ha sido muy grande. Salvo en las comunidades forales, que recaudan sus propios tributos, el gasto público se ha descentralizado mucho más que los ingresos y se han producido disfunciones entre las decisiones de gastar y las de recaudar………………
La crisis de moral y de valores
Escribí hace algún tiempo en este periódico que la acumulación de derechos sin contrapartida por el lado de los deberes embrutece a las masas. Esto, más por ignorancia que por otra cosa, escandalizó a algunos, que lo consideraron una ocurrencia mía provocadora y deleznable. No es así: este pensamiento tiene firmes raíces en Ortega y en Kant. Lo ilustraré con un ejemplo. El derecho a no ser despedido del trabajo arbitrariamente tiene que tener como contrapartida el deber de ir a trabajar. Si eso no ocurre, se produce el absentismo laboral, que es una verdadera plaga en las empresas españolas.
Nuestra democracia ha puesto mucho más énfasis en publicitar derechos que en reclamar deberes, y así no puede funcionar bien: ya dijo Montesquieu que la democracia se basa en la virtud, es decir, en el cumplimiento de las obligaciones. La clase política se ha dedicado a adular a las masas para conseguir votos, haciéndoles creer que tienen derecho no solo a recibir algo a cambio de nada, sino de recibirlo a perpetuidad. Todo el mundo tiene derecho a un AVE y a un aeropuerto cerca de su casa, sin ir más lejos. Hay unos Reyes Magos o un Papá Noel implícitos en la democracia española: nunca se menciona quién paga los regalos, quién financia esos derechos sin contrapartida.
En ese caldo de cultivo, la burbuja inmobiliaria empeoró mucho las cosas. Hay pocas cosas tan corruptoras como una burbuja inmobiliaria. Probablemente, el narcotráfico a gran escala que sufren algunos países de América Latina sea peor, pero no se me ocurren más ejemplos. En España, la burbuja ha corrompido a las Administraciones Públicas, muy particularmente a las territoriales, que son las que acaban teniendo la capacidad de decisión sobre dónde y sobre qué se construye; ha corrompido a los partidos políticos sin distinción de credo; ha corrompido a los empresarios en busca de recalificaciones o de permisos de edificación; ha vaciado las escuelas en beneficio del ladrillo o de la hostelería, causando un fracaso escolar masivo y creando grandes bolsas de jóvenes sin ninguna cualificación y con un futuro laboral muy incierto, y ha potenciado un sobredimensionamiento del Estado que ahora resulta financieramente insostenible. El paisaje después de la burbuja es desolador.
Lo ocurrido con las cajas de ahorros es muy ilustrativo de la crisis de moral que nos aflige. Hay una máxima en finanzas que establece que la mejor manera de robar un banco es tener uno. Eso es precisamente lo que ha ocurrido en nuestro país. Las cajas no tienen dueño y nunca han estado gestionadas por angelitos, pero cuando se descentralizó su tutela, pasando esta a corresponder a las comunidades autónomas, la situación cambió a peor. A partir de ese momento, los políticos territoriales no solo decidían dónde y qué se construía, sino, además, quién construía, es decir, qué proyectos tenían financiación y cuáles no.
Todos los partidos políticos, sin ninguna excepción, han intentado controlar las cajas de sus territorios y casi siempre -con alguna grandísima y honrosísima excepción- lo han conseguido. El resultado ha sido catastrófico: de las 45 cajas que había al principio de la crisis no queda hoy en día mucho más allá de media docena de instituciones viables.
Los medios de comunicación han recogido con profusión el saqueo de algunas cajas por parte de sus directivos y de los Gobiernos autonómicos a cuya tutela estaban encomendadas. No están todas las que son, pero es bueno que estas cosas se publiquen.
Mientras ocurría todo esto, ¿por qué no actuaba el Banco de España? Solo se me ocurren tres posibles respuestas: porque no sabía; porque no podía, o porque no quería. Cualquiera de las tres da pie a preguntas muy incómodas. Por razones de salud democrática, creo que estaría bien que el próximo Congreso de los Diputados hiciera estas preguntas……………………….
Posdata
Las crisis son tiempo de tribulación, pero también tiempo de oportunidades. La España de 2011 no es la de 1978: no solo ha progresado mucho, sino que tiene potencial para mejorar mucho más. Algunas de las mejores empresas del mundo son españolas. Algunas empresas españolas son líderes tecnológicos mundiales en su sector. Las empresas españolas están compitiendo en los mercados globales y ganando cuota de exportación.
Hay que liberar el potencial de la economía para acabar con las lacras del desempleo, de los subsidios permanentes y de la corrupción. Para ello hay que tratar a los españoles no como menores de edad, sino como ciudadanos. En vez de adularles, hay que razonarles por qué son necesarias las reformas estructurales. Y hay que ponerlas en práctica. La campaña electoral que ahora empezará es una buena ocasión para el debate.
Publicado en El Pais por César Molinas.
……….Las estructuras básicas de nuestro mercado laboral y de la negociación colectiva siguen siendo las que se heredaron del franquismo en 1975: fueron diseñadas para una economía autárquica y corporativista. Las elevadas indemnizaciones por despido, causa importante de la temporalidad y del miedo empresarial a contratar, responden al paternalismo de un régimen para el que no existía el concepto de desempleo y, por tanto, no lo aseguraba. Ahora sí se asegura. La negociación colectiva, con su estructura jerárquica de convenios, tiene sus raíces en los antiguos sindicatos verticales y sigue siendo terriblemente eficaz a la hora de conseguir que los incrementos salariales no tengan nada que ver con los aumentos de productividad.
Así no hay economía que pueda funcionar. En 1986, España se integró en la Unión Europea, no en la Unión Soviética, mal que les pese todavía a algunos. Debemos ser consistentes en el entorno en el que estamos obligados a competir, y para eso no hace falta inventar nada: basta copiar lo que está funcionando bien en los Estados miembros que tienen tasas de desempleo de un solo dígito. En esa dirección van la propuesta de un contrato laboral único con costes de despido crecientes con la antigüedad, y la propuesta de flexibilización de la negociación colectiva para dar protagonismo a la negociación en el ámbito de la empresa. ……..
………El éxito en la salida de la crisis, por una parte, y en los objetivos democratizador y europeo, por otra, contribuyeron a consolidar a los interlocutores sociales, de modo que estos acabaron disfrutando de una representatividad de facto que iba mucho más allá de la de sus meros afiliados, que es lo único que reconoce la Constitución. Gobiernos de izquierda y de derecha han otorgado a los sindicatos una tutela y un veto implícitos sobre todo "lo social". A ello se debe, por ejemplo, el enorme retraso en la reforma de las pensiones y el fracaso de cualquier intento de reforma en profundidad del mercado laboral. Como escribió un comentarista, los sindicatos se han convertido en la columna vertebral del establishment contrario a la reforma estructural.
Es urgentísimo hacer una reforma profunda del mercado de trabajo, y es muy probable que haya que hacerla contra los sindicatos. Pues bien, hágase. Sí, conllevará un cambio en nuestro sistema político, pero un cambio en la buena dirección: la de dar plena soberanía al Parlamento en temas que, hasta ahora, le llegaban filtrados, cuando le llegaban………
…………..El consenso de 1978 tuvo el gran acierto de integrar los nacionalismos históricos. Era, por aquel entonces, un tema peliagudo -y lo sigue siendo-. La vía elegida para hacerlo fue el Estado de las autonomías, versión café para todos. A lo largo de tres décadas, la descentralización del Estado ha sido muy grande. Salvo en las comunidades forales, que recaudan sus propios tributos, el gasto público se ha descentralizado mucho más que los ingresos y se han producido disfunciones entre las decisiones de gastar y las de recaudar………………
La crisis de moral y de valores
Escribí hace algún tiempo en este periódico que la acumulación de derechos sin contrapartida por el lado de los deberes embrutece a las masas. Esto, más por ignorancia que por otra cosa, escandalizó a algunos, que lo consideraron una ocurrencia mía provocadora y deleznable. No es así: este pensamiento tiene firmes raíces en Ortega y en Kant. Lo ilustraré con un ejemplo. El derecho a no ser despedido del trabajo arbitrariamente tiene que tener como contrapartida el deber de ir a trabajar. Si eso no ocurre, se produce el absentismo laboral, que es una verdadera plaga en las empresas españolas.
Nuestra democracia ha puesto mucho más énfasis en publicitar derechos que en reclamar deberes, y así no puede funcionar bien: ya dijo Montesquieu que la democracia se basa en la virtud, es decir, en el cumplimiento de las obligaciones. La clase política se ha dedicado a adular a las masas para conseguir votos, haciéndoles creer que tienen derecho no solo a recibir algo a cambio de nada, sino de recibirlo a perpetuidad. Todo el mundo tiene derecho a un AVE y a un aeropuerto cerca de su casa, sin ir más lejos. Hay unos Reyes Magos o un Papá Noel implícitos en la democracia española: nunca se menciona quién paga los regalos, quién financia esos derechos sin contrapartida.
En ese caldo de cultivo, la burbuja inmobiliaria empeoró mucho las cosas. Hay pocas cosas tan corruptoras como una burbuja inmobiliaria. Probablemente, el narcotráfico a gran escala que sufren algunos países de América Latina sea peor, pero no se me ocurren más ejemplos. En España, la burbuja ha corrompido a las Administraciones Públicas, muy particularmente a las territoriales, que son las que acaban teniendo la capacidad de decisión sobre dónde y sobre qué se construye; ha corrompido a los partidos políticos sin distinción de credo; ha corrompido a los empresarios en busca de recalificaciones o de permisos de edificación; ha vaciado las escuelas en beneficio del ladrillo o de la hostelería, causando un fracaso escolar masivo y creando grandes bolsas de jóvenes sin ninguna cualificación y con un futuro laboral muy incierto, y ha potenciado un sobredimensionamiento del Estado que ahora resulta financieramente insostenible. El paisaje después de la burbuja es desolador.
Lo ocurrido con las cajas de ahorros es muy ilustrativo de la crisis de moral que nos aflige. Hay una máxima en finanzas que establece que la mejor manera de robar un banco es tener uno. Eso es precisamente lo que ha ocurrido en nuestro país. Las cajas no tienen dueño y nunca han estado gestionadas por angelitos, pero cuando se descentralizó su tutela, pasando esta a corresponder a las comunidades autónomas, la situación cambió a peor. A partir de ese momento, los políticos territoriales no solo decidían dónde y qué se construía, sino, además, quién construía, es decir, qué proyectos tenían financiación y cuáles no.
Todos los partidos políticos, sin ninguna excepción, han intentado controlar las cajas de sus territorios y casi siempre -con alguna grandísima y honrosísima excepción- lo han conseguido. El resultado ha sido catastrófico: de las 45 cajas que había al principio de la crisis no queda hoy en día mucho más allá de media docena de instituciones viables.
Los medios de comunicación han recogido con profusión el saqueo de algunas cajas por parte de sus directivos y de los Gobiernos autonómicos a cuya tutela estaban encomendadas. No están todas las que son, pero es bueno que estas cosas se publiquen.
Mientras ocurría todo esto, ¿por qué no actuaba el Banco de España? Solo se me ocurren tres posibles respuestas: porque no sabía; porque no podía, o porque no quería. Cualquiera de las tres da pie a preguntas muy incómodas. Por razones de salud democrática, creo que estaría bien que el próximo Congreso de los Diputados hiciera estas preguntas……………………….
Posdata
Las crisis son tiempo de tribulación, pero también tiempo de oportunidades. La España de 2011 no es la de 1978: no solo ha progresado mucho, sino que tiene potencial para mejorar mucho más. Algunas de las mejores empresas del mundo son españolas. Algunas empresas españolas son líderes tecnológicos mundiales en su sector. Las empresas españolas están compitiendo en los mercados globales y ganando cuota de exportación.
Hay que liberar el potencial de la economía para acabar con las lacras del desempleo, de los subsidios permanentes y de la corrupción. Para ello hay que tratar a los españoles no como menores de edad, sino como ciudadanos. En vez de adularles, hay que razonarles por qué son necesarias las reformas estructurales. Y hay que ponerlas en práctica. La campaña electoral que ahora empezará es una buena ocasión para el debate.
viernes, 21 de octubre de 2011
martes, 18 de octubre de 2011
Memoria y olvido
Se enseña a guardar en la memoria una enorme cantidad de datos. Se fabrican reglas nemotécnicas que faciliten la labor. Obtienen mejores notas aquellos alumnos que mejor memorizan y tienen más posibilidades de tener una plaza en propiedad en la Administración los que más datos (la mayoría inútiles) son capaces de almacenar en sus “discos duros”.
Pienso que la memoria, que tiene sus obvias ventajas, está sobrevalorada y muy potenciada.
Sin embargo, ¿quién nos enseña a olvidar?.
En muchas ocasiones, los recuerdos son un lastre que entorpecen nuestro caminar.
Para olvidar, de verdad, hay que perdonar. La frase “perdono pero no olvido” en realidad conlleva el uso de la palabra perdón, pero no el hecho de perdonar y, lo que no se perdona, nos sigue afectando. Prefiero usar “perdono, olvido y aprendo”.
Pienso que la memoria, que tiene sus obvias ventajas, está sobrevalorada y muy potenciada.
Sin embargo, ¿quién nos enseña a olvidar?.
En muchas ocasiones, los recuerdos son un lastre que entorpecen nuestro caminar.
Para olvidar, de verdad, hay que perdonar. La frase “perdono pero no olvido” en realidad conlleva el uso de la palabra perdón, pero no el hecho de perdonar y, lo que no se perdona, nos sigue afectando. Prefiero usar “perdono, olvido y aprendo”.
viernes, 14 de octubre de 2011
Para tí
Las palabras son sólo eso, palabras. Por eso, si alguna vez lees esto no hagas demasiado caso a este loco filósofo. Busca en tu recuerdo las sonrisas, los abrazos, los besos, las miradas eternas. Siente si has sido amada, respetada.
He intentado ser el mar de la calma al que acudir para compartir silencios, la ola que te envuelve pero no te asfixia, el árbol que te cobija pero no te ata a sus raíces.
He preferido contemplar el río de tu vida, a veces turbulento, a veces sosegado. No he construido presas que te atrapen, sino puentes que te sitúen cuando estás perdida.
No lloro tus lágrimas porque tu tristeza te pertenece, pero te doy mis hombros para que te sientas cobijada.
Sólo contigo me siento único.
He intentado ser el mar de la calma al que acudir para compartir silencios, la ola que te envuelve pero no te asfixia, el árbol que te cobija pero no te ata a sus raíces.
He preferido contemplar el río de tu vida, a veces turbulento, a veces sosegado. No he construido presas que te atrapen, sino puentes que te sitúen cuando estás perdida.
No lloro tus lágrimas porque tu tristeza te pertenece, pero te doy mis hombros para que te sientas cobijada.
Sólo contigo me siento único.
Soluciones para una crisis
Parece que nadie tiene la varita mágica para salir de esta crisis. Yo, menos que nadie. Pero me llaman la atención las reacciones ante la crisis. Y hablo de reacciones como algo negativo. Muchas veces, el que reacciona es que previamente no ha entrado en acción. El mundo de la reacción tiene mucho de queja y nada de solución.
Y en estas reacciones hay mucho de defender lo propio atacando lo ajeno. Son los demás los que tienen que pagar y yo dedicarme a defender mi parcelita. Cada cual aporta soluciones en las que los damnificados sean los otros.
Los pobres no quieren que se les recorten las ayudas. La clase media está harta de pagar siempre los platos rotos. Los ricos dicen que pagando más impuestos no se resuelve nada. Cada uno a lo suyo.
Y a la hora de encontrar culpables es aún más fácil. Los culpables son los otros.
Mientras perdamos tiempo y energía en encontrar y señalar a los responsables de esta crisis (siempre los otros, jamás nosotros) y no hagamos autocrítica sobre lo que no hemos hecho y podemos hacer, cada uno en su pequeño mundo, esto no se va a solucionar de manera satisfactoria. Porque de esta crisis saldremos, por supuesto, como siempre se ha salido de muchas infinitamente peores. Pero saldrán fortalecidos sólo los que se pongan manos a la obra, no para criticar lo que han hecho los demás, sino los que se pongan a trabajar por un futuro mejor. Y los que hagan esto serán los que pongan las bases que a ellos les interesen.
La democracia no es sólo votar cada cuatro años y criticar al político de turno. Democracia es entrar de lleno en el barro de la política diaria, no sólo en un partido político, sino innovando, produciendo, creando trabajo y tomando decisiones y riesgos para crear un nuevo mundo y no para protestar por el que tenemos.
Y en estas reacciones hay mucho de defender lo propio atacando lo ajeno. Son los demás los que tienen que pagar y yo dedicarme a defender mi parcelita. Cada cual aporta soluciones en las que los damnificados sean los otros.
Los pobres no quieren que se les recorten las ayudas. La clase media está harta de pagar siempre los platos rotos. Los ricos dicen que pagando más impuestos no se resuelve nada. Cada uno a lo suyo.
Y a la hora de encontrar culpables es aún más fácil. Los culpables son los otros.
Mientras perdamos tiempo y energía en encontrar y señalar a los responsables de esta crisis (siempre los otros, jamás nosotros) y no hagamos autocrítica sobre lo que no hemos hecho y podemos hacer, cada uno en su pequeño mundo, esto no se va a solucionar de manera satisfactoria. Porque de esta crisis saldremos, por supuesto, como siempre se ha salido de muchas infinitamente peores. Pero saldrán fortalecidos sólo los que se pongan manos a la obra, no para criticar lo que han hecho los demás, sino los que se pongan a trabajar por un futuro mejor. Y los que hagan esto serán los que pongan las bases que a ellos les interesen.
La democracia no es sólo votar cada cuatro años y criticar al político de turno. Democracia es entrar de lleno en el barro de la política diaria, no sólo en un partido político, sino innovando, produciendo, creando trabajo y tomando decisiones y riesgos para crear un nuevo mundo y no para protestar por el que tenemos.
martes, 11 de octubre de 2011
Maestro
Quería ser maestro. Esa ha sido siempre mi gran pasión. No era sólo un trabajo, era mi ser.
Pero no me atreví en su día. No me gustaba como se desarrollaba la profesión, por un lado, y por otro, a mis 18 años, me atrajo el dinero de mi otra gran pasión: la medicina.
No sé si acerté o me equivoqué, eso es lo de menos. Lo importante es como se han desarrollado mis vivencias con lo que elegí.
Pero antes contar que tipo de maestro quería ser.
En la serie “Crónicas de un pueblo”, una de las figuras centrales era el maestro. Un maestro que se las apañaba para tener en una única clase a todos los alumnos, desde los más pequeños hasta lo mayores. Sería su profesor desde los seis años hasta que terminaran los estudios.
Supongo que hoy en día esto sería un sacrilegio pedagógico. Pero es lo que me entusiasmaba. Mis inexistentes alumnos iban a saber bastante poco de matemáticas, física, química o religión. Los pobres las pasarían moradas para subsistir en una selectividad.
Pero sabrían mucho de la vida, la naturaleza, las pasiones, las emociones, la felicidad, la angustia.
Sabrían de insatisfacciones y sus porqués.
Sabrían de cómo educar y no domar a sus futuros hijos.
Sabrían de rebeldía constructiva, de criticar sin herir y de mansedumbres autodestructivas.
Disfrutarían leyendo los libros que a cada uno de ellos le interesara.
Aprenderían de dependencia y de abrirse paso por la vida aportando y no restando.
Sabrían que lo social empieza por lo individual y que el egoísmo bien entendido, aquel que te sirve para hacer lo que realmente deseas y no lo que supuestamente debes hacer por los demás, termina siendo lo más solidario, por ser real y no agotador.
Me da la impresión que un chico que se enfrente al mundo con estas armas será capaz de ser un genio de las matemáticas, física, química o biología, sin haberlas dado en su infancia.
Pero elegí ser médico y no me arrepiento. He aprendido a amar profundamente lo que hago. Pero no soy un médico al uso. Uso muy pocos fármacos, pocas pruebas complementarias y pocas palabras técnicas altisonantes. Soy un docente de la medicina. Explico muchísimo más de lo que receto e intento dar las claves para mantenerse en salud y no enfermar. Para ello no son suficientes la dieta sana y el ejercicio. Mucho más importante es aprender a mantener la salud emocional.
Enfermamos en ocasiones por los genes, otras por infecciones inevitables, otras por malos hábitos en nuestra vida, pero sobre todo enfermamos porque sufrimos inútilmente….porque nuestro maestro de primaria y secundaria no nos enseñó más que matemáticas, física, química y biología.
Pero no me atreví en su día. No me gustaba como se desarrollaba la profesión, por un lado, y por otro, a mis 18 años, me atrajo el dinero de mi otra gran pasión: la medicina.
No sé si acerté o me equivoqué, eso es lo de menos. Lo importante es como se han desarrollado mis vivencias con lo que elegí.
Pero antes contar que tipo de maestro quería ser.
En la serie “Crónicas de un pueblo”, una de las figuras centrales era el maestro. Un maestro que se las apañaba para tener en una única clase a todos los alumnos, desde los más pequeños hasta lo mayores. Sería su profesor desde los seis años hasta que terminaran los estudios.
Supongo que hoy en día esto sería un sacrilegio pedagógico. Pero es lo que me entusiasmaba. Mis inexistentes alumnos iban a saber bastante poco de matemáticas, física, química o religión. Los pobres las pasarían moradas para subsistir en una selectividad.
Pero sabrían mucho de la vida, la naturaleza, las pasiones, las emociones, la felicidad, la angustia.
Sabrían de insatisfacciones y sus porqués.
Sabrían de cómo educar y no domar a sus futuros hijos.
Sabrían de rebeldía constructiva, de criticar sin herir y de mansedumbres autodestructivas.
Disfrutarían leyendo los libros que a cada uno de ellos le interesara.
Aprenderían de dependencia y de abrirse paso por la vida aportando y no restando.
Sabrían que lo social empieza por lo individual y que el egoísmo bien entendido, aquel que te sirve para hacer lo que realmente deseas y no lo que supuestamente debes hacer por los demás, termina siendo lo más solidario, por ser real y no agotador.
Me da la impresión que un chico que se enfrente al mundo con estas armas será capaz de ser un genio de las matemáticas, física, química o biología, sin haberlas dado en su infancia.
Pero elegí ser médico y no me arrepiento. He aprendido a amar profundamente lo que hago. Pero no soy un médico al uso. Uso muy pocos fármacos, pocas pruebas complementarias y pocas palabras técnicas altisonantes. Soy un docente de la medicina. Explico muchísimo más de lo que receto e intento dar las claves para mantenerse en salud y no enfermar. Para ello no son suficientes la dieta sana y el ejercicio. Mucho más importante es aprender a mantener la salud emocional.
Enfermamos en ocasiones por los genes, otras por infecciones inevitables, otras por malos hábitos en nuestra vida, pero sobre todo enfermamos porque sufrimos inútilmente….porque nuestro maestro de primaria y secundaria no nos enseñó más que matemáticas, física, química y biología.
lunes, 10 de octubre de 2011
Si quieres, ¿puedes?
Esta y otras muchas frases similares nos inundan últimamente. Y no estoy en desacuerdo con ellas, pero hay que tomarlas desde una perspectiva algo más racional.
Es cierto que tenemos un potencial mucho mayor del que creemos y un apego excesivo a no arriesgar, a quedarnos en lo conocido, por malo que sea, a no cambiar cuando lo que tenemos no nos satisface. El mundo no lo modifica quien se conforma sino quién innova, quien es diferente y no pretende hacer lo mismo que hacen los demás.
Limitamos nuestras capacidades porque no exploramos la verdadera dimensión de las mismas. Somos capaces de hacer más, mucho más, pero nos frenamos. Detrás de ese freno suele haber miedo. Y el miedo a lo desconocido nos ancla en la seguridad de lo conocido, muchas veces insatisfactorio.
Desde este punto de vista, los “si quieres puedes”, “sólo hazlo”, “haz realidad tus sueños”, “haz posible lo imposible”, pueden servir de revulsivo para explorar nuevas posibilidades y hacer nuestra vida más acorde con nuestras aspiraciones. Y si son millones los que lo intentan, todos nos beneficiaremos de los logros individuales. Tendremos una sociedad más próspera, pero sobre todo, más feliz.
Pero nuestras capacidades, siendo muy superiores a lo que nos creemos, no son infinitas. En lo emocional es posible que no tengamos límites en la mejora. Pero no siempre es posible para todos hacer realidad los sueños, por mucho empeño que se ponga, sobre todo en los aspectos profesionales: vivir de lo que nos gusta. Son cientos de miles de escritores españoles los que no van a poder vivir de la literatura. Son millones de pintores los que no van a poder vivir de la pintura. Y así podemos seguir desgranando multitud de profesiones.
En estos casos, que son legión, es mejor aprender a amar lo que hacemos en vez de hacer lo que amamos.
Es cierto que tenemos un potencial mucho mayor del que creemos y un apego excesivo a no arriesgar, a quedarnos en lo conocido, por malo que sea, a no cambiar cuando lo que tenemos no nos satisface. El mundo no lo modifica quien se conforma sino quién innova, quien es diferente y no pretende hacer lo mismo que hacen los demás.
Limitamos nuestras capacidades porque no exploramos la verdadera dimensión de las mismas. Somos capaces de hacer más, mucho más, pero nos frenamos. Detrás de ese freno suele haber miedo. Y el miedo a lo desconocido nos ancla en la seguridad de lo conocido, muchas veces insatisfactorio.
Desde este punto de vista, los “si quieres puedes”, “sólo hazlo”, “haz realidad tus sueños”, “haz posible lo imposible”, pueden servir de revulsivo para explorar nuevas posibilidades y hacer nuestra vida más acorde con nuestras aspiraciones. Y si son millones los que lo intentan, todos nos beneficiaremos de los logros individuales. Tendremos una sociedad más próspera, pero sobre todo, más feliz.
Pero nuestras capacidades, siendo muy superiores a lo que nos creemos, no son infinitas. En lo emocional es posible que no tengamos límites en la mejora. Pero no siempre es posible para todos hacer realidad los sueños, por mucho empeño que se ponga, sobre todo en los aspectos profesionales: vivir de lo que nos gusta. Son cientos de miles de escritores españoles los que no van a poder vivir de la literatura. Son millones de pintores los que no van a poder vivir de la pintura. Y así podemos seguir desgranando multitud de profesiones.
En estos casos, que son legión, es mejor aprender a amar lo que hacemos en vez de hacer lo que amamos.
sábado, 8 de octubre de 2011
Un año duro
No han sido fáciles los últimos doce meses, a nivel personal.
Me siento un privilegiado cada mañana que me levanto y puedo desayunar, ir al trabajo y estar con mi familia.
Nunca he aspirado, a nivel material, a gran cosa. Siempre he gastado menos de lo que tenía, por poco que fuera, y ha sido muy poco en muchas ocasiones. Mi felicidad no depende, afortunadamente, de cuestiones tan cambiantes como el dinero. Puedo comer y tener un techo con muchísimo menos de lo que gano.
Las relaciones son, en última instancia, el factor más determinante para mi bienestar. Y las únicas relaciones que pueden desestabilizarme (no hundirme, ojo), son las que mantengo con mis hijos, esposa, hermanas y una de mis tías.
Y ha habido sufrimiento, mucho, en algunos de mis seres más queridos. En mi familia, la crisis ha golpeado muy duro en algunos de sus componentes. Sin embargo, los acontecimientos emocionales han superado, en mucho, la congoja natural del paro y las deudas.
En lo económico, hambre no pasará nadie de mi familia. Ajustes de cinturón sí, a raudales. Pero las heridas del alma son bastante más complicadas de curar.
He tenido que enfrentarme con sucesos que dejaron una huella muy profunda en algunos de los míos y que, al conocerse y difundirse, ha vuelto a hacer daño a otros.
Durante bastante tiempo, este blog me ha servido para desfogarme en cuestiones “no personales”, quizás como escape a la situación devastadora que se ha producido en dos frentes diferentes de mis seres queridos. Dos frentes que, curiosamente, tienen la misma raíz: el maltrato/abuso.
Y he constatado algo que se sabe, pero hasta que no lo vives no cobra su verdadera dimensión: las víctimas de maltrato son vistas, por una parte importante de su entorno, como verdugos, en el momento en que deciden denunciar la situación y separarse del agresor.
Algunos de mis seres queridos han roto su relación conmigo por alinearme al lado de las víctimas. Pero no hay mal que por bien no venga. He recuperado los besos, los abrazos y las risas de las víctimas y esto, no sólo me consuela: me conmueve profundamente.
Me siento un privilegiado cada mañana que me levanto y puedo desayunar, ir al trabajo y estar con mi familia.
Nunca he aspirado, a nivel material, a gran cosa. Siempre he gastado menos de lo que tenía, por poco que fuera, y ha sido muy poco en muchas ocasiones. Mi felicidad no depende, afortunadamente, de cuestiones tan cambiantes como el dinero. Puedo comer y tener un techo con muchísimo menos de lo que gano.
Las relaciones son, en última instancia, el factor más determinante para mi bienestar. Y las únicas relaciones que pueden desestabilizarme (no hundirme, ojo), son las que mantengo con mis hijos, esposa, hermanas y una de mis tías.
Y ha habido sufrimiento, mucho, en algunos de mis seres más queridos. En mi familia, la crisis ha golpeado muy duro en algunos de sus componentes. Sin embargo, los acontecimientos emocionales han superado, en mucho, la congoja natural del paro y las deudas.
En lo económico, hambre no pasará nadie de mi familia. Ajustes de cinturón sí, a raudales. Pero las heridas del alma son bastante más complicadas de curar.
He tenido que enfrentarme con sucesos que dejaron una huella muy profunda en algunos de los míos y que, al conocerse y difundirse, ha vuelto a hacer daño a otros.
Durante bastante tiempo, este blog me ha servido para desfogarme en cuestiones “no personales”, quizás como escape a la situación devastadora que se ha producido en dos frentes diferentes de mis seres queridos. Dos frentes que, curiosamente, tienen la misma raíz: el maltrato/abuso.
Y he constatado algo que se sabe, pero hasta que no lo vives no cobra su verdadera dimensión: las víctimas de maltrato son vistas, por una parte importante de su entorno, como verdugos, en el momento en que deciden denunciar la situación y separarse del agresor.
Algunos de mis seres queridos han roto su relación conmigo por alinearme al lado de las víctimas. Pero no hay mal que por bien no venga. He recuperado los besos, los abrazos y las risas de las víctimas y esto, no sólo me consuela: me conmueve profundamente.
miércoles, 5 de octubre de 2011
¿Tenemos los políticos que nos merecemos?
Nuestros políticos no proceden de Marte, aunque lo parezca en ocasiones. Han vivido circunstancias sociales iguales a las del pueblo. Se han “formado” en los mismos colegios y Universidades que todos. Han visto la misma Tv, leído los mismos periódicos, andado por las mismas calles, bebido en las mismas terrazas y ligado como cualquier hijo de vecino.
Pero resulta que “ellos” son unos sinvergüenzas y nosotros no. Han compartido su nacimiento, infancia, adolescencia y juventud con todos, pero no sé en que momento, de pronto, se han separado y formado una secta que los diferencia claramente de los demás. Se han transformado en políticos y, por arte de magia, son desvergonzados, inútiles, delincuentes y responsables de nuestros males. Se convierten en la coartada perfecta para podernos indignar y señalar culpables (siempre ellos, nunca nosotros).
Con esto no quiero defender a nuestros políticos. Efectivamente, muchos de ellos se han ganado a pulso su mala reputación. Pero no son peores que el pueblos al que representan, aunque sea políticamente incorrecto decirlo. Son simplemente el reflejo de de nuestra sociedad.
Una sociedad que ensalza al gamberrete y no al que se prepara y trabaja duro.
Una sociedad que lleva a gala el darse de baja “porque total, no te lo van a agradecer ni es tuya la empresa”.
Una sociedad que prefiere quejarse a poner manos a la obra para ver que es lo que puedo hacer para mejorar los entuertos.
Una sociedad que sale a la calle para pedir “un empleo digno”, pero que lo deben crear los demás.
Una sociedad que enaltece al que da el pelotazo sin trabajar.
Una sociedad de “y lo mío para cuando” en vez de “que puedo hacer por todos”.
Una sociedad que alaba al que recibe subvenciones no imprescindibles y deja por gilipollas al que paga sus impuestos, con los que se pagan esas subvenciones.
Una sociedad que reclama más gasto pero se olvida que para ello hay que generar más ingresos.
Una sociedad en la que muchos se consideran víctimas cuando en realidad son privilegiados.
Una sociedad que piensa que la educación se debe dar en los colegios y no en las casas. Por eso se culpan a los políticos de las salvajadas de sus retoños.
Una sociedad que se embarca en múltiples deudas para llenar las casas de cosas tan necesarias como varias televisiones, cientos de juguetes y viajes al caribe, pero culpan a los bancos de las deudas que han contraído.
No me extraña que, de una sociedad así, salgan gobiernos como los que tenemos.
Para tener mejores gobernantes primero hay que cambiar nuestras propias perspectivas. Somos la cantera de los futuros políticos, si la cantera está corrompida……
Pero resulta que “ellos” son unos sinvergüenzas y nosotros no. Han compartido su nacimiento, infancia, adolescencia y juventud con todos, pero no sé en que momento, de pronto, se han separado y formado una secta que los diferencia claramente de los demás. Se han transformado en políticos y, por arte de magia, son desvergonzados, inútiles, delincuentes y responsables de nuestros males. Se convierten en la coartada perfecta para podernos indignar y señalar culpables (siempre ellos, nunca nosotros).
Con esto no quiero defender a nuestros políticos. Efectivamente, muchos de ellos se han ganado a pulso su mala reputación. Pero no son peores que el pueblos al que representan, aunque sea políticamente incorrecto decirlo. Son simplemente el reflejo de de nuestra sociedad.
Una sociedad que ensalza al gamberrete y no al que se prepara y trabaja duro.
Una sociedad que lleva a gala el darse de baja “porque total, no te lo van a agradecer ni es tuya la empresa”.
Una sociedad que prefiere quejarse a poner manos a la obra para ver que es lo que puedo hacer para mejorar los entuertos.
Una sociedad que sale a la calle para pedir “un empleo digno”, pero que lo deben crear los demás.
Una sociedad que enaltece al que da el pelotazo sin trabajar.
Una sociedad de “y lo mío para cuando” en vez de “que puedo hacer por todos”.
Una sociedad que alaba al que recibe subvenciones no imprescindibles y deja por gilipollas al que paga sus impuestos, con los que se pagan esas subvenciones.
Una sociedad que reclama más gasto pero se olvida que para ello hay que generar más ingresos.
Una sociedad en la que muchos se consideran víctimas cuando en realidad son privilegiados.
Una sociedad que piensa que la educación se debe dar en los colegios y no en las casas. Por eso se culpan a los políticos de las salvajadas de sus retoños.
Una sociedad que se embarca en múltiples deudas para llenar las casas de cosas tan necesarias como varias televisiones, cientos de juguetes y viajes al caribe, pero culpan a los bancos de las deudas que han contraído.
No me extraña que, de una sociedad así, salgan gobiernos como los que tenemos.
Para tener mejores gobernantes primero hay que cambiar nuestras propias perspectivas. Somos la cantera de los futuros políticos, si la cantera está corrompida……
domingo, 2 de octubre de 2011
No es fácil parir
El parto biológico puede ser doloroso, incluso tener una terminación no deseada. Pero siempre tiene un fin, sea feliz o desdichado.
Pero muchos padres y madres siguen estando embarazados de sus hijos toda la vida. No saben terminar adecuadamente un proceso que es natural: cortar el cordón umbilical y dejar que vuelen.
Se empeñan en hacerlos dependientes, a la vez que los tratan de inútiles, como coartada para seguir rigiendo las vidas de sus hijos.
Muestran su “sorpresa e indignación” cuando, con más de 30 años, siguen chupando de la teta, cuando en realidad, es lo que han perseguido, consciente o inconscientemente, durante todo el periodo en que han debido educar en vez de consentir.
Parir significa dejar de hacer todo por los hijos y centrarse sólo en estar ahí cuando lo necesiten. Tienen que aprender equivocándose una y otra vez. Mientras sigan en el útero no reciben hostias que son necesarias para aprender y llegar a ser independientes.
Pero muchos padres y madres siguen estando embarazados de sus hijos toda la vida. No saben terminar adecuadamente un proceso que es natural: cortar el cordón umbilical y dejar que vuelen.
Se empeñan en hacerlos dependientes, a la vez que los tratan de inútiles, como coartada para seguir rigiendo las vidas de sus hijos.
Muestran su “sorpresa e indignación” cuando, con más de 30 años, siguen chupando de la teta, cuando en realidad, es lo que han perseguido, consciente o inconscientemente, durante todo el periodo en que han debido educar en vez de consentir.
Parir significa dejar de hacer todo por los hijos y centrarse sólo en estar ahí cuando lo necesiten. Tienen que aprender equivocándose una y otra vez. Mientras sigan en el útero no reciben hostias que son necesarias para aprender y llegar a ser independientes.
sábado, 1 de octubre de 2011
El burrito infeliz
El burrito Ajum siempre ha deseado que lo quieran. Ha sido lo más importante de su vida…..y lo ha conseguido.
Es un burrito pequeñito, con ojos negros como el tizón, lomo blanco y mullido, orejas simpáticas, sonrisa alegre y fácil….que ha perdido.
Todo el pueblo te quiere Ajum.
Todos cuentan contigo Ajum.
Todos te necesitan Ajum.
Has hecho realidad tu sueño Ajum.
Pero Ajum mira con tristeza y llora.
Está agotado.
Se siente inútil. Confundido.
El buen burrito llevaba feliz su carga de 50 Kg. Pero siempre había espacio en su espalda para los 10 Kg de R. Si J lo precisaba, se ofrecía a llevarle otros 30 Kg. H pasaba por una mala racha y se cargó con 50 Kg más. La voz se fue corriendo y las cargas fueron aumentando. Nunca existía un NO por respuesta.
Un buen día, cuando llevaba 600 Kg, no pudo más y dejó de ser útil. Ya no podía ni con sus propios 50 Kg.
La primera lágrima surgió cuando se dio cuenta que, en realidad, no había conseguido que le quisieran sino que le necesitaran.
Cuando conseguir el amor de otro se convierte en objetivo, se pervierte la relación porque asumimos lo inasumible a la vez que generamos expectativas poco realistas.
Es un burrito pequeñito, con ojos negros como el tizón, lomo blanco y mullido, orejas simpáticas, sonrisa alegre y fácil….que ha perdido.
Todo el pueblo te quiere Ajum.
Todos cuentan contigo Ajum.
Todos te necesitan Ajum.
Has hecho realidad tu sueño Ajum.
Pero Ajum mira con tristeza y llora.
Está agotado.
Se siente inútil. Confundido.
El buen burrito llevaba feliz su carga de 50 Kg. Pero siempre había espacio en su espalda para los 10 Kg de R. Si J lo precisaba, se ofrecía a llevarle otros 30 Kg. H pasaba por una mala racha y se cargó con 50 Kg más. La voz se fue corriendo y las cargas fueron aumentando. Nunca existía un NO por respuesta.
Un buen día, cuando llevaba 600 Kg, no pudo más y dejó de ser útil. Ya no podía ni con sus propios 50 Kg.
La primera lágrima surgió cuando se dio cuenta que, en realidad, no había conseguido que le quisieran sino que le necesitaran.
Cuando conseguir el amor de otro se convierte en objetivo, se pervierte la relación porque asumimos lo inasumible a la vez que generamos expectativas poco realistas.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)