sábado, 8 de octubre de 2011

Un año duro

No han sido fáciles los últimos doce meses, a nivel personal.

Me siento un privilegiado cada mañana que me levanto y puedo desayunar, ir al trabajo y estar con mi familia.

Nunca he aspirado, a nivel material, a gran cosa. Siempre he gastado menos de lo que tenía, por poco que fuera, y ha sido muy poco en muchas ocasiones. Mi felicidad no depende, afortunadamente, de cuestiones tan cambiantes como el dinero. Puedo comer y tener un techo con muchísimo menos de lo que gano.

Las relaciones son, en última instancia, el factor más determinante para mi bienestar. Y las únicas relaciones que pueden desestabilizarme (no hundirme, ojo), son las que mantengo con mis hijos, esposa, hermanas y una de mis tías.

Y ha habido sufrimiento, mucho, en algunos de mis seres más queridos. En mi familia, la crisis ha golpeado muy duro en algunos de sus componentes. Sin embargo, los acontecimientos emocionales han superado, en mucho, la congoja natural del paro y las deudas.

En lo económico, hambre no pasará nadie de mi familia. Ajustes de cinturón sí, a raudales. Pero las heridas del alma son bastante más complicadas de curar.

He tenido que enfrentarme con sucesos que dejaron una huella muy profunda en algunos de los míos y que, al conocerse y difundirse, ha vuelto a hacer daño a otros.

Durante bastante tiempo, este blog me ha servido para desfogarme en cuestiones “no personales”, quizás como escape a la situación devastadora que se ha producido en dos frentes diferentes de mis seres queridos. Dos frentes que, curiosamente, tienen la misma raíz: el maltrato/abuso.

Y he constatado algo que se sabe, pero hasta que no lo vives no cobra su verdadera dimensión: las víctimas de maltrato son vistas, por una parte importante de su entorno, como verdugos, en el momento en que deciden denunciar la situación y separarse del agresor.

Algunos de mis seres queridos han roto su relación conmigo por alinearme al lado de las víctimas. Pero no hay mal que por bien no venga. He recuperado los besos, los abrazos y las risas de las víctimas y esto, no sólo me consuela: me conmueve profundamente.

5 comentarios:

Kaken dijo...

¿Qué decirte? Un beso fuerte.

Jack dijo...

Ánimo.
Y abrazos.

Juan dijo...

Muchas gracias.

Lenka dijo...

No se puede decir mucho más, salvo que ayudáis sin saberlo a mucha gente cuando entran tentaciones de lamentarse por gilipolleces. Como consuelo no servirá, pero al menos demuestra ese lema mío de que al dolor, ya que no otra cosa, hay que sacarle utilidad.
Besos!

Juan dijo...

Muchas gracias Lenka. A casi todo se le puede sacar utilidad y recuperar unas relaciones sanas, aún a costa de perder otras, forman parte de la vida.