Comienza 2012 y a los malos augurios económicos hay que empezar a poner buena cara.
No va a ser un buen año económico para mí. Habrá que hacer recortes, pero debo reconocer que soy un privilegiado, pues esos recortes no afectarán a nada esencial ni importante, sí a caprichos y pequeños lujos que hemos tenido y que ahora no van a poder ser.
Nací, crecí y maduré sin ninguna ostentación ni ningún despilfarro. En mi casa sólo había dinero para libros, colegios, ropa (cosida por mi madre) y comida. Una dieta que consistía en poca carne, poco pescado y mucha fruta, verdura, cereales y legumbres, o sea, lo que hoy en día recomiendan todos los nutricionistas, pero que mi madre compraba, no por sabiduría culinaria, sino por nuestros escasos recursos.
Los zapatos “Gorila” debían durar mucho, por lo que jugaba poco al fútbol para no gastarlos (además de que era un pésimo futbolista) y mucho al baloncesto. Sólo cuando hacían rozaduras importantes, los dichosos zapatos no crecían junto con los pies, me compraban unos nuevos “Gorila”. Y sólo tenía esos zapatos.
La ropa consistía en jerséis de lana gorda para el invierno, hechos por mi madre, dos pares de pantalones y un par de camisas. No sé como se las ingeniaba mi madre, pero siempre estaba limpia y a punto.
En Reyes había un regalo y chuches. Todos los Reyes de la familia (seis miembros) cabían en el aparador de mis padres.
Pero no había restricciones para libros y educación, que no faltaron nunca en un hogar en que los padres eran analfabetos funcionales. Fuimos a los mejores colegios y después a la Universidad.
Hoy en día, este nivel de vida se consideraría rayano en la pobreza. Sin embargo, no nos considerábamos pobres ni, a nuestro juicio, nos faltaba de nada. Teníamos lo necesario.
Nunca pasé hambre.
Los “Gorila” apretaban”, pero no ahogaban y me permitían jugar al baloncesto, mi gran pasión en aquellos años.
Había pocos Reyes, pero eran tiempos de pocas cosas materiales y mucha complicidad y relación con los vecinos. La calle era el mejor juguete y los amigos, quién los tenía, el mejor juego al que se podía y se puede aspirar.
Creo que hemos aumentado de manera espectacular nuestro nivel de vida y, a la vez, hemos empeorado nuestra calidad de vida. Por eso, a la hora de hacer los recortes para 2012, me acuerdo de otros tiempos en que, con lo necesario, se era feliz. Y la magnitud de lo necesario rozaba lo imprescindible.
Este año lo he comenzado con mi esposa, con nuestras conversaciones, nuestra complicidad. Lo he comenzado riendo y compartiendo con mis hijos esas pequeñas cosas que son las que nos hacen felices.
Ojalá que, de esta crisis, surja una sociedad que ponga más el acento en las relaciones y menos en lo material. Ojalá que la calle vuelva a ser el centro de la infancia de nuestros hijos y el lugar en que nos encontramos amigos. Ojalá que, hasta en las grandes ciudades, exista la humanidad rural.
Necesitamos mucho menos de lo que creemos para ser felices. Busca la mirada del otro y, cuando la encuentres, sobrarán tantas cosas.
2 comentarios:
TQM.
Jejejeje. En eso no deben haber recortes.
Publicar un comentario