La rigidez no es buena opción para nada, y menos aún para la economía.
La reforma laboral, por fin, ha terminado con una anacronismo que, en España, databa de los tiempos del franquismo.
Supone aire fresco en la economía y justicia social. Va a ser el principio del fin de la crisis.
Comprendo que a los sectores sindicales les pueda asustar. Les quita mucho poder (que ya era hora) pero en absoluto es un arma contra el trabajador sino, muy al contrario, un instrumento que hace justicia a la mayoría de buenos trabajadores y que impide el abuso sistemático que ejercían algunos empleados.
Hasta ahora en España, tener un puesto de trabajo fijo no dependía de la buena o mala marcha de la empresa ni de la buena o mala disposición de los empleados, sino de unas leyes que ataban a los empresarios que no podían despedir, ni siquiera, al que torpedeaba a la empresa desde dentro.
En épocas de vacas gordas puede funcionar, porque siempre hay personas responsables que hacen bien sus trabajos (y el de los "compañeros" que se abstienen). Pero en época de vacas flacas, cuando la actividad de la empresa disminuye y, por ende, sobra personal, el empresario no podía elegir a quien echar (pagando su correspondiente indemnización), sino que era un criterio tan absurdo como el tiempo que llevaba en la empresa, el que decidía quién se tenía que ir. De esta manera, en demasiadas ocasiones, se quedaban los que no trabajaban y se despedía a los que sí daban el callo, todo ello con la connivencia de los sindicatos. Esto no es justicia.
Por otra parte, si una empresa está pasando por apuros y tiene que despedir trabajadores, la enorme cuantía que tenía que desembolsar hacía que esos apuros se multiplicasen. Por eso, la mayoría optaba por cerrar y despedir a todos. Salía más rentable.
Por otro lado, una empresa no tenía la opción, como en Alemania, de disminuir el horario de trabajo de sus empleados con el consiguiente recorte de sueldos durante un tiempo, para adaptarse a una crisis en que sólo vende el 60% de lo que produce. En Alemania bajó el PIB un 5%, pero el paro sólo subió del 7,5% al 7.8%. Con tasas similares, España, que no podía disminuir horarios, pasó del 8% del paro al 22%. Alemania, mucho más flexible y con sentido común, el Estado pagaba a los trabajadores que disminuían horario una parte de lo que perdían. En España, donde no se puede disminuir el horario y por ende se despedian trabajadores, el Estado se tenía que hacer cargo del 100% del paro del tabajador. Al final, el Estado español ha pagado mucho más por el paro que Alemania por completar el sueldo de los que disminuían horas de trabajo. Además en España, las empresas que quebraban desaparecían mientras que en Alemania siguen funcionando. Volver a construir nuevas empresas es mucho más difícil que aumentar la actividad de empresas que siguen funcionando. Por eso en Alemania están empezando a levantar cabeza y en España nos hundimos cada vez más.
Y al final ¿quién paga el puesto de trabajo fijo con 45 días de indemnización?. Los jóvenes y los que no tienen trabajo. Porque muy pocos empresarios se arriesgan a contratar fijo sabiendo que si las cosas se tuercen, deshacerse de esos trabajadores es poco menos que imposible. Por ello se acude a la temporalidad (el 90% de los contratos de los últimos lustros eran temporales). Y los empresarios no son responsables de esta temporalidad, sino de las leyes rígidas y de los que las defienden.
Un poquito menos de seguridad para algunos para que todos puedan trabajar un poco más seguros.
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