viernes, 24 de febrero de 2012

La dura vida del indignado

El indignado se levanta cada mañana de una cama calentita con el mono de encontrar algo que le indigne. Desayuna su buena tostada de aceite con tomate, café y zumo de naranja, pero si no lee algo en el periódico o en internet que haga estallar su justa indignación se siente perdido.

Se ducha con agua caliente, escoje entre una buena cantidad de ropa y zapatos lo que se pondrá para ir al trabajo (o a la calle si está parado) y rumia todo lo leído para aumentar la ira que le debe corroer.

Coge su coche y se prepara para indignarse por los atascos y las barbaridades de los demás (el jamás hace barbaridades ni es responsable de ese caos circulatorio, como si su coche no fuera uno de los que atascan). Vaya, no hay aparcamiento. Diatriba contra el Ayuntamiento por no preveer que, miles de personas a la vez, van a concentrar sus miles de coches a la vez en el mismo sitio.

Llega a su puesto de trabajo y busca todos los defectos de la empresa, colegio, universidad o lo que se tercie. Todo está mal, todo es injusto, nadie hace las cosas bien. Sólo tiene gafas para ver recortes y pérdidas de derechos por todos sitios. El grado de indignación sube y sube. La adrenalina se va desparramando por doquier.

De vuelta a casa sólo piensa en lo mal que está en el mundo mientras almuerza un buen guiso, con un buen pan y un buena cerveza.

No hay risas en la mesa con la pareja y los hijos. Está tan indignado que no tiene humor para aguantar las chorradas de su familia. Mientras el mundo no cambie, la indignación debe prevalecer.

Cena, ve la televisión, a ser posible aquel programa que le subleva y que puede criticar con acidez, y se va a la cama satisfecho de su día. Nadie puede decir que no es crítico, que no tiene personalidad, que no es solidario, que no es maduro.

Si alguna vez los demás le hicieran caso, entonces sí que cambiaba el mundo.

15 comentarios:

Lenka dijo...

Pero hay muchos otros modelos de indignados, Juan. Te presento uno:

El indignado se levanta de su cama (calentina a base de acumular mantas) y se enfrenta con bravura a la gelidez de su pisito alquilado sin calefacción. Se da una ducha rápida rezando para que la caldera centenaria que el casero se niega a cambiar se escuajeringue por enésima vez y le deje el chorro de agua hecho una estalactita. Se seca con una toalla llena de hilos entresacaos y con tacto de lija, pensando que todavía le puede durar un añito más.

Se pone el pantalón que tiene menos gastao (de un total de cuatro, contando con el del traje de novio, que tampoco es plan de usarlo a diario) y el jersey con menos bolitas (cuando ya salen demasiadas se las quita con un trozo de cinta americana, y es hasta divertido). Se calza los zapatos de diario (están también los de novio, unas botas de monte del año tres antes de Cristo y las playeras del Carrefour) que, sospecha él, están empezando a rajar por las suelas, porque el otro día llovió de cojones y se notaba un pie mojao. Menos mal que en un par de meses son las rebajas y podrá pillarse un par nuevo. O no, calla, si en na es su cumple! Como su madre siempre anda quejándose de que no sabe qué regalarle, le pedirá unos zapatos apañaos que no sean muy caros y como Dios.

Desayuna su café con leche y su tostada de pan de molde con margarina (todo ello de marcas blancas, claro) y ve un ratito las noticias mientras se fuma un cigarrito de tabaco liao (que sale más barato y lleva menos química, o eso dicen). Se cabrea con los políticos corruptos y con toda su estirpe, pero pa lo que le sirve el cabreo mejor no aguarse el día.

Casi cuando va a salir de casa entra su pareja, que después de años en paro y con los ahorros esquilmaos pa ir tirando, aceptó currar en el turno de noche de una tiendita de esas 24 horas, asumiendo que lo de trabajar de pedagoga igual en otra vida. Charlan cinco minutitos (ella viene derrengá), se achuchan un poco, él la anima, le da un beso y sale pal tajo pensando que a la pobre aún le queda despertar al niño, darle el desayuno, vestirlo, llevarlo al cole, hacer la compra y preparar la comida. Y fijo que, encima, se empeña en poner una lavadora, o planchar una carga de ropa, o limpiar los baños antes de acostarse. Total, que le volverán a dar las once, o más, y a la una menos veinte arriba a por el niño. Cómo no va a estar reventada...

Va al curro en bus, o caminando si no está mal día (y eso que se ahorra en transporte y gimnasio). Coche no tiene. Una vez pensó en pedir un crédito para comprar uno, pero le dio canguelo empufarse estando el patio como está.

En la cafetería ya hay movimiento que te pasas, el jefe está que trina por no sé qué lío con un proveedor y la compañera de baja por enfermedad, así que va a currar más que el maestro armero.

Empiezan a desfilar los clientes y se va pasando el día, mientras los jubilados protestan porque cobran poco, los de la oficina de al lado comentan que van a despedir a tres, la chica de la zapatería le vuelve a contar que el negocio se va al cuerno... joer, qué depre. Casi prefiere que alguien le hable de fútbol, que no le interesa, pero al menos no sale a colación la jodía crisis.

Lenka dijo...

Doce horas más tarde sale por fin, decide coger el bus porque tiene los pies que le apetece cortárselos y llega a casa justo para leerle el cuento al crío (joer, si es que lo rápido que crecen y sólo los lunes cuando libra le ve el pelo... Pena que le coincida descansar en día de cole, pero al menos puede comer con él, hacerle la merienda, bañarle, jugar... y así la parienta tiene un día para dormir lo que le dé la gana, por más que la mitad de las veces se empeñe en levantarse pa ir adelantando cosas del resto de la semana...)

Cenan juntos (algo es algo), y charlan sobre qué tal el día. Él le cuenta que tampoco para este mes le aseguran la jornada completa, que el jefe dice que ya lo siente, pero que las cosas están fatal y se pueden dar con un canto de que no tenga que despedir a nadie. Ella le comenta que igual se prepara unas oposiciones, aunque no les alcanza para pagar una academia. Puede intentar hacerse con el temario e ir mirándolo por su cuenta, no sabe muy bien cómo se organizará, pero tú imagínate... buf! No tener que andar con estos agobios, con la cuenta del banco siempre a punto de los números rojos, con curros temporales y mal pagaos, que, coño, eso tiene un pase a los 25 años, pero es que ya van pa 35 y siguen igual o peor! Y no, claro, ser funcionaria no es el sueño de mi vida, pero a estas alturas como pa creer en sueños, eh?

Se achuchan otro poco, ella sale pal curro, él recoge la cocina y se pone un rato a ver la tele. Como no echan nada decente (marujeos y pelis mil veces repetidas), navega un poco por internet, se cabrea con lo de Camps, flipa con lo de Garzón, se caga en todo con lo de los recortes esos que nunca iban a hacer y ya están haciendo, mira los power points tontunos que le manda siempre su hermana (está currando en Suecia, jodó, si al final fue la más lista al pirarse) y, como se le cierran los ojos, se pira pa la cama. Antes de dormirse se acuerda de lo que le ha contao el vejete ese tan guerrero (ah, la vieja guardia roja nunca muere!) sobre la manifa que se ha convocao pal sábado. Pena no poder ir con la churri y el nano, aunque vete a saber si no se lo lleva la abuela pallá a montar un poco de bulla con la peña del 15-M. La suegra, que es una idealista. Si pa lo que sirve protestar... pero qué coño, hacen bien. Si librara el sábado, también iría. Porque no valdrá de mucho, pero menos vale no hacer nada. Eso es lo peor, que la mayoría no hace nada. Aunque también es verdad que seguramente no se les ocurre qué hacer. A él, por lo menos, no se le ocurre. De momento, ir tirando. Como sea.

Juan dijo...

Esa vida que comentas es de ensueño Lenka, para los miles de millones de personas que han vivido antes que nosotros, sin ir más lejos, hubiera sido de ensueño para mis padres, mis tíos y casi toda mi familia. Y ellos se consideraban unos privilegiados, porque conocían de las penurias de sus antecesores. Y no se quejaban. Daban gracias a Dios por todo lo que tenían.

Sólo se puede ser feliz siendo agradecidos y se nos ha olvidado serlo. Pensamos más en lo que no tenemos que en lo que disfrutamos. Y el pan Bimbo con margarina blanca es una bendición. Tener una casa y unas mantas, tengas o no agua caliente (que muy poca gente no la tiene) es motivo para estar agradecido y feliz.

Con todos los recortes que hay actualmente en España, con todos los problemas que vivimos, dime ¿cuando en España se ha vivido mejor a lo largo de la historia?. Que yo sepa nunca, pero nunca ha habido tanta queja y no por lo que tenemos, que tenemos la inmensa mayoría para vivir, sino por lo que no tenemos. Se pone más énfasis en lo que nos falta que en lo que disfrutamos.

Que hay mucho sinvergüenza suelto, por supuesto. Pero quejándonos de nada nos va a servir. Hemos tomado una actitud absolutamente pasiva: la indignación, la queja, el cabreo. Actitudes que no ayudan para nada a la sociedad y mucho menos a nosotros mismos. Sólo lo empeoramos todo.

Hay que pasar de la indignación a tomar las riendas de los asuntos. Tenemos la obligación ética de hacer y no quejarnos de lo que otros hacen.

El principal problema con el que nos enfrentamos no es el económico ni la redistribución de la riqueza. Es la redistribución del poder. Pero para que el poder no esté en manos de unos pocos, tenemos que mojarnos más y quejarnos menos. tenemos que entrar a millones en todas las organizaciones para dejar oir nuestra voz y hacer política desde los sindicatos, asociaciones de vecinos, asociaciones de padres, asociaciones para mejorar el sistema sanitario. Entrar y crear todo tipo de organizaciones para que desde abajo se vaya influyendo y se vayan cambiando las cosas. hace falta que millones de personas entren en los partidos políticos para cambiarlos desde dentro.

Pero lo que tenemos son asociaciones de padres a las que van 4 padres de un colegio con 1000 alumnos. Asociaciones de vecinos que van 7 de un barrio con 100.000 habitantes.

Hay que dejar de indignarse y empezar a mojarse, es la única manera de comenzar con el verdadero reparto de poder.

Lenka dijo...

Hombre Juan, vaya por delante que no pretendo dármelas de jovencita pipiola, pero a la pregunta de cuándo se ha vivido mejor en este país te digo sin dudar que hace 25 años, por ejemplo. Mis padres tuvieron infancias sin lujos (a veces hasta con necesidades), pero JAMÁS supieron en su juventud lo que era no tener trabajo. Curraron, ganaron dinero, se pagaron su pisito sin agobios y, como muchos de su generación (ellos andan ahora entrando en la sesentena), empezaron con sueldos modestos, ascendieron sin mayores dificultades y en unos años estaban en una situación tranquila, estable y acomodada. Con eso quiero decir que tenían el piso pagado, un seat Panda, una moto (eso ya cuenta como lujo) y la posibilidad de irse de veraneo con sus hijos de cámping, a la casa de León que el abuelo había comprado hecha miseria y había ido arreglando con sus propias manos o, más cerca, a la finca que también había comprado el abuelo a diez minutos de Gijón y en la que igualmente había montado una casita con sus manos. Recuerdo que dos o tres veces incluso viajamos de hotel!!

En casa nunca hubo lujos soberbios(mi primer lavavajillas tiene menos de un año, mi madre nunca ha tenido; el microondas o el ordenador se compraron siendo yo universitaria; los coches siempre han sido de segunda mano comprados cuando el anterior moría de vejez; el piso lo pintábamos nosotros mismos; teníamos unos radiadores eléctricos de los años 40 que hacían un ruido infernal; lo que se quedaba viejo se reciclaba para el pueblo; no hubo tele con mando a distancia hasta estar yo acabando el instituto...) pero vivíamos sin apuros, tranquilos, seguros y pudiendo comer fuera de vez en cuando sin que se tambaleara la economía. Es decir, que se vivía más que bien.

Lo siento, pero he vivido dos realidades muy diferentes a mis casi 34 años, y lo de ahora no tiene NADA que ver con lo de entonces. Mis padres nunca tuvieron que preguntarse cómo nos vestirían, o si podrían pagar la letra del piso. El sueldo de mi padre jamás pendió de un hilo, nunca sufrió recortes (al contrario, a más años en la empresa, mejor remuneración) ni sus condiciones laborales fueron a peor.

Ahora mismo mi madre sigue fregando casas ajenas para poder vivir, yo hago transcripciones a 0.67 céntimos la unidad (cinco minutos de audio, hora y media de trabajo) y mi pareja (que es el sostén de la familia) se enfrenta a un cierre de la empresa en la que trabaja que terminaría con ocho mil personas en el paro, es decir, ocho mil familias en Asturias (con lo pequeño que es esto!) más toda la gente que trabaja indirectamente para la misma empresa. Eso con dos bebés de siete meses y facturas que no dejarán de llegar.

Por supuesto que comparados con otras épocas, con otros países y hasta con otras personas de nuestro entorno seguimos siendo afortunados, pero la realidad es que mi pareja, yo misma y nuestros padres estamos viviendo ahora peor que hace veinte años. Es así. Y no somos los únicos.

Lenka dijo...

Coincido en que todos debiéramos mojarnos más y participar más en lo que se refiere a luchar por lo nuestro, lo de todos (porque, coño, de eso se trata, de lo de todos). El problema que siempre te vas a encontrar es este: los que no están demasiado jodidos no ven necesidad de actuar, porque no les atañe. Los que ya están realmente jodidos tienen otra lucha más urgente entre manos: sobrevivir. Llenar la nevera. Pagar un mes más el alquiler o la hipoteca. Decidir si vender el coche para sacarse unos euros y cuántas otras cosas más puede hacer para ahorrar. Buscar trabajo. Plantearse si puede pagar una guardería para sus hijos mientras curra, o si podrá disponer de la abuela...

La vida que te he descrito se parece bastante a la mía. Y sí, la verdad es que no tiene nada de malo, se disfruta mucho, agudiza el ingenio, te ayuda a ser responsable y te enseña a que el dinero no cae del cielo. Es la vida que yo tenía a los 21, y a los 27, y a los 30. El problema es que la sigo teniendo ahora, con el añadido de dos hijos. Uno no puede pasarse la vida anclado en los 21, porque nos hacemos mayores y tenemos más responsabilidades, más "cargas" (aunque esta palabra me parece odiosa). El Estado, los mercados, los bancos, los empresarios, nosotros mismos, NADIE puede pretender que vivamos siempre en precario, siempre con inseguridad, siempre como aprendices de 21 años. No pueden pedirnos eso y que encima sonriamos, y consumamos, y levantemos el país y seamos felices. Al menos no pueden hacerlo mientras nos roban, nos saquean, nos estafan y viven como Dios porque los recortes y los sacrificos no están hechos para ellos.

Yo siempre he estado en asociaciones, en voluntariados, en manifestaciones (incluso por cuestiones que no me afectaban directamente), en recogidas de firmas, en iniciativas... incluso muchas veces teniendo yo menos que la gente a la que "ayudaba" (cuando estuve de voluntaria en aquella asociación de apoyo a prostitutas no tenía un duro, ni por supuesto cobraba. Aquellas chicas ganaban un suelo que yo misma no tenía. Y, como ese colectivo, todos aquellos con los que me he implicado. Se da la curiosa paradoja de que siempre he ayudado a colectivos en riesgo de exclusión social cuando yo misma estaba a su nivel económico o incluso por debajo). Y no me arriepento de nada, y lo volvería a hacer, y estaría metida en cosas así si ahora mismo me lo pudiera permitir (porque cuando ayudas no sólo no ganas dinero, sino que lo pierdes). Lo malo es que no puedes ser voluntario ni activista cuando no tienes ni para ti.

Lo que falta por nuestra parte (para que veas que no todo son quejas) es la conciencia de que SIEMPRE hay que estar en la brecha. Siempre. Cuando te va bien y cuando no. Porque ahora, por eso que te contaba sobre ir tirando, no es momento de "hacer algo". Era momento ya antes. Me temo que en nuestro país hay muy poca conciencia social, ese es uno de nuestros grandes fallos. Nuestra participación tiene que ser constante, siempre, no sólo cuando la cosa estalla. Estamos acostumbrados a pelear sólo cuando nos atañe, cada uno para su lado. Las pocas personas que nos hemos fajado a veces en luchas "de otros" (que no lo son, son de todos, aunque la mayoría no lo entienda) hemos sido tachados de idiotas idealistas. Y ya ves, al final no queda otra que dar la razón a los pasotas, porque cuando la jodienda nos salpica nadie ayuda a nadie. Por eso me gusta el 15-M, porque errados o no, con mayor o menor acierto, intentan hacer algo por toda la sociedad. Una sociedad con más conciencia, más implicada, más unida, sería más difícil de aplastar. Trabajaría junta, remaría junta, se plantaría junta ante desmanes intolerables. Menos quejas y más acción. El problema es que no somos así, llegamos tarde. Y la mayoría sigue yendo a lo suyo, que los demás se apañen como puedan.

Hay una cultura del "no sirve de nada" que nos tiene comido el seso, y creo que por eso hay tanta gente desesperanzada que sólo sabe quejarse y no sabe cómo mojarse.

Juan dijo...

El "bienestar" de hace 25 años es precisamente lo que estamos pagando ahora. Y no me refería a los últimos 25 años sino a toda la historia de España.

Estos barros actuales vienen, en buena medida, de la pésima gestión de las vacas gordas que tuvimos. La crisis no arranca ni mucho menos en 2008 ni el culpable es ZP. En esa fecha fue cuando explotó, pero la burbuja se viene viviendo desde muchísimo antes, desde la falsa creencia que de pronto eramos ricos, que nos podíamos ir al Caribe, pagando en cómodos plazos, comprar coches cada cuatro años y pisos muy por encima de su valor endeudándonos hasta las trancas. Que desde hace muchísimoo tiempo se sabía que los pisos no podrían subir eternamente. Ahora es fácil echarle la culpa a los bancos, que la tienen, no me cabe duda, pero también la hemos tenido nosotros, y no hablo concretamente de tí o de mí, pero sí de millones de personas que ahora son los que más chillan en contra de los bancos y exculpándose de su estupidez y falta de previsión. En mi propia familia tengo varios ejemplos al respecto, de personas que han estado gastando 10.000 euros mensuales, cuando "sólo" ganaban 8000.

Se ha vivido para consumir y no para hacer una sociedad mejor. Mientras se podía consumir se alababa a los bancos y a un sistema financiero asqueroso que en vez de hacer el trabajo respetable de los bancos, coger dinero de unos y prestarlo a otros para que invirtieran en empresas reales, se ha convertido en recoger dinero de unos y hacer especular.

Nadie puso freno a esa especulación, porque se vivía muy bien hace 25 años, pero esto tenía que estallar más pronto o tarde.

Juan dijo...

Sólo hay una manera de repartir el poder: tomándolo. Pero eso cuesta tiempo y dedicación y la gente ha pasado de ser una irresponsable total a quejarse de la irresponsabilidad de los demás. Jamás se va a solucionar ese necesario reparto del poder mientras no haya autocrítica. Sólo podemos cambiar lo que está en nuestra mano. Diciéndole a los demás como deben cambiar ellos no vamos a conseguir nada.

Tu y yo vamos en el mismo barco y nos queremos dirigir hacia el mismo lugar, sólo diferimos en el modo de hacer las cosas. Por mi parte, sólo creo en la acción conjunta de todos, pero metiéndose de lleno, no en la manifestación, en la queja o en el 15M, sino a ejercer de manera efectiva el poder.

Llevo un año ejerciendo de jefe de Reumatología y Traumatología de mi Hospital, sin cobrar por ello, porque no tengo el nombramiento. Hemos conseguido ahorrar 5 millones de euros mejorando el servicio y sin recortar ni un solo derecho. Y se va a seguir ahorrando mucho más. Sólo es cuestión de proponérselo. De aparcar la comodidad y arremangarse. Emepecé sólo y enfrentado a todos, porque nadie quería cambiar el status quo, y ahora soy apoyado por la mayoría del Servicio y hay muchos que han empezado implicarse en la gestión. la gente está alucinada de que ahora, al que necesita operarse de forma programada se hace en menos de dos meses (antes podía ser más de un año) y los que necesitan operarse de forma urgente están en el quirófano en media hora.

De mirarme con caras espantadas han pasado a tener ideas para mejorar aún más, a buscar soluciones para ahorrar en medicamentos innecesarios y a sentirse útiles y llegar a sus casas contentos porque se sienten necesarios y sienten el agradecimiento de la gente.

Se puede conseguir crear comunidades a todos los niveles, que la gente no vaya a su puesto de trabajo siete horas al día, sino que vaya a trabajar y a servir siete horas al día tomándoselo como algo suyo, entre otras cosas porque lo es.

Es posible, Lenka, de verdad. El sector público es ineficiente porque la gente que trabaja en él no se implica y, si no se implica, no asumen el poder que tienen, que es muchísimo.

Reparto de poder, es lo que necesitamos, y para ello es fundamental que el poder que tenemos lo utilicemos. ¿Te imaginas que todos los empleados del Banco de España y de Economía y Hacienda estuvieran muy implicados en su trabajo?. No habrían subprime, habrían regulado mucho más los créditos, habrían auditado mucho más las cuentas y hubiera sido mucho más difícil un Gurtel o un ERE.

Podemos, ¿pero queremos?.

Lenka dijo...

Totalmente de acuerdo en lo que expones en el primer post, lo hemos hablado muchas veces. La gente vivió por encima de sus posibilidades, y lo triste es que ahora nos hemos jodido todos, tanto los que dilapidaron y se endeudaron como los que jamás lo hicimos. Es frustrante!

Respecto a pasar a la acción... ah, no, la mayoría NO QUIERE. La mayoría espera que Papá Estado (el mismo que les falló, del que despotrican) arregle el desaguisado. Y, en parte, lo comprendo. Porque ya que se llenan la boca de lo bien que nos sirven, ya que viven a nuestra costa, ya que salen ganando en las vacas gordas y en las flacas, y tienen la poca vergüenza de pedirnos a nosotros sacrificios mientras se adjudican sueldos vitalicios... qué menos que exigirles soluciones.

Pero por otro lado, claro que tenemos que implicarnos. Y algunos queremos, en serio que sí. Sólo que nos vemos desbordados y no tenemos un mínimo asidero al que agarrarnos. De momendo estamos arremangados para conseguir ese asidero, porque nos hundimos. Esa es la pega.

Juan dijo...

Pues si la mayoría no quiere, seguiremos en manos de unos pocos que manejan el cotarro económico y otros pocos que manejan el cotarro político (ambos entrelazados).

Sabes de mis críticas al Movimiento 15M. Sabía que iban a fracasar porque empleaban recetas que no eran las adecuadas, y una de ellas era la falta de autocrítica y el achacar todos los males a políticos y banqueros. Cuando diagnosticas mal, el tratamiento siempre es un fracaso. Y diagnosticaron muy mal. Y lo malo es que siguen emperrados en el diagnóstico erróneo: el problema no es lo que hicieron los sinvergüenzas, que siempre los ha habido y siempre los habrá. El problema es qué hizo la mayoría del pueblo cuando esos sinvergüenzas hacían y siguen haciendo. Buscan un fin, y en eso les doy la razón: el reparto más equitativo del poder, pero dejando ese reparto del poder en manos de los mismos políticos que se empeñan en quitárnoslo. "Nosotros no queremos entrar en las arenas políticas". Pues hay que entrar y a saco. En todos los niveles, no gritando, sino haciendo, trabajando e implicándose en la política del día a día. Aportando ideas en los ámbitos que cada uno conozca mejor. las pancartas ya no sirven, ni las asambleas que deciden quien es culpable y lo que los políticos deberían hacer.

Es un movimiento con corazón y con alma, pero sin cabeza, sin pensamiento, cegados por la ira y la indignación y, ninguna de ellas es buena consejera para cambiar hacia bien el rumbo de la sociedad.

Agárrate bien fuerte Lenka, porque lo malo aún no ha terminado de llegar. Pero mientras las veis venir, intentad pensar a fondo y de verdad en dejar de buscar empleo y en pensar en crearos vuestro propio empleo. Es momento de dejar de luchar por los demás y en luchar por y para ti, tu marido y tus hijos. Luchando por tí te aseguro que al final estarás haciendo mucho más bien a los demás.

Lenka dijo...

Sabemos que lo peor está por llegar. Nos consta. Por desgracia estamos perdidos y sin saber cómo actuar.

Juan dijo...

Lo siento muchísimo Lenka.

Pero tienes tres fármacos de carne y hueso maravillosos que van a conseguir que no os hundáis. Los hijos no son cargas sino extras de fuerza y voluntad para hacer posible lo que parece imposible.

Me temo que Asturias, como Andalucía, son muy malos sitios para vivir en una situación de crisis como la actual. En general España, con un desempleo tan alto, es mal sitio para plantearse echar anclas si finalmente tu marido pierde el trabajo.

Quizás sea el momento de mirar hacia Europa.

Un abrazo muy gordo

Lenka dijo...

Miramos, miramos. Qué remedio. Poco menos que nos han puesto a mirar hacia Europa, ya nos van dando pistas de lo que vendrá.

Y sí, saldremos de esta como sea y por dos buenas razones. Mi pequeña tragedia personal ahora es dejar atrás a una madre sola que no soporta pasar dos días sin ver a sus nietos, que son su vida. La mera idea me mata. Y sí, conozco el tema, la culpa, las cargas familiares, todo eso me lo sé. Pero no duele menos por saberlo.

Juan dijo...

Te comprendo. Debe ser muy doloroso, pero necesario. No hay culpa cuando las cosas se hacen por y con amor. Tu propia madre te echaría de su lado si ve que no hay otra salida.

Seguro que, decidas lo que decidas, será lo más decente. Eso es lo que tiene ser decente.

Lenka dijo...

Gracias, Juan. Por el momento nos hemos empeñado en que, pase lo que pase, saldremos adelante como sea. Me repito a mí misma que, aun jodidos, somos afortunados porque tenemos mucho (material y sobre todo de "lo otro"). Cuando siento la tentación de desesperarme recuerdo cómo fue la vida de mi abuelo (huérfano a los 14 y buscándose la vida como un adulto) y me repito que si él superó aquello nosotros lo tendremos más fácil.

Juan dijo...

Es normal que tengáis momentos bajos. Incluso momentos de desesperación. Pero te veo fuerte como para que sólo sean momentos y no un estado contínuo, que eso sí sería peligroso.

Siempre me ha dado la impresión de que eres demasiado buena, de que te exiges ser buena y quizás, sólo quizás, dés demasiado de tí misma. El egoísmo está muy mal visto,pero es necesario, es sus dosis justas. En un momento como el actual, ser egoísta es la mejor manera de ayudarte y de ayudar. Quizás sea el momento de pensar, no en tu madre, sino en tí y tus hijos. A la larga, eso hará más feliz a tu madre.