Lenka: te voy a contar la historia de mi abuela Remedios.
Se casó cuando contaba 18 años con mi abuelo, un soñador comunista, con tatuaje de la hoz y el martillo en su antebrazo de panadero. Según sus palabras, dio el braguetazo porque, desde los seis años, para poder comer a diario, tenía que acompañar a su madre desde Mijas hasta Málaga en un burro para poder vender canastos hechos por ellos y, de paso, servir en la casa de cualquier rico. A pesar de esos esfuerzos, no siempre lo conseguía y la noche llegaba con lágrimas de hambre en sus ojos infantiles.
Mi abuelo era un buen hombre: le pegaba lo normal, se emborrachaba a diario, le hizo 8 hijos sin una sola noche de sexo compartido y deseado, pero también le dio una casa de 20 m2 en un corralón de Málaga, que ella tenía como los chorros del oro (era pobre pero honrada y limpia....era su lema) y le traía pan. Era feliz con eso. La guerra civil le quitó todo cuanto tenía. Un campo de concentración para su marido y la imposibilidad para trabajar, pues era la mujer del líder comunista del barrio. Robaba el carbón que caía de los trenes, cogía chumbos para venderlos por las calles, limpiaba cualquier casa que podía, fregaba lo que le echaran mientras un hijo detrás de otro iban muriendo de hambre. Cuando tres de ellos murieron (9, 7 y 5 años), comprendió que todo lo que hacía era en vano y se separó de lo que más quería: a una hija la mandó con su hermana a Mijas y a mi madre la mandó con su madre a Córdoba. Con los otros tres y su trabajo pudo capear el temporal y logró que sobrevivieran los cinco.
Jamás se le habría ocurrido suicidarse.....estaba demasiado ocupada en sobrevivir.
Si ella te hubiera conocido hace unos años, te habría juzgado de forma muy severa por no saber disfrutar de todo lo que tú tienes. No hubiese comprendido tus momentos bajos, tus melancolías y tristezas, teniendo todo lo que ella consideraba necesario para ser feliz. Ella también habría dicho muchos deberías que tu tendrías que hacer. Y te digo que lo sé, porque lo sufrí en mis carnes, jejejeje.
El dinero no da la felicidad. En algunos/muchos casos, la dificulta. La mayoría de los suicidios no se producen en Ruanda, Pakistán o Etiopía, sino en Suecia, USA, Suiza o Finlandia.
El sufrimiento tiene muchas caras y, la peor de ellas, no es la ausencia de bienes materiales, o el hambre, o la guerra o la pérdida de seres queridos. El peor sufrimiento es el vacío interior, la ausencia de valor en uno mismo, la nada en ti mismo.
La mujer de malva podía estar equivocada, muy equivocada, no me cabe duda, pero era un ser humano que debió sufrir lo indecible, por mucho que tú no lo comprendas, aún teniendo todo lo que tú consideras que se debe tener para ser feliz. Mi abuela, como digo, tampoco te comprendería a tí.
No he conocido a esta señora, pero sí he conocido casos similares. Desde 1985, año en que comencé trabajar, seis médicos de mi Hospital se han suicidado y dos más estuvieron a punto de conseguirlo. Lo “tenían” todo. ¿Lo tenían todo?. ¿De verdad crees que por tener dinero, éxito profesional, ropas pijas, o criadas filipinas no podían sufrir?. No lo tenían todo, les faltaba lo más importante: el impulso de la vida, el saber porque y para qué vivir y, sin ello, no se tiene nada de nada.
Tu has luchado mucho Lenka, aunque posiblemente ni más ni menos que cualquiera de ellos, la única diferencia es que ellos NO SUPIERON luchar y perdieron. Tu te has sabido encontrar y ellos quizás creyeron, como tantos otros, que el camino de su felicidad era tener y no ser. Se equivocaron y lo pagaron con creces: sufriendo de forma desgarradora, hasta matarse. No fueron valientes, vale, pero mis lágrimas están con ellos.....y con la señora de malva. Puedo opinar sobre muchos de los errores que cometieron, pero nunca los juzgaré porque siempre estaré con los que sufren, sea por la causa que sea.
Los pijos, las chonis, los negros, los moros, los gay....que más da, Lenka. Los prejuicios siempre se autojustifican. Muchos sienten que es normal tener prejuicios contra los moros, por múltiples razones, otros los tienen contra los gay, otros contra los negros y otros contra los pijos o las chonis. Todos tienen sus razones para prejuzgar a un determinado grupo de personas que tienen una o varias diferencias odiosas y, a la vez, no entienden como otros pueden tener prejuicios que ellos no tienen.
Lenka, eres de las personas más decentes que he conocido en mi vida (y he conocido miles). Por eso me encantaría que en algún momento llegues a comprender la enorme diferencia existente entre conceptuar actitudes y juzgar personas. Lo primero nos hace crecer, lo segundo nos hace y hacemos sufrir.
Un abrazo Lenka, un abrazo de verdad, con todo el cariño y respeto que te tengo.
miércoles, 31 de diciembre de 2008
domingo, 21 de diciembre de 2008
Fragilidad
En el magnífico blog de Elvira, le hice unas preguntas, que amable y sabiamente, respondió. Pero, la muy puñetera, me las devolvió para que las contestara yo también. Lo iba a hacer en su blog pero, las respuestas me han salido tan largas, que he preferido publicarlas aquí. No os perdáis las respuestas que Elvira dió.
¿Qué nos hace frágiles?
Lo mismo que nos hace fuertes: el amor. Las personas que más daño nos pueden hacer, ante las que somos más vulnerables, son las que más amamos. En el concepto de amor, incluyo el amor propio.
Si no sabemos amarnos (lo que hoy en día se llama autoestima), podremos amar con locura a otros, pero tampoco los sabremos amar bien, lo que puede traer una enorme carga de sufrimiento.
¿Por qué?.
Porque este tipo de personas aman y, sobre todo, necesitan ser amadas……y hacen cualquier cosa por conseguirlo. Podéis decir que todos necesitamos ser amados, y es cierto, pero no a cualquier precio, y aquí radica la diferencia.
Consentirlo todo para que nos amen, es el primer paso para que dejen de hacerlo, porque nadie ama a quien no puede respetar. Se le puede tener cariño, compasión, pero no verdadero amor. Mendigar amor es una de las situaciones más penosas que se pueden vivir y nos convierte en seres extremadamente frágiles. En el amor también se necesitan los límites. Sin límites estamos demasiado expuestos, seremos muy frágiles. Con unas fronteras claras, que no se pueden traspasar, nos arriesgamos a la pérdida del otro, pero nunca nos destruiremos a nosotros mismos.
Incluso con los hijos, nuestra meta final no debe ser que nos amen. Si educas buscando como meta final que te amen, puedes llegar a consentir demasiado y sucedería lo mismo: pones los cimientos para que ni te respeten ni te quieran. Se educa para que se hagan independientes, personas libres con herramientas para conseguir que sean felices, pero no para que nos amen. El amor que nos profesen en el futuro, debe ser la consecuencia de la educación, nunca el motor que nos impulse en la educación. Educar con amor, pero sin buscar el amor.
El otro factor que nos hace frágiles es el miedo (no te rías Amanda). Paraliza, nos nubla la visión de conjunto. Nos impide cambiar. El miedo se autoalimenta y nos llega a obsesionar para convencernos de que cambiar es imposible. Pone límites, pero no son nuestros límites, son las barreras del propio miedo que nos engaña.
Hay varias expresiones que me encantan: “comerse el tarro, o el coco”, “reinar”, “darle vueltas a todo”. Reflexionar es bueno. El problema surge cuando rerererererereflexionamos. Cuando damos demasiadas vueltas a todo, puede suceder que nos paraliza la acción. Que nos preocupamos y nos olvidamos de ocuparnos. Buscamos, y encontramos, tantos pros y contras a cualquier posible salida, que al final tenemos muchas escobas, pero dejamos la casa sin barrer. Pero es el miedo el rufián que consigue confundirnos con tanta rererererereflexión.
Hay otros muchos factores que nos pueden hacer frágiles, pero creo que los dos citados son los más importantes y frecuentes.
La fragilidad presente no la considero positiva, pero todos tenemos nuestros puntos débiles. Reconocerlos y hacerlos desaparecer, disminuir o asumirlos, es una tarea que nos llevará por una senda más sana.
Sin embargo, la fragilidad pasada, si no nos ha hundido y hemos aprendido de ella, nos ayuda a ser más humanos, comprensivos, cariñosos y tolerantes con los demás. Si no hemos aprendido, o incluso rechazamos nuestra fragilidad, nos puede hacer arrogantes, prepotentes, soberbios y vanidosos. Despreciaremos al débil en vez de tenderles una mano.
¿Cómo nos hacemos fuertes?. (Consecuencia lógica de la primera).
El amor de nuevo. Jajajajaja. Por amor, somos capaces de hacer lo que nunca podríamos haber concebido ni en nuestros mejores sueños. No sólo Red Bull, el amor también da alas. Pero un amor con respeto por uno mismo.
El miedo, de nuevo: controlándolo. Hacer desaparecer todos los miedos es una entelequia, e incluso diría, una insensatez. Sólo es valiente el que tiene miedo, se enfrenta a él y lo controla. Pero el que ha aprendido a hacerle frente, se encuentra con una arma muy valiosa en su poder: la capacidad de decidir en libertad, la seguridad de que se va a equivocar, que se caerá, pero que se levantará habiendo aprendido una nueva lección que lo hará más fuerte.
El conocimiento aplicado a hacernos felices, sabiéndolo poner a nuestro favor, porque en nuestra contra es una arma potentísima.
¿Nacemos o nos hacen/hacemos frágiles?.
Nacemos con capacidades que desarrollaremos en mayor o menor medida. Dependiendo de la “calidad” de nuestros genes, tendremos tendencia a ser más o menos guapos, altos o sanos. Estas características sin embargo, por sí mismas, no determinan la fragilidad, como mucho la facilitan o dificultan.
Son la educación, vivencias, incluso los errores cometidos, o la comodidad los más determinantes en nuestra fragilidad o fortaleza.
¿Qué es lo más demoledor que nos puede suceder?.
La pérdida de los seres queridos, sobre todo la pareja y los hijos. Casi tan demoledor como lo anterior es vivir constantemente la posible pérdida de ellos.
El amor, sin admiración hacia el ser amado, ¿adónde nos puede conducir?.
A la falta de respeto.
Se puede amar a alguien sin que te guste ese alguien. Sucede sobre todo con los hijos, pero también con la pareja.
En toda convivencia hay que saber ceder en algunos aspectos. Se debe establecer una negociación y cambiar algún hábito para que todos estén más a gusto. Pero si no te gusta la persona amada, suele iniciarse un proceso de intentar cambiar al otro en su estructura, adecuándolo a lo que nos gusta. Esto es falta de respeto.
Es frecuente oir: “no me gustan tus amig@s”, “parece que tus padres/hermanos siempre están por delante de mí”, “no me gusta que pases tanto tiempo con Fulanito” …….y tantas otras cosas similares. Se tiene muy en cuenta lo que se hace por los demás y no se valora lo que te están dando a ti: no sabes recibir a la persona amada, porque no es como te gusta a ti. Y si no la sabes recibir, quizás la ames, pero no la respetas……y no la respetas porque, en última instancia, no sabes respetar porque no te respetas a ti mismo.
¿Qué nos hace frágiles?
Lo mismo que nos hace fuertes: el amor. Las personas que más daño nos pueden hacer, ante las que somos más vulnerables, son las que más amamos. En el concepto de amor, incluyo el amor propio.
Si no sabemos amarnos (lo que hoy en día se llama autoestima), podremos amar con locura a otros, pero tampoco los sabremos amar bien, lo que puede traer una enorme carga de sufrimiento.
¿Por qué?.
Porque este tipo de personas aman y, sobre todo, necesitan ser amadas……y hacen cualquier cosa por conseguirlo. Podéis decir que todos necesitamos ser amados, y es cierto, pero no a cualquier precio, y aquí radica la diferencia.
Consentirlo todo para que nos amen, es el primer paso para que dejen de hacerlo, porque nadie ama a quien no puede respetar. Se le puede tener cariño, compasión, pero no verdadero amor. Mendigar amor es una de las situaciones más penosas que se pueden vivir y nos convierte en seres extremadamente frágiles. En el amor también se necesitan los límites. Sin límites estamos demasiado expuestos, seremos muy frágiles. Con unas fronteras claras, que no se pueden traspasar, nos arriesgamos a la pérdida del otro, pero nunca nos destruiremos a nosotros mismos.
Incluso con los hijos, nuestra meta final no debe ser que nos amen. Si educas buscando como meta final que te amen, puedes llegar a consentir demasiado y sucedería lo mismo: pones los cimientos para que ni te respeten ni te quieran. Se educa para que se hagan independientes, personas libres con herramientas para conseguir que sean felices, pero no para que nos amen. El amor que nos profesen en el futuro, debe ser la consecuencia de la educación, nunca el motor que nos impulse en la educación. Educar con amor, pero sin buscar el amor.
El otro factor que nos hace frágiles es el miedo (no te rías Amanda). Paraliza, nos nubla la visión de conjunto. Nos impide cambiar. El miedo se autoalimenta y nos llega a obsesionar para convencernos de que cambiar es imposible. Pone límites, pero no son nuestros límites, son las barreras del propio miedo que nos engaña.
Hay varias expresiones que me encantan: “comerse el tarro, o el coco”, “reinar”, “darle vueltas a todo”. Reflexionar es bueno. El problema surge cuando rerererererereflexionamos. Cuando damos demasiadas vueltas a todo, puede suceder que nos paraliza la acción. Que nos preocupamos y nos olvidamos de ocuparnos. Buscamos, y encontramos, tantos pros y contras a cualquier posible salida, que al final tenemos muchas escobas, pero dejamos la casa sin barrer. Pero es el miedo el rufián que consigue confundirnos con tanta rererererereflexión.
Hay otros muchos factores que nos pueden hacer frágiles, pero creo que los dos citados son los más importantes y frecuentes.
La fragilidad presente no la considero positiva, pero todos tenemos nuestros puntos débiles. Reconocerlos y hacerlos desaparecer, disminuir o asumirlos, es una tarea que nos llevará por una senda más sana.
Sin embargo, la fragilidad pasada, si no nos ha hundido y hemos aprendido de ella, nos ayuda a ser más humanos, comprensivos, cariñosos y tolerantes con los demás. Si no hemos aprendido, o incluso rechazamos nuestra fragilidad, nos puede hacer arrogantes, prepotentes, soberbios y vanidosos. Despreciaremos al débil en vez de tenderles una mano.
¿Cómo nos hacemos fuertes?. (Consecuencia lógica de la primera).
El amor de nuevo. Jajajajaja. Por amor, somos capaces de hacer lo que nunca podríamos haber concebido ni en nuestros mejores sueños. No sólo Red Bull, el amor también da alas. Pero un amor con respeto por uno mismo.
El miedo, de nuevo: controlándolo. Hacer desaparecer todos los miedos es una entelequia, e incluso diría, una insensatez. Sólo es valiente el que tiene miedo, se enfrenta a él y lo controla. Pero el que ha aprendido a hacerle frente, se encuentra con una arma muy valiosa en su poder: la capacidad de decidir en libertad, la seguridad de que se va a equivocar, que se caerá, pero que se levantará habiendo aprendido una nueva lección que lo hará más fuerte.
El conocimiento aplicado a hacernos felices, sabiéndolo poner a nuestro favor, porque en nuestra contra es una arma potentísima.
¿Nacemos o nos hacen/hacemos frágiles?.
Nacemos con capacidades que desarrollaremos en mayor o menor medida. Dependiendo de la “calidad” de nuestros genes, tendremos tendencia a ser más o menos guapos, altos o sanos. Estas características sin embargo, por sí mismas, no determinan la fragilidad, como mucho la facilitan o dificultan.
Son la educación, vivencias, incluso los errores cometidos, o la comodidad los más determinantes en nuestra fragilidad o fortaleza.
¿Qué es lo más demoledor que nos puede suceder?.
La pérdida de los seres queridos, sobre todo la pareja y los hijos. Casi tan demoledor como lo anterior es vivir constantemente la posible pérdida de ellos.
El amor, sin admiración hacia el ser amado, ¿adónde nos puede conducir?.
A la falta de respeto.
Se puede amar a alguien sin que te guste ese alguien. Sucede sobre todo con los hijos, pero también con la pareja.
En toda convivencia hay que saber ceder en algunos aspectos. Se debe establecer una negociación y cambiar algún hábito para que todos estén más a gusto. Pero si no te gusta la persona amada, suele iniciarse un proceso de intentar cambiar al otro en su estructura, adecuándolo a lo que nos gusta. Esto es falta de respeto.
Es frecuente oir: “no me gustan tus amig@s”, “parece que tus padres/hermanos siempre están por delante de mí”, “no me gusta que pases tanto tiempo con Fulanito” …….y tantas otras cosas similares. Se tiene muy en cuenta lo que se hace por los demás y no se valora lo que te están dando a ti: no sabes recibir a la persona amada, porque no es como te gusta a ti. Y si no la sabes recibir, quizás la ames, pero no la respetas……y no la respetas porque, en última instancia, no sabes respetar porque no te respetas a ti mismo.
jueves, 18 de diciembre de 2008
En el portal de Bloguén
Había un portal, dentro de otro portal, dentro de otro portal, dentro de otro portal y, de tantos portales que había, ya no cabían ni Jesús, José ni María y tuvieron que buscarse la vida en un apartamento de 20 metros sin vistas a la estrella de Bloguén. Jose les hizo un presupuesto a su medida y les hizo hincapié en que no mezclaran sus ahorros con los Ninjas
Alquilaron una mula y un buey y pagaron por horas a Lalaith para que los cuidara. Pero le prohibieron que llevara su cámara para que no les chafara la exclusiva.
Cristina sonreía pacíficamente mientras exclamaba: ¡qué bonito¡. En cuantico que salga: a la incubadora. Celadus meditaba.
Alberich fue alejado sin miramientos de la escena: a un bebe recién nacido ¡¡¡no se le dan abrazos de oso¡¡¡. Inmediatamente puso una reclamación en el Rincón de la queja ante tamaño dislate. El tema le dio para 20 poemas y una canción exasperada mientras Celadus meditaba.
Lenka andaba sofocada: ¡que no me la das¡. ¿Virgen y con ese bombo?. Anda yaaaa. Pero si quieres abortar estás en tu derecho, y si no quieres, tú misma. Celadus la miraba y meditaba.
Rogorn estuvo de acuerdo con Lenka. Estaba enfurruñado escudriñando en otros portales al que de verdad le interesaba: Brian, también conocido como Bdian.
Portorosa buscaba desesperadamente una silla. Los pastores se la habían birlado y ya se sabe, ¿Qué hace un hombre sin silla?. De todo, menos bueno. Celadus y su silla meditaban.
Rose, con cara cándida decía risueña:¿pero aquí no llueve?. Celadus alzó sus ojos mientras meditaba.
Io montó su chiringuito al lado a la espera de negocio. Es muy dura la vida del autónomo. Celadus meditaba.
Cuanmerce avisó que “cuantico” salga el bebé me avisáis.
Amanda, toda seria, pensaba en la certeza absoluta relativizada con consciencia plena de la existencia del camello o si todos eran dromedarios con una joroba de más. Juan no estaba de acuerdo: todos eran camellos, no había más que ver la de heroína que llevaban los Reyes Magos. Juanraig, tampoco estaba de acuerdo: ni camellos ni dromedarios ni magos, joder, que los reyes son los padres, dentro de otros padres, dentro de otros padres dentro de otros padres y tos juntos en el Picasso. Celadus sonreía y meditaba.
Elvira pintaba la escena mientras intentaba recordar: una mula, un buey, un tío con un bastón, una tía con un redondel en la cabeza: yo he visto esto antes en un cuadro. Celadus asentía y meditaba.
En el portal no había gatos. En el portal de Bloguén han entrado los ratones. Ina se hace la despistada. Celadus contemplaba y meditaba.
Eli se ofrecía a José y María para que cuando quisieran, se fueran de copas, que ella cuidaría muy bien al niño. José asentía y le decía en voz baja: tengo un hermano soltero de cincuenta años……. Celadus guiñaba el ojo y meditaba.
Kaken cocinaba para todos unas patatas fritas sin aceite ni nada, porque estamos en tiempos de crisis, mientras le echaba el ojo a los pastores para ver si en un despiste se hacía con un cordero….y sus chuletitas. La hija de Io vigilaba estrechamente a Kaken, sabedora de sus aviesas intenciones. Celadus contemplaba y meditaba.
Guaja no se quería perder semejante espectáculo y se puso su mejor chándal para la ocasión.
Chusa, muy ocupada, se acercó a la Virgen y le dijo: no te quiero ver dando ni una calada, que me intoxico.
Celadus se limpió con una piedra que tenía preparada, se abrochó los pantalones y dejó de meditar. Ya no le hacía falta.
´
FELICES FIESTAS A TODOS
Alquilaron una mula y un buey y pagaron por horas a Lalaith para que los cuidara. Pero le prohibieron que llevara su cámara para que no les chafara la exclusiva.
Cristina sonreía pacíficamente mientras exclamaba: ¡qué bonito¡. En cuantico que salga: a la incubadora. Celadus meditaba.
Alberich fue alejado sin miramientos de la escena: a un bebe recién nacido ¡¡¡no se le dan abrazos de oso¡¡¡. Inmediatamente puso una reclamación en el Rincón de la queja ante tamaño dislate. El tema le dio para 20 poemas y una canción exasperada mientras Celadus meditaba.
Lenka andaba sofocada: ¡que no me la das¡. ¿Virgen y con ese bombo?. Anda yaaaa. Pero si quieres abortar estás en tu derecho, y si no quieres, tú misma. Celadus la miraba y meditaba.
Rogorn estuvo de acuerdo con Lenka. Estaba enfurruñado escudriñando en otros portales al que de verdad le interesaba: Brian, también conocido como Bdian.
Portorosa buscaba desesperadamente una silla. Los pastores se la habían birlado y ya se sabe, ¿Qué hace un hombre sin silla?. De todo, menos bueno. Celadus y su silla meditaban.
Rose, con cara cándida decía risueña:¿pero aquí no llueve?. Celadus alzó sus ojos mientras meditaba.
Io montó su chiringuito al lado a la espera de negocio. Es muy dura la vida del autónomo. Celadus meditaba.
Cuanmerce avisó que “cuantico” salga el bebé me avisáis.
Amanda, toda seria, pensaba en la certeza absoluta relativizada con consciencia plena de la existencia del camello o si todos eran dromedarios con una joroba de más. Juan no estaba de acuerdo: todos eran camellos, no había más que ver la de heroína que llevaban los Reyes Magos. Juanraig, tampoco estaba de acuerdo: ni camellos ni dromedarios ni magos, joder, que los reyes son los padres, dentro de otros padres, dentro de otros padres dentro de otros padres y tos juntos en el Picasso. Celadus sonreía y meditaba.
Elvira pintaba la escena mientras intentaba recordar: una mula, un buey, un tío con un bastón, una tía con un redondel en la cabeza: yo he visto esto antes en un cuadro. Celadus asentía y meditaba.
En el portal no había gatos. En el portal de Bloguén han entrado los ratones. Ina se hace la despistada. Celadus contemplaba y meditaba.
Eli se ofrecía a José y María para que cuando quisieran, se fueran de copas, que ella cuidaría muy bien al niño. José asentía y le decía en voz baja: tengo un hermano soltero de cincuenta años……. Celadus guiñaba el ojo y meditaba.
Kaken cocinaba para todos unas patatas fritas sin aceite ni nada, porque estamos en tiempos de crisis, mientras le echaba el ojo a los pastores para ver si en un despiste se hacía con un cordero….y sus chuletitas. La hija de Io vigilaba estrechamente a Kaken, sabedora de sus aviesas intenciones. Celadus contemplaba y meditaba.
Guaja no se quería perder semejante espectáculo y se puso su mejor chándal para la ocasión.
Chusa, muy ocupada, se acercó a la Virgen y le dijo: no te quiero ver dando ni una calada, que me intoxico.
Celadus se limpió con una piedra que tenía preparada, se abrochó los pantalones y dejó de meditar. Ya no le hacía falta.
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FELICES FIESTAS A TODOS
miércoles, 17 de diciembre de 2008
Miedo, riesgo y competitividad
El miedo se ha apoderado de nuestra sociedad y es el principal artífice de la ansiedad que se ha extendido de forma preocupante en nuestras vidas. Esta ansiedad es una de las principales causas de depresión....una auténtica epidemia en nuestro mundo desarrollado. La ansiedad puede ser causa de multitud de síntomas que pueden hacernos perder calidad de vida: palpitaciones, angustia, asfixia, dolores generalizados, cansancio fácil, insomnio, sensación de paliza matutina, acorchamientos u hormigueos, dolores de cabeza, pérdidas de memoria, opresión en el pecho, estreñimiento, dolores inespecíficos de barriga.......además de las posibles depresiones.
El miedo tiene muchas caras pero, a mi juicio, donde radica fundamentalmente es en la duda. Pero un potenciador del miedo es el afán, imposible, de una vida sin riesgos. Invertimos una enorme cantidad de dinero y energías en conseguir el riesgo 0. Pero, curiosamente, en esta eterna búsqueda del riesgo 0, radica la potenciación de nuestros peores miedos. No hay más que ver como se criaban antes los hijos y como se protejen en la actualidad.
Es el miedo el que impulsa a algunos psicopedagogos a decirnos tranquilamente que los castigos a los niños traumatizan (si a un niño se le niegan los castigos estamos creando seres que no comprenden el término justicia), que la competitividad es mala porque traumatiza (más miedo) cuando, es la competencia, la que más impulsa la cooperación. Cuando se compite se puede perder, pero nos olvidamos que sin derrotas tampoco hay victorias y un mundo sin posibles victorias...es un mundo en el que no quiero vivir. La derrota puede traumatizar a un cobarde (entiéndase no como insulto, sino con persona con mucho miedo no controlado) pero, ¿es esto lo que tenemos que potenciar de nosotros mismos, la cobardía?. El miedo a la derrota nos convierte en esclavos de nosotros mismos. No hay nada más arriesgado que la libertad.
Con esto no quiero decir que la competitividad sea buena en sí misma, en muchos casos nos abruma y hunde, pero achacar a la competitividad todo tipo de males, tampoco. Se debe conseguir un equilibrio, y esto es lo complicado.
Sin riesgos no hay innovación. El que no innova por miedo a fracasar, ya ha fracasado, porque no va a avanzar. Si no vivimos en la prehistoria, si tenemos la Sociedad que tenemos, con sus luces y sombras, no es gracias al temeroso, al que no ha arriesgado, al que no ha competido.
Esto no implica que la seguridad sea mala en sí misma. Es necesario un equilibrio entre riesgo y seguridad. Arriesgar no es ser insensato, sino intentar cosas nuevas sin miedo al cambio.
El miedo tiene muchas caras pero, a mi juicio, donde radica fundamentalmente es en la duda. Pero un potenciador del miedo es el afán, imposible, de una vida sin riesgos. Invertimos una enorme cantidad de dinero y energías en conseguir el riesgo 0. Pero, curiosamente, en esta eterna búsqueda del riesgo 0, radica la potenciación de nuestros peores miedos. No hay más que ver como se criaban antes los hijos y como se protejen en la actualidad.
Es el miedo el que impulsa a algunos psicopedagogos a decirnos tranquilamente que los castigos a los niños traumatizan (si a un niño se le niegan los castigos estamos creando seres que no comprenden el término justicia), que la competitividad es mala porque traumatiza (más miedo) cuando, es la competencia, la que más impulsa la cooperación. Cuando se compite se puede perder, pero nos olvidamos que sin derrotas tampoco hay victorias y un mundo sin posibles victorias...es un mundo en el que no quiero vivir. La derrota puede traumatizar a un cobarde (entiéndase no como insulto, sino con persona con mucho miedo no controlado) pero, ¿es esto lo que tenemos que potenciar de nosotros mismos, la cobardía?. El miedo a la derrota nos convierte en esclavos de nosotros mismos. No hay nada más arriesgado que la libertad.
Con esto no quiero decir que la competitividad sea buena en sí misma, en muchos casos nos abruma y hunde, pero achacar a la competitividad todo tipo de males, tampoco. Se debe conseguir un equilibrio, y esto es lo complicado.
Sin riesgos no hay innovación. El que no innova por miedo a fracasar, ya ha fracasado, porque no va a avanzar. Si no vivimos en la prehistoria, si tenemos la Sociedad que tenemos, con sus luces y sombras, no es gracias al temeroso, al que no ha arriesgado, al que no ha competido.
Esto no implica que la seguridad sea mala en sí misma. Es necesario un equilibrio entre riesgo y seguridad. Arriesgar no es ser insensato, sino intentar cosas nuevas sin miedo al cambio.
lunes, 15 de diciembre de 2008
Sinceridad
Se llama R y es compañero desde hace años. La palabra que mejor le define es sinceridad. Una virtud que se ha convertido en su peor defecto. Hace y se hace daño, pero todo lo justifica en nombre de la franqueza. Su verdad se ha convertido en motivo de enfrentamiento y discusión allá por donde va. Muchos no le quiere trabajando a su lado y otros le adoran. Sin embargo, es un magnífico profesional y mejor persona. Me crispa pero me gusta.
Me relaciono muy bien con este tipo de personas. Consiguen tantos adeptos incondicionales como enemigos a muerte. Nadie se explica el motivo por el que me llevo de maravilla, no sólo con R, también con P o S, muy similares a él. Mi respuesta es sencilla: confianza. Se equivocan a menudo, tan a menudo como lo reconocen en cuanto se dan cuenta. Su sentido de la justicia es tan alto como su búsqueda de la verdad. No admiten la mentira y se han convertido en el portaestandarte de la veracidad. Caiga quien caiga.
¿Cuál es el problema?
Tanto R como P o S hacen juicios de valor. Esta es la gran diferencia. Esto es lo que convierte su virtud en defecto, el motivo por el que tienen tantos duelos. Critican, no sólo actitudes, sino a personas. La imagen propia, cuando es puesta en cuestión, hace salir los peores instintos para defenderla.
La sinceridad tiene un límite: la persona.
¿Por qué me relaciono bien con ellos?
Porque huyo de tener imagen.
Me relaciono muy bien con este tipo de personas. Consiguen tantos adeptos incondicionales como enemigos a muerte. Nadie se explica el motivo por el que me llevo de maravilla, no sólo con R, también con P o S, muy similares a él. Mi respuesta es sencilla: confianza. Se equivocan a menudo, tan a menudo como lo reconocen en cuanto se dan cuenta. Su sentido de la justicia es tan alto como su búsqueda de la verdad. No admiten la mentira y se han convertido en el portaestandarte de la veracidad. Caiga quien caiga.
¿Cuál es el problema?
Tanto R como P o S hacen juicios de valor. Esta es la gran diferencia. Esto es lo que convierte su virtud en defecto, el motivo por el que tienen tantos duelos. Critican, no sólo actitudes, sino a personas. La imagen propia, cuando es puesta en cuestión, hace salir los peores instintos para defenderla.
La sinceridad tiene un límite: la persona.
¿Por qué me relaciono bien con ellos?
Porque huyo de tener imagen.
sábado, 13 de diciembre de 2008
Represión sexual
Confieso que soy un reprimido sexual.
Pero no porque me lo hayan impuesto o lo hayan incrustado con la educación o esté mejor o peor visto. La represión sexual ha sido una opción meditada y elegida. Respeto profundamente al que ha preferido otra manera de vivir su sexualidad. Todas son legítimas y maravillosas, siempre que haya consentimiento libre. Da igual que sea por amor, por placer, dinero o cualquier otra circunstancia posible, si hay consentimiento libre por todas las partes implicadas.
¿Por qué he elegido esta forma de vivir el sexo?
Porque me gusta ser libre e independiente. Puede parecer contradictorio que me reprima para ser libre pero, al menos para mí, no lo es y voy a intentar explicarlo.
La sexualidad es uno de los instintos más poderosos y, en consecuencia, uno de los que más nos condicionan en nuestras relaciones con los demás y con nosotros mismos. Dependiendo del nivel de control que ejerzamos, podemos estar más o menos condicionados. Es una necesidad, hasta cierto punto, pero las necesidades pueden esclavizar según cómo las vivamos. La necesidad que nos hace dependientes puede ser peligrosa.
El impulso sexual no controlado ni satisfecho puede ser causa de una búsqueda de pareja en donde, el instinto, pueda primar sobre otras consideraciones más importantes para el desarrollo de una relación a largo plazo.
Se pueden tener relaciones esporádicas, sin compromiso de futuro, con las que conseguimos “saciar la sed”. Es una opción perfectamente válida para muchos, pero no para mí.
Hace muchos, pero que muchos años, fui de pronto consciente, como una luz que se hizo de improviso, que estaba en un estado permanente de cacería de mujeres. Me di cuenta que mis relaciones con ellas estaban teñidas por el sexo, como un velo invisible de deseos, que condicionaba mi manera de comportarme y de ser con las chicas. En los hombres valoraba su inteligencia, bondad, generosidad, etc. En las mujeres, dependiendo de su trasero, piernas o pecho, veía virtudes o defectos en relación directa al grado de perfección de sus curvas. Las trataba con la subjetividad que me indicaban mis apetencias carnales. Me dejaba llevar por mis impulsos más que por mi cerebro. Una mujer muy atractiva físicamente para mí, me la podía dar con queso. Una mujer que no me atrajera sexualmente, se lo tenía que currar para que me gustara como amiga.
En ese mismo instante decidí reprimir mis deseos…..aunque más que reprimir, la palabra más adecuada sería controlar. Quería mirar a las mujeres de la misma forma que lo hacía con los hombres: ver sus cualidades y defectos con la mirada limpia sin la bruma de mis apetitos. No fue fácil, nada fácil, pero lo he ido consiguiendo desde entonces.
¿Cómo lo he conseguido?
Sabía que era imposible que me dejaran de parecer bellas y atractivas las que me resultaban bellas y atractivas. Pero sí que podía vigilar mis actos. Decidí que no tendría relaciones sexuales completas con ninguna mujer hasta encontrar a aquella con la que pudiese iniciar una relación de compromiso mutuo a largo plazo. Tuve muchas novias pero me mantuve virgen (con un enorme esfuerzo de voluntad, conste). Una me puso los cuernos por no hacerle el amor, pero me mereció la pena. Cuando conocía a una chica, al saber con seguridad que no habría sexo, me fijaba en otros detalles mucho más importantes para mí. La vivía con más objetividad (toda la que se puede dar en temas del corazón).
Recuerdo a una en especial. Era una chica excepcional, maravillosa, encantadora, inteligente, atrevida, comprometida, graciosa, natural, sin tapujos. Estuve con ella tres maravillosos meses. Lo tenía todo para ser la mujer de mi vida, todo menos una cosilla….me repugnaba sexualmente. Intenté, infructuosamente, que me pareciera atractiva, pero no lo conseguí. Cada beso era un martirio. Lo dejamos con lágrimas porque estábamos muy compenetrados emocionalmente, pero supimos que, si rechazaba su cuerpo, sólo podríamos ser buenos amigos, pero nunca pareja.
Una vez que encontré el amor, la represión desapareció por completo. El sexo ha pasado a ser absolutamente libre, divertido y gratuito. Maravillosamente intrascendente. Pero sigo ejerciendo el mismo control con las demás mujeres, quizás, en buena medida, me lleve tan bien con ellas por esta razón.
Pero no porque me lo hayan impuesto o lo hayan incrustado con la educación o esté mejor o peor visto. La represión sexual ha sido una opción meditada y elegida. Respeto profundamente al que ha preferido otra manera de vivir su sexualidad. Todas son legítimas y maravillosas, siempre que haya consentimiento libre. Da igual que sea por amor, por placer, dinero o cualquier otra circunstancia posible, si hay consentimiento libre por todas las partes implicadas.
¿Por qué he elegido esta forma de vivir el sexo?
Porque me gusta ser libre e independiente. Puede parecer contradictorio que me reprima para ser libre pero, al menos para mí, no lo es y voy a intentar explicarlo.
La sexualidad es uno de los instintos más poderosos y, en consecuencia, uno de los que más nos condicionan en nuestras relaciones con los demás y con nosotros mismos. Dependiendo del nivel de control que ejerzamos, podemos estar más o menos condicionados. Es una necesidad, hasta cierto punto, pero las necesidades pueden esclavizar según cómo las vivamos. La necesidad que nos hace dependientes puede ser peligrosa.
El impulso sexual no controlado ni satisfecho puede ser causa de una búsqueda de pareja en donde, el instinto, pueda primar sobre otras consideraciones más importantes para el desarrollo de una relación a largo plazo.
Se pueden tener relaciones esporádicas, sin compromiso de futuro, con las que conseguimos “saciar la sed”. Es una opción perfectamente válida para muchos, pero no para mí.
Hace muchos, pero que muchos años, fui de pronto consciente, como una luz que se hizo de improviso, que estaba en un estado permanente de cacería de mujeres. Me di cuenta que mis relaciones con ellas estaban teñidas por el sexo, como un velo invisible de deseos, que condicionaba mi manera de comportarme y de ser con las chicas. En los hombres valoraba su inteligencia, bondad, generosidad, etc. En las mujeres, dependiendo de su trasero, piernas o pecho, veía virtudes o defectos en relación directa al grado de perfección de sus curvas. Las trataba con la subjetividad que me indicaban mis apetencias carnales. Me dejaba llevar por mis impulsos más que por mi cerebro. Una mujer muy atractiva físicamente para mí, me la podía dar con queso. Una mujer que no me atrajera sexualmente, se lo tenía que currar para que me gustara como amiga.
En ese mismo instante decidí reprimir mis deseos…..aunque más que reprimir, la palabra más adecuada sería controlar. Quería mirar a las mujeres de la misma forma que lo hacía con los hombres: ver sus cualidades y defectos con la mirada limpia sin la bruma de mis apetitos. No fue fácil, nada fácil, pero lo he ido consiguiendo desde entonces.
¿Cómo lo he conseguido?
Sabía que era imposible que me dejaran de parecer bellas y atractivas las que me resultaban bellas y atractivas. Pero sí que podía vigilar mis actos. Decidí que no tendría relaciones sexuales completas con ninguna mujer hasta encontrar a aquella con la que pudiese iniciar una relación de compromiso mutuo a largo plazo. Tuve muchas novias pero me mantuve virgen (con un enorme esfuerzo de voluntad, conste). Una me puso los cuernos por no hacerle el amor, pero me mereció la pena. Cuando conocía a una chica, al saber con seguridad que no habría sexo, me fijaba en otros detalles mucho más importantes para mí. La vivía con más objetividad (toda la que se puede dar en temas del corazón).
Recuerdo a una en especial. Era una chica excepcional, maravillosa, encantadora, inteligente, atrevida, comprometida, graciosa, natural, sin tapujos. Estuve con ella tres maravillosos meses. Lo tenía todo para ser la mujer de mi vida, todo menos una cosilla….me repugnaba sexualmente. Intenté, infructuosamente, que me pareciera atractiva, pero no lo conseguí. Cada beso era un martirio. Lo dejamos con lágrimas porque estábamos muy compenetrados emocionalmente, pero supimos que, si rechazaba su cuerpo, sólo podríamos ser buenos amigos, pero nunca pareja.
Una vez que encontré el amor, la represión desapareció por completo. El sexo ha pasado a ser absolutamente libre, divertido y gratuito. Maravillosamente intrascendente. Pero sigo ejerciendo el mismo control con las demás mujeres, quizás, en buena medida, me lleve tan bien con ellas por esta razón.
viernes, 12 de diciembre de 2008
Nadie me comprende
Según el DRAE, comprender es la facultad, capacidad o perspicacia para entender y penetrar en las cosas. Actitud tolerante.
Según el DJ (diccionario de Juan, jeje), además de lo anterior, añade: ponerse en el lugar del otro. Empatía.
¿Es necesario que los demás comprendan mis motivos, mis acciones, mis circunstancias?. ¿Puede llevar implícita una forma de justificación?. ¿Se puede emplear, consciente o inconscientemente, para manipular?. ¿Porqué el mundo nos tiene que entender, qué sentido tiene?. ¿Es positivo esperar que nos comprendan?. Y si no me comprenden ¿qué hago?.
En ocasiones, la falta de comprensión se debe a una expresión incorrecta de nuestras ideas, lo que puede ser relativamente fácil de subsanar. Otras veces se debe a una inteligencia fuera de lo común, como la que se produce en determinados genios que se adelantan a su tiempo. Por último, la intolerancia de una sociedad dogmática y opresiva deja fuera de ella a los que piensan por su cuenta.
Fuera de estos contextos, ser consciente de la incomprensión de los demás, hace y nos hace daño.
No voy a negar que sentirse comprendido por alguien sea muy agradable e incluso importante, pero la búsqueda activa de la comprensión por parte de los demás puede acarrear consecuencias negativas.
Una primera acción tendente a conseguir este objetivo es practicar el borreguismo. Hago y pienso lo que los demás esperan de mí. No me salgo de la norma. De esta forma no desarrollo mis capacidades, no sigo un sendero personal sino que circulo por la autopista general, con la consiguiente insatisfacción que se genera.
Otra posibilidad consiste en hacer lo que quiero, aún quebrantando las reglas para, posteriormente, buscar todo tipo de excusas que justifiquen nuestro proceder. El resultado habitual será la incomprensión de los demás, por muy buenos pretextos que hayamos encontrado y, tras ella, el victimismo propio.
Otros hilan más fino: hago lo que deseo pero, le doy la vuelta a la tortilla de tal forma que intento hacer ver a los demás que, en realidad, he actuado en beneficio de otro/s. “Lo hago por el bien de”, “todo lo he hecho por ti”. Esta “generosidad” no me conmueve, es más, me asusta. Aunque en el momento de proceder, de verdad crea que lo hace de forma gratuita, más tarde o temprano salta la liebre del reproche: “con todo lo que he hecho por ti y así me lo pagas”. De nuevo salta la incomprensión. En realidad no se trata de generosidad sino de inversión. La verdadera generosidad se expresa así: “te doy esto porque disfruto obsequiándote”. Osea, no lo hago por ti SINO POR MI. Aquí no hay nada que comprender ni se espera ser comprendido.
También existe el error de concepto. Algunos confunden la disparidad de criterios o ideas con la incomprensión. “Es que mis padres o pareja no me comprenden” cuando en realidad debería decirse “es que mis padres o pareja no están de acuerdo conmigo”.
Otros utilizan la incomprensión como arma para castigar y manipular “al que no le entiende”.
Cuando hay discrepancias entre la imagen que uno tiene de sí mismo y la que tienen los demás, puede ser muy duro de asumir y una frecuente fuente de sentimiento de incomprensión y frustración. Se debe a un problema de comunicación:
• Ya sea por parte del “yo” emisor, que puede no tener las ideas claras o no ser realista de su propia valía (ya sea por exceso o por defecto).
• O porque el mensaje sea defectuoso: no se ha empleado el lenguaje, verbal o gestual, para transmitir lo que queremos.
• O bien el receptor del mensaje lo ha interpretado de forma incorrecta por sus propios prejuicios o por simple torpeza.
En cualquiera de los casos se puede producir un auténtico terremoto porque, cuando no vemos reflejada nuestra imagen en la que tienen los demás de nosotros, el daño puede ser importante. Sólo se puede salir actuando sobre las dos primeras premisas. La que depende del otro, sólo la podemos aceptar, o tolerar o, directamente rechazar si no nos vemos respetados.
Debemos exigir respeto a nuestra persona o ideas (siempre que no sean excesivas, claro), podemos pedir tolerancia hacia nuestra diferencia (que al fin y al cabo es una forma de comprensión), pero sólo podemos desear que nos comprendan, que se pongan en nuestro pellejo, porque este tipo de comprensión supone capacidad empática por parte del otro y no siempre es posible.
Sólo podemos y debemos ser nosotros, aceptarnos, respetarnos y comprendernos. Ser consecuentes y mostrarnos como somos. No conseguiremos que todos nos comprendan, incluso, si somos demasiado diferentes, puede que nadie nos entienda. Pero si buscamos activamente la comprensión, podemos dejar alguna parte de nuestra esencia por el camino.
Según el DJ (diccionario de Juan, jeje), además de lo anterior, añade: ponerse en el lugar del otro. Empatía.
¿Es necesario que los demás comprendan mis motivos, mis acciones, mis circunstancias?. ¿Puede llevar implícita una forma de justificación?. ¿Se puede emplear, consciente o inconscientemente, para manipular?. ¿Porqué el mundo nos tiene que entender, qué sentido tiene?. ¿Es positivo esperar que nos comprendan?. Y si no me comprenden ¿qué hago?.
En ocasiones, la falta de comprensión se debe a una expresión incorrecta de nuestras ideas, lo que puede ser relativamente fácil de subsanar. Otras veces se debe a una inteligencia fuera de lo común, como la que se produce en determinados genios que se adelantan a su tiempo. Por último, la intolerancia de una sociedad dogmática y opresiva deja fuera de ella a los que piensan por su cuenta.
Fuera de estos contextos, ser consciente de la incomprensión de los demás, hace y nos hace daño.
No voy a negar que sentirse comprendido por alguien sea muy agradable e incluso importante, pero la búsqueda activa de la comprensión por parte de los demás puede acarrear consecuencias negativas.
Una primera acción tendente a conseguir este objetivo es practicar el borreguismo. Hago y pienso lo que los demás esperan de mí. No me salgo de la norma. De esta forma no desarrollo mis capacidades, no sigo un sendero personal sino que circulo por la autopista general, con la consiguiente insatisfacción que se genera.
Otra posibilidad consiste en hacer lo que quiero, aún quebrantando las reglas para, posteriormente, buscar todo tipo de excusas que justifiquen nuestro proceder. El resultado habitual será la incomprensión de los demás, por muy buenos pretextos que hayamos encontrado y, tras ella, el victimismo propio.
Otros hilan más fino: hago lo que deseo pero, le doy la vuelta a la tortilla de tal forma que intento hacer ver a los demás que, en realidad, he actuado en beneficio de otro/s. “Lo hago por el bien de”, “todo lo he hecho por ti”. Esta “generosidad” no me conmueve, es más, me asusta. Aunque en el momento de proceder, de verdad crea que lo hace de forma gratuita, más tarde o temprano salta la liebre del reproche: “con todo lo que he hecho por ti y así me lo pagas”. De nuevo salta la incomprensión. En realidad no se trata de generosidad sino de inversión. La verdadera generosidad se expresa así: “te doy esto porque disfruto obsequiándote”. Osea, no lo hago por ti SINO POR MI. Aquí no hay nada que comprender ni se espera ser comprendido.
También existe el error de concepto. Algunos confunden la disparidad de criterios o ideas con la incomprensión. “Es que mis padres o pareja no me comprenden” cuando en realidad debería decirse “es que mis padres o pareja no están de acuerdo conmigo”.
Otros utilizan la incomprensión como arma para castigar y manipular “al que no le entiende”.
Cuando hay discrepancias entre la imagen que uno tiene de sí mismo y la que tienen los demás, puede ser muy duro de asumir y una frecuente fuente de sentimiento de incomprensión y frustración. Se debe a un problema de comunicación:
• Ya sea por parte del “yo” emisor, que puede no tener las ideas claras o no ser realista de su propia valía (ya sea por exceso o por defecto).
• O porque el mensaje sea defectuoso: no se ha empleado el lenguaje, verbal o gestual, para transmitir lo que queremos.
• O bien el receptor del mensaje lo ha interpretado de forma incorrecta por sus propios prejuicios o por simple torpeza.
En cualquiera de los casos se puede producir un auténtico terremoto porque, cuando no vemos reflejada nuestra imagen en la que tienen los demás de nosotros, el daño puede ser importante. Sólo se puede salir actuando sobre las dos primeras premisas. La que depende del otro, sólo la podemos aceptar, o tolerar o, directamente rechazar si no nos vemos respetados.
Debemos exigir respeto a nuestra persona o ideas (siempre que no sean excesivas, claro), podemos pedir tolerancia hacia nuestra diferencia (que al fin y al cabo es una forma de comprensión), pero sólo podemos desear que nos comprendan, que se pongan en nuestro pellejo, porque este tipo de comprensión supone capacidad empática por parte del otro y no siempre es posible.
Sólo podemos y debemos ser nosotros, aceptarnos, respetarnos y comprendernos. Ser consecuentes y mostrarnos como somos. No conseguiremos que todos nos comprendan, incluso, si somos demasiado diferentes, puede que nadie nos entienda. Pero si buscamos activamente la comprensión, podemos dejar alguna parte de nuestra esencia por el camino.
miércoles, 10 de diciembre de 2008
La vida
De una mujercita que nos hace vivir
Llena de vida. Llena de lágrimas y de sonrisas. De inquietudes e ilusiones sin fin. Una nueva vida ha llegado, llena de vida. Vida intensa y perfumada por las sensaciones más placenteras y adornada por las tristezas más profundas. Tú sabes lo que es vivir con intensidad. Sabes saborear hasta la última gota de los sentimientos.
Cuando la alegría te desborda, una nueva estrella nace en mi corazón, una estrella que brilla con la fuerza del amor que me haces sentir. Cuando la lágrima aparece, riega el jardín de mis entrañas y me une a ti para sentir esa piel tan querida y esa caricia tan necesaria.
Tu piel expresa, como ninguna otra parte de tu cuerpo, la vida que fluye en ti. Siempre dispuesta a la caricia, al beso, al abrazo. Tu piel te une a mí. El abandono de tu amor en mis brazos, nos sumerge en el limbo del destierro. No existe nada, solos tu y yo. Cierro los ojos y siento el palpitar de tu corazón y me sumerjo en un mundo de amor y tu VIDA me hace VIVIR.
Sufres porque no eres perfecta…..y yo te quiero mucho más….porque no lo eres. No me gustan los dioses…me gustas tú….delgadita…..protestona…..egoísta en ocasiones… pero eres tú, llena de vida y de colores y te quiero así, maravillosamente imperfecta, maravillosamente viva, maravillosamente……MARAVILLOSA.
La fuerza de tu vida me hace vivir y, mientras me quede un soplo de mi vida, te amaré.
Tu padre.
Llena de vida. Llena de lágrimas y de sonrisas. De inquietudes e ilusiones sin fin. Una nueva vida ha llegado, llena de vida. Vida intensa y perfumada por las sensaciones más placenteras y adornada por las tristezas más profundas. Tú sabes lo que es vivir con intensidad. Sabes saborear hasta la última gota de los sentimientos.
Cuando la alegría te desborda, una nueva estrella nace en mi corazón, una estrella que brilla con la fuerza del amor que me haces sentir. Cuando la lágrima aparece, riega el jardín de mis entrañas y me une a ti para sentir esa piel tan querida y esa caricia tan necesaria.
Tu piel expresa, como ninguna otra parte de tu cuerpo, la vida que fluye en ti. Siempre dispuesta a la caricia, al beso, al abrazo. Tu piel te une a mí. El abandono de tu amor en mis brazos, nos sumerge en el limbo del destierro. No existe nada, solos tu y yo. Cierro los ojos y siento el palpitar de tu corazón y me sumerjo en un mundo de amor y tu VIDA me hace VIVIR.
Sufres porque no eres perfecta…..y yo te quiero mucho más….porque no lo eres. No me gustan los dioses…me gustas tú….delgadita…..protestona…..egoísta en ocasiones… pero eres tú, llena de vida y de colores y te quiero así, maravillosamente imperfecta, maravillosamente viva, maravillosamente……MARAVILLOSA.
La fuerza de tu vida me hace vivir y, mientras me quede un soplo de mi vida, te amaré.
Tu padre.
martes, 9 de diciembre de 2008
Acido úrico
Tras cientos de miles de horas de estudios y experimentos científicos al más alto nivel, he llegado a la conclusión de que la mejor forma de bajar el ácido úrico en sangre es bajándolo.
Si lo subimos en vez de bajarlo, tendremos más problemas. Por eso, en mis conferencias por todo el mundo, digo que hay que bajar el ácido úrico, pero sólo si está aumentado. Si no está aumentado tenemos dos opciones: subirlo para después bajarlo, o dejarlo como está y no poder chulear con los amigos de tener el ácido úrico por las nubes.
Existen muchos tratamientos eficaces para combatirlo. El único infalible es morirse. Las bacterias acidouricófagas se lo cargan irremediablemente y así, el cadáver, lucirá ufano. Hay otros métodos menos traumáticos, como la dieta ruandesa en tiempos de sequía y guerra, cerrar la boca con 30 puntos de sutura y alimentarse a través de aspiraciones nasales o hacerse el despistado cuando se inflame el dedo gordo del pie, como si no fuera con uno, vamos (método avestruz, patentado por Sherik-Schrebeck).
Si lo subimos en vez de bajarlo, tendremos más problemas. Por eso, en mis conferencias por todo el mundo, digo que hay que bajar el ácido úrico, pero sólo si está aumentado. Si no está aumentado tenemos dos opciones: subirlo para después bajarlo, o dejarlo como está y no poder chulear con los amigos de tener el ácido úrico por las nubes.
Existen muchos tratamientos eficaces para combatirlo. El único infalible es morirse. Las bacterias acidouricófagas se lo cargan irremediablemente y así, el cadáver, lucirá ufano. Hay otros métodos menos traumáticos, como la dieta ruandesa en tiempos de sequía y guerra, cerrar la boca con 30 puntos de sutura y alimentarse a través de aspiraciones nasales o hacerse el despistado cuando se inflame el dedo gordo del pie, como si no fuera con uno, vamos (método avestruz, patentado por Sherik-Schrebeck).
lunes, 8 de diciembre de 2008
Vida sana
Las palabras “vida sana”, esconden una infinidad de matices. Cómo en tantos otros aspectos, la lógica y el saber vivir nos pueden guiar por un camino de satisfacciones o, si no se usan, por los vericuetos del sufrimiento.
En la era de la información, ingente cantidad de mensajes nos bombardean por doquier. El tema de la salud no está al margen de este fenómeno. Hay muchísimas fuentes, no todas de calidad, de donde podemos obtener conocimientos. Esto en sí no es negativo. El problema no radica tanto en la cantidad de información a nuestra disposición, sino en nuestra capacidad de digerirla y en tener el suficiente criterio para saber encontrar la adecuada y criticarla, pudiendo, de esta forma, extraer unas conclusiones acertadas.
Si no se elige con criterio ¿os habéis fijado lo difícil que resulta llevar una vida sana?. Si hacemos caso de tantos datos, a veces contradictorios, no podríamos comer casi de nada, porque llevan infinidad de conservantes, colorantes, plaguicidas, grasas saturadas, azúcares refinados o transgénicos. De beber ni os cuento: que si alcohol, azúcares, colas y un largo etcétera.
Empezamos desde pequeñitos. Los biberones hay que esterilizarlos. ¿Porqué?. No hay ninguna razón científica para hacerlo. He preguntado a los pediatras porqué lo recomiendan y han tenido que reconocer que no existe ninguna razón acreditada, sólo la costumbre. Como hace un siglo, la principal causa de mortalidad infantil eran las diarreas y el aumento de la higiene en la población ha conseguido terminar con esta lacra, pues se recomienda sin ton ni son. Pues no es así. Basta con limpiar los biberones con detergente normal y aclararlo adecuadamente. La desinfección es completa y no quedan restos del desinfectante con el aclarado.
Seguimos con las obsesiones por el deporte, con horas de gimnasio en nombre de la calidad de vida. Evitar los contagios de los niños, lavarse demasiado a menudo, impedir las caídas en los críos para que no se hagan daño, tomar calcio para la descalcificación, suspender la sal para mejorar la tensión, tomar mucha agua para el riñón, no tomar mariscos o pescados por el ácido úrico, dietas vegetarianas estrictas, sufrimiento por los tres Kg de más que tenemos, preocupación continua por todo lo que remotamente pueda significar enfermedad y un sinfín de aspectos para llevar una vida sana. Siguiendo todos los consejos tenemos posibilidades de vivir más, ¿pero vivimos mejor?. Cantidad versus calidad de vida.
En el otro extremo está el que no se cuida absolutamente nada. Pésima alimentación, nada de ejercicio, poca higiene, tóxicos para el cuerpo. Las posibilidades de tener muy mala calidad de vida a partir de los 60 años son muy altas. Por supuesto que todos conocemos la excepción, pero sólo es eso, excepción.
Lo ideal es encontrar el equilibrio. Ni obsesionarse por la salud ni llevar una vida desordenada. No me gustan los cientos de consejos que se dan en los medios de comunicación porque suelen tener el efecto contrario al que persiguen: “si para estar sano tengo que hacer estas doscientas cosas, no hago ninguna”. Prefiero recomendar sólo tres cosas:
1. Dieta rica y variada. Comer de todo pero sin grandes cantidades. Sabremos si comemos más de la cuenta cuando engordamos.
2. Hacer ejercicio, pero sin matarse. Es suficiente con una hora de gimnasia tres o cuatro veces por semana. El tipo de ejercicio puede ser un mantenimiento general, Pilates, aeróbico con un poco de tonificación muscular, aquagym, natación, etc. Osea, un ejercicio que incluya todos los músculos del cuerpo junto con ejercicio aeróbico (andar, bicicleta, etc).
3. Evitar tóxicos: drogas y tabaco. El alcohol en cantidades moderadas (una o dos copas de vino o una cerveza diaria) es magnífico para la salud. En mayores cantidades se convierte en un tóxico que hay que evitar. (Yo no cumplo este apartado, cachis, el tabaco).
La otra parte de la vida sana consiste en aprender a vivir sin sufrir. Esto es más complicado de exponer en un pequeño espacio. Pero en este blog voy colgando reflexiones al respecto.
En la era de la información, ingente cantidad de mensajes nos bombardean por doquier. El tema de la salud no está al margen de este fenómeno. Hay muchísimas fuentes, no todas de calidad, de donde podemos obtener conocimientos. Esto en sí no es negativo. El problema no radica tanto en la cantidad de información a nuestra disposición, sino en nuestra capacidad de digerirla y en tener el suficiente criterio para saber encontrar la adecuada y criticarla, pudiendo, de esta forma, extraer unas conclusiones acertadas.
Si no se elige con criterio ¿os habéis fijado lo difícil que resulta llevar una vida sana?. Si hacemos caso de tantos datos, a veces contradictorios, no podríamos comer casi de nada, porque llevan infinidad de conservantes, colorantes, plaguicidas, grasas saturadas, azúcares refinados o transgénicos. De beber ni os cuento: que si alcohol, azúcares, colas y un largo etcétera.
Empezamos desde pequeñitos. Los biberones hay que esterilizarlos. ¿Porqué?. No hay ninguna razón científica para hacerlo. He preguntado a los pediatras porqué lo recomiendan y han tenido que reconocer que no existe ninguna razón acreditada, sólo la costumbre. Como hace un siglo, la principal causa de mortalidad infantil eran las diarreas y el aumento de la higiene en la población ha conseguido terminar con esta lacra, pues se recomienda sin ton ni son. Pues no es así. Basta con limpiar los biberones con detergente normal y aclararlo adecuadamente. La desinfección es completa y no quedan restos del desinfectante con el aclarado.
Seguimos con las obsesiones por el deporte, con horas de gimnasio en nombre de la calidad de vida. Evitar los contagios de los niños, lavarse demasiado a menudo, impedir las caídas en los críos para que no se hagan daño, tomar calcio para la descalcificación, suspender la sal para mejorar la tensión, tomar mucha agua para el riñón, no tomar mariscos o pescados por el ácido úrico, dietas vegetarianas estrictas, sufrimiento por los tres Kg de más que tenemos, preocupación continua por todo lo que remotamente pueda significar enfermedad y un sinfín de aspectos para llevar una vida sana. Siguiendo todos los consejos tenemos posibilidades de vivir más, ¿pero vivimos mejor?. Cantidad versus calidad de vida.
En el otro extremo está el que no se cuida absolutamente nada. Pésima alimentación, nada de ejercicio, poca higiene, tóxicos para el cuerpo. Las posibilidades de tener muy mala calidad de vida a partir de los 60 años son muy altas. Por supuesto que todos conocemos la excepción, pero sólo es eso, excepción.
Lo ideal es encontrar el equilibrio. Ni obsesionarse por la salud ni llevar una vida desordenada. No me gustan los cientos de consejos que se dan en los medios de comunicación porque suelen tener el efecto contrario al que persiguen: “si para estar sano tengo que hacer estas doscientas cosas, no hago ninguna”. Prefiero recomendar sólo tres cosas:
1. Dieta rica y variada. Comer de todo pero sin grandes cantidades. Sabremos si comemos más de la cuenta cuando engordamos.
2. Hacer ejercicio, pero sin matarse. Es suficiente con una hora de gimnasia tres o cuatro veces por semana. El tipo de ejercicio puede ser un mantenimiento general, Pilates, aeróbico con un poco de tonificación muscular, aquagym, natación, etc. Osea, un ejercicio que incluya todos los músculos del cuerpo junto con ejercicio aeróbico (andar, bicicleta, etc).
3. Evitar tóxicos: drogas y tabaco. El alcohol en cantidades moderadas (una o dos copas de vino o una cerveza diaria) es magnífico para la salud. En mayores cantidades se convierte en un tóxico que hay que evitar. (Yo no cumplo este apartado, cachis, el tabaco).
La otra parte de la vida sana consiste en aprender a vivir sin sufrir. Esto es más complicado de exponer en un pequeño espacio. Pero en este blog voy colgando reflexiones al respecto.
sábado, 6 de diciembre de 2008
Masculino y femenino
Siempre se ha diferenciado lo masculino y lo femenino, el yin y el yang. Pero hay que ser muy cuidadoso a la hora de establecer comparaciones entre los sexos. Somos diferentes, por supuesto, pero estas diferencias no deben ser la excusa para establecer prejuicios y normas de obligado cumplimiento basadas en lo distinto.
Cuando se estudia cualquier fenómeno, se intentan realizar agrupaciones, asociaciones y clasificaciones para comprenderlo mejor. A los animales que tienen una determinada digestión los agrupamos en la categoría de rumiantes. Entre ellos, los que tienen determinadas particularidades los clasificamos en tal o en cual grupo, etc. Basándonos en determinadas características que cumplen los vamos analizando.
Con las personas hacemos lo mismo. A los que cumplen determinados criterios, los clasificamos, los agrupamos en una determinada “tribu”. Hasta ahí está bien, pero con una condición: sólo debe servir para conocer, para entender, nunca para imponer roles o etiquetas, jamás para prejuzgarlos u odiarlos. Porque las clasificaciones agrupan, pero no individualizan.
Al que es de derechas o de izquierdas, se le adjudica automáticamente toda una serie de características, generalmente basadas en prejuicios, que pueden hacer de la crispación un modo de vida. Podemos elegir la confrontación o el diálogo y tender puentes. Pero casi siempre consideramos que los que no quieren dialogar son los otros……cuando lo que en realidad sucede es que los demás piensan y sienten de forma distinta y no se dejan convencer por nuestro “mejor” criterio.
El mejor diálogo no es aquel en que todos tratan de convencer a los demás de sus bondades, porque en realidad no son diálogos sino monólogos: yo lanzo mis “verdades” pero sólo escucho lo que me interesa para rebatir las “verdades” de los demás. Dar respuestas a los demás es casi imposible, porque las respuestas a las preguntas que nos importan sólo pueden venir desde dentro. El verdadero debate, a mi juicio, se establece entre personas que exponen sus ideas y escuchan las de los demás, no para rebatirlas (que también), sino para aprender y, sobre todo, comprender.
Volviendo al tema de hoy, veo acertado distinguir facetas masculinas y femeninas, pero sólo para comprendernos mejor y sufrir menos. Demasiadas veces veo, sobre todo en parejas jóvenes, unas expectativas que no se corresponden con las capacidades y actitudes del otro. Se le otorga a la pareja una sensibilidad, unas formas de sentir y de pensar similares a las tuyas. Muchas mujeres creen que los hombres son mucho más “femeninos” de lo que son y viceversa. Al final surge el dilema eterno: a las mujeres/hombres no hay forma de comprenderl@s. O lo que es incluso peor, creer que se les conoce muy bien: “es que todos los hombres son iguales, tan simples ellos”, o “todas las mujeres son iguales, menos mi madre”.
No nos han educado en la diferencia como fuente de comprensión, riqueza y complemento sino en la diferencia como germen del prejuicio, la división, el enfrentamiento y la etiqueta. El último paso de este adoctrinamiento es la imposición de roles según las características grupales, sin respetar la individualidad de cada uno: TODAS las mujeres en casa a cuidar de los hijos, TODOS los hombres a cazar y jugar al fútbol.
Me gustan los estudios que inciden en las peculiaridades entre sexos pero mucho más me gustan las personas que sólo ven en esos estudios una fuente de conocimiento para comprender, no para dividir. Me gustan las sociedades que, aun sabiendo de estas diferencias, dejan libertad individual para que cada uno se desarrolle a su manera.
La lucha por la igualdad no debe pasar por copiar características de los demás, porque curiosamente, casi siempre se copia lo peor del otro y se obtienen como resultados mujeres que son malas copias de los hombres en su afán de enterrar su feminidad, o lo contrario, hombres que por no aceptar su lado masculino, son malas copias de mujeres. Debemos aceptarnos como somos, intentando mejorar, por supuesto. Respetarnos supone no rechazar nuestra feminidad/masculinidad en pos de una mal entendida igualdad, sino desarrollar todas nuestras potencialidades, sean consideradas masculinas o femeninas, y exigir la igualdad de oportunidades no basada en si nos cuelga un pito o no.
Individualizando, la mayoría de nosotros tenemos características masculinas y femeninas en proporciones distintas. Yo me considero un hombre muy femenino.
Cuando se estudia cualquier fenómeno, se intentan realizar agrupaciones, asociaciones y clasificaciones para comprenderlo mejor. A los animales que tienen una determinada digestión los agrupamos en la categoría de rumiantes. Entre ellos, los que tienen determinadas particularidades los clasificamos en tal o en cual grupo, etc. Basándonos en determinadas características que cumplen los vamos analizando.
Con las personas hacemos lo mismo. A los que cumplen determinados criterios, los clasificamos, los agrupamos en una determinada “tribu”. Hasta ahí está bien, pero con una condición: sólo debe servir para conocer, para entender, nunca para imponer roles o etiquetas, jamás para prejuzgarlos u odiarlos. Porque las clasificaciones agrupan, pero no individualizan.
Al que es de derechas o de izquierdas, se le adjudica automáticamente toda una serie de características, generalmente basadas en prejuicios, que pueden hacer de la crispación un modo de vida. Podemos elegir la confrontación o el diálogo y tender puentes. Pero casi siempre consideramos que los que no quieren dialogar son los otros……cuando lo que en realidad sucede es que los demás piensan y sienten de forma distinta y no se dejan convencer por nuestro “mejor” criterio.
El mejor diálogo no es aquel en que todos tratan de convencer a los demás de sus bondades, porque en realidad no son diálogos sino monólogos: yo lanzo mis “verdades” pero sólo escucho lo que me interesa para rebatir las “verdades” de los demás. Dar respuestas a los demás es casi imposible, porque las respuestas a las preguntas que nos importan sólo pueden venir desde dentro. El verdadero debate, a mi juicio, se establece entre personas que exponen sus ideas y escuchan las de los demás, no para rebatirlas (que también), sino para aprender y, sobre todo, comprender.
Volviendo al tema de hoy, veo acertado distinguir facetas masculinas y femeninas, pero sólo para comprendernos mejor y sufrir menos. Demasiadas veces veo, sobre todo en parejas jóvenes, unas expectativas que no se corresponden con las capacidades y actitudes del otro. Se le otorga a la pareja una sensibilidad, unas formas de sentir y de pensar similares a las tuyas. Muchas mujeres creen que los hombres son mucho más “femeninos” de lo que son y viceversa. Al final surge el dilema eterno: a las mujeres/hombres no hay forma de comprenderl@s. O lo que es incluso peor, creer que se les conoce muy bien: “es que todos los hombres son iguales, tan simples ellos”, o “todas las mujeres son iguales, menos mi madre”.
No nos han educado en la diferencia como fuente de comprensión, riqueza y complemento sino en la diferencia como germen del prejuicio, la división, el enfrentamiento y la etiqueta. El último paso de este adoctrinamiento es la imposición de roles según las características grupales, sin respetar la individualidad de cada uno: TODAS las mujeres en casa a cuidar de los hijos, TODOS los hombres a cazar y jugar al fútbol.
Me gustan los estudios que inciden en las peculiaridades entre sexos pero mucho más me gustan las personas que sólo ven en esos estudios una fuente de conocimiento para comprender, no para dividir. Me gustan las sociedades que, aun sabiendo de estas diferencias, dejan libertad individual para que cada uno se desarrolle a su manera.
La lucha por la igualdad no debe pasar por copiar características de los demás, porque curiosamente, casi siempre se copia lo peor del otro y se obtienen como resultados mujeres que son malas copias de los hombres en su afán de enterrar su feminidad, o lo contrario, hombres que por no aceptar su lado masculino, son malas copias de mujeres. Debemos aceptarnos como somos, intentando mejorar, por supuesto. Respetarnos supone no rechazar nuestra feminidad/masculinidad en pos de una mal entendida igualdad, sino desarrollar todas nuestras potencialidades, sean consideradas masculinas o femeninas, y exigir la igualdad de oportunidades no basada en si nos cuelga un pito o no.
Individualizando, la mayoría de nosotros tenemos características masculinas y femeninas en proporciones distintas. Yo me considero un hombre muy femenino.
jueves, 4 de diciembre de 2008
¿Por qué no aplicamos el sentido común?
La mayoría sabemos la teoría. Conocemos lo que tiene que hacer o pensar un amigo cuando tiene un problema, lo vemos clarísimo y, generalmente, damos buenos consejos. Sin embargo, cuando somos nosotros los que tenemos esa misma dificultad, casi nunca aplicamos la magnífica recomendación que hemos dado. Solemos tener mucho sentido común para ver las soluciones a los apuros de los demás y muy poco para resolver nuestros conflictos.
Puede ser debido a que, en la resolución de nuestros aprietos, los sentimientos tienen un papel principal en la toma de decisiones mientras que la lógica brilla en las recomendaciones que les damos a otros.
Me imagino que hay muchas maneras de conseguir que nuestro sentido común sea el guía en todas nuestras acciones. El control de nuestras emociones es, posiblemente, el factor clave. Pero ¿cómo se logra eso? Cuando leo mis reflexiones en este blog, o hablo con amigos o pacientes y les doy mi punto de vista, muchas veces pasa lo mismo: eso es verdad, pero ¿cómo se hace para adquirir esas habilidades? ¿Cómo se supera el miedo?. ¿Cómo puedo ocuparme sin preocuparme? ¿Cómo evito el stress? De qué forma me puedo querer más?.
Hoy voy a contaros como lo he conseguido yo. Todo lo que escribo y escribiré en este blog, no son sólo mis pensamientos. Es así exactamente como vivo (con algunos altibajos de vez en cuando). Ha sido mi manera, que no es la única ni mucho menos, pero es la que conozco mejor. Es muy complicado de describir y quizás, quién no lo haya hecho nunca puede no entender nada.
Lo que voy a relataros algunos lo llaman meditación o Zen o no sé cuantos nombres más. Pero no tengo ni idea de estos conceptos porque nunca he leído de estos temas. Yo les he adjudicado otros nombres y, hasta hace poco, pensaba que todo el mundo lo hacía.
Irme por los cerros de Úbeda
Consiste en dejar que cualquier pensamiento o imagen venga pero sin retenerlos. Tienen que fluir solos y tú ser un mero espectador de la “película” que pasa ante ti. No se debe hacer ningún esfuerzo mental para comprender lo que está aconteciendo en tu cerebro, si lo haces, deja de manar. Tampoco se puede retener, se van y vuelven otros. Tampoco puedes hacer el esfuerzo de que vengan, son ellos los que acuden.
Lo aprendí a hacer en la infancia. La lavadora de mi casa, una antigua que no era automática, abierta por arriba, hacía un ruido monótono, siempre el mismo, compuesto por el funcionamiento del motor y el movimiento del agua, mezclado con el olor del detergente. Me sentaba al lado o, mejor aún abrazaba la boca de la lavadora y metía la cabeza en medio de los brazos contemplando el movimiento de la colada. Mi madre sospechaba, no sin razón, que su hijo estaba un poco majara. Podía estar así la hora larga que tardaba un lavado y podía repetir varios lavados en un mismo día. Al principio fallaba mucho, pero al final fui un experto en irme por los cerros de Úbeda.
Cuando termino de hacerlo, estoy totalmente relajado y con una paz increíble, muy superior a una sesión extra de sauna, spa y masajes juntas…..y gratis….y cuando quieras.
Actualmente soy capaz de conseguirlo cuando quiero y donde quiero, pero en mi sofá o al lado del lavavajillas (que el pobre, desgraciadamente, es muy silencioso) son mis sitios preferidos.
Estado de hipersensibilidad sensorial
Se puede hacer junto con el anterior, de hecho se parece bastante, pero yo lo distingo porque lo suelo hacer en momentos diferentes. Si con el sistema anterior, lo que más abro es el cerebro a pensamientos o imágenes que vuelan sin interceptarlos, aquí abro los cinco sentidos para que mi sensibilidad se amplifique. Abro mi piel para sentir el viento sin fijarme en ninguna parte concreta de mi cuerpo, a la vez que uso el oído para oir todo, absolutamente todo lo que hay a mi alrededor, sin focalizarlo en ningún sonido concreto. Abro las fosas nasales para que penetren todos los olores, pero no los intento reconocer, simplemente los siento. En ningún momento pienso en lo que estoy percibiendo porque, si lo hago, termina la hipersensibilidad. Los ojos, al principio, los cerraba porque, cuando los abría, tomaban el mando de este mundo extrasensorial, pero ya he aprendido a usarlos, aunque me costó mucho trabajo. La clave está en fijarlos en un punto hasta que lo que percibes no signifique para ti nada más que colores y formas y, después, pasearlos por todos los sitios, muy lentamente dejándote llevar por lo que ves SIN MIRAR y sin pensar o dar nombres a lo que ves.
Mi sitio preferido para entrar en este estado es la Naturaleza, ya sean montañas, mares, ríos, bosques o parques. En los primeros tiempos sólo era capaz de hacerlo sentado o tumbado. Ahora lo consigo estando de pie o andando. Nunca lo he hecho en bicicleta o coche porque me podría matar.
El resultado que obtengo es un estado de exaltación casi mística. Otorga una alegría muy especial que no consiste en dar botes ni chillar, sino en un estado de júbilo muy pacífico, que te deja los músculos y las articulaciones muy relajadas. Si estás sufriendo dolor por alguna causa, desaparece mientras estás en este trance y cuando vuelves duele mucho menos.
Dejar la mente en blanco
Se puede hacer a la vez que los dos anteriores, pero yo lo hago para conseguir dormir como un lirón. Lo primero a tener en cuenta es que tienes que tener sueño. Mi técnica en este caso no es abrir el cerebro o los órganos de los sentidos hacia el exterior, sino hacia tu propio cuerpo. Comienzo haciendo consciente mi respiración. Siento como el aire recorre mi tráquea, bronquios y expande los pulmones y como vuelve a salir lentamente hacia mi boca. La respiración se hace más lenta, los latidos también. Sientes los dedos gordos de los pies, luego el resto de los dedos y, conforme centras tu atención en ellos, los vas relajando, sigues subiendo hacia arriba empleando la misma técnica: fijarse y relajarlos. Tarsos, tobillos, piernas, rodillas…..hasta donde llegues porque, normalmente, te duermes antes. No puedes subir de nivel mientras no eres plenamente consciente de esa parte del cuerpo y no la tienes relajada por completo. Ni que decir tiene que como haya algún pensamiento del tipo: “a ver si me duermo que mañana tengo mucho trabajo y necesito descansar”, no vas a conseguirlo ni borracho. El pensamiento SOLO puede estar dirigido a las distintas partes del cuerpo en que fijas la atención, en ninguna otra cosa.
Con esta técnica no sólo se consigue dormir. También se puede emplear simplemente para relajarte. Es la más fácil de adquirir pero los resultados con las otras son mejores.
Transformarte
Es la más complicada de practicar y la más difícil de explicar pero de la que se obtienen los mejores frutos.
Consiste en sentirte otra cosa. Habitualmente lo realizo con árboles, pero se puede hacer con cualquier cosa. Miro al árbol y entro literalmente dentro de él y mi piel se convierte en su tronco, siento cada hoja, cada rama, como me muevo al compás del viento, como el pájaro se posa en mis ramas, la humedad de mis raíces que suben en forma de savia para nutrir hasta el último rincón de mi esqueleto. Llegas a abandonar por completo tu cuerpo hasta el punto que eres capaz de contemplarte a ti mismo allá abajo sentado.
Se necesita un grado de concentración muy alta y un abandono total de todas las sensaciones corporales para sentir otras distintas a las que te suceden en ese momento. Pero consigue un resultado increíble: además de la relajación y la paz, un grado de unión con el entorno difícil de explicar con palabras.
Estas técnicas no se consiguen dominar de un día para otro. Requieren de un entrenamiento paciente y constante, pero todos estamos capacitados para conseguir realizarlas. Muchos se han ido al Tibet para aprender. No creo que sea necesario. Tu solo eres capaz pero, si tienes a alguien que te enseñe, supongo que se conseguirá de forma más fácil y eficaz.
Tengo entendido que practicando determinadas técnicas como el Chikun o Taichi entre otras CON VERDADEROS MAESTROS y no con gente que sólo sabe hacer los movimientos, ayuda mucho.
Llegareis a un estado de equilibrio y armonía interior y con el entorno que os ayudará en todas las facetas de vuestra vida. El sentido común se hará dueño, no sólo de vuestros pensamientos, sino también de vuestras acciones.
Palabrita del niño Jesús que no estoy loco.
Puede ser debido a que, en la resolución de nuestros aprietos, los sentimientos tienen un papel principal en la toma de decisiones mientras que la lógica brilla en las recomendaciones que les damos a otros.
Me imagino que hay muchas maneras de conseguir que nuestro sentido común sea el guía en todas nuestras acciones. El control de nuestras emociones es, posiblemente, el factor clave. Pero ¿cómo se logra eso? Cuando leo mis reflexiones en este blog, o hablo con amigos o pacientes y les doy mi punto de vista, muchas veces pasa lo mismo: eso es verdad, pero ¿cómo se hace para adquirir esas habilidades? ¿Cómo se supera el miedo?. ¿Cómo puedo ocuparme sin preocuparme? ¿Cómo evito el stress? De qué forma me puedo querer más?.
Hoy voy a contaros como lo he conseguido yo. Todo lo que escribo y escribiré en este blog, no son sólo mis pensamientos. Es así exactamente como vivo (con algunos altibajos de vez en cuando). Ha sido mi manera, que no es la única ni mucho menos, pero es la que conozco mejor. Es muy complicado de describir y quizás, quién no lo haya hecho nunca puede no entender nada.
Lo que voy a relataros algunos lo llaman meditación o Zen o no sé cuantos nombres más. Pero no tengo ni idea de estos conceptos porque nunca he leído de estos temas. Yo les he adjudicado otros nombres y, hasta hace poco, pensaba que todo el mundo lo hacía.
Irme por los cerros de Úbeda
Consiste en dejar que cualquier pensamiento o imagen venga pero sin retenerlos. Tienen que fluir solos y tú ser un mero espectador de la “película” que pasa ante ti. No se debe hacer ningún esfuerzo mental para comprender lo que está aconteciendo en tu cerebro, si lo haces, deja de manar. Tampoco se puede retener, se van y vuelven otros. Tampoco puedes hacer el esfuerzo de que vengan, son ellos los que acuden.
Lo aprendí a hacer en la infancia. La lavadora de mi casa, una antigua que no era automática, abierta por arriba, hacía un ruido monótono, siempre el mismo, compuesto por el funcionamiento del motor y el movimiento del agua, mezclado con el olor del detergente. Me sentaba al lado o, mejor aún abrazaba la boca de la lavadora y metía la cabeza en medio de los brazos contemplando el movimiento de la colada. Mi madre sospechaba, no sin razón, que su hijo estaba un poco majara. Podía estar así la hora larga que tardaba un lavado y podía repetir varios lavados en un mismo día. Al principio fallaba mucho, pero al final fui un experto en irme por los cerros de Úbeda.
Cuando termino de hacerlo, estoy totalmente relajado y con una paz increíble, muy superior a una sesión extra de sauna, spa y masajes juntas…..y gratis….y cuando quieras.
Actualmente soy capaz de conseguirlo cuando quiero y donde quiero, pero en mi sofá o al lado del lavavajillas (que el pobre, desgraciadamente, es muy silencioso) son mis sitios preferidos.
Estado de hipersensibilidad sensorial
Se puede hacer junto con el anterior, de hecho se parece bastante, pero yo lo distingo porque lo suelo hacer en momentos diferentes. Si con el sistema anterior, lo que más abro es el cerebro a pensamientos o imágenes que vuelan sin interceptarlos, aquí abro los cinco sentidos para que mi sensibilidad se amplifique. Abro mi piel para sentir el viento sin fijarme en ninguna parte concreta de mi cuerpo, a la vez que uso el oído para oir todo, absolutamente todo lo que hay a mi alrededor, sin focalizarlo en ningún sonido concreto. Abro las fosas nasales para que penetren todos los olores, pero no los intento reconocer, simplemente los siento. En ningún momento pienso en lo que estoy percibiendo porque, si lo hago, termina la hipersensibilidad. Los ojos, al principio, los cerraba porque, cuando los abría, tomaban el mando de este mundo extrasensorial, pero ya he aprendido a usarlos, aunque me costó mucho trabajo. La clave está en fijarlos en un punto hasta que lo que percibes no signifique para ti nada más que colores y formas y, después, pasearlos por todos los sitios, muy lentamente dejándote llevar por lo que ves SIN MIRAR y sin pensar o dar nombres a lo que ves.
Mi sitio preferido para entrar en este estado es la Naturaleza, ya sean montañas, mares, ríos, bosques o parques. En los primeros tiempos sólo era capaz de hacerlo sentado o tumbado. Ahora lo consigo estando de pie o andando. Nunca lo he hecho en bicicleta o coche porque me podría matar.
El resultado que obtengo es un estado de exaltación casi mística. Otorga una alegría muy especial que no consiste en dar botes ni chillar, sino en un estado de júbilo muy pacífico, que te deja los músculos y las articulaciones muy relajadas. Si estás sufriendo dolor por alguna causa, desaparece mientras estás en este trance y cuando vuelves duele mucho menos.
Dejar la mente en blanco
Se puede hacer a la vez que los dos anteriores, pero yo lo hago para conseguir dormir como un lirón. Lo primero a tener en cuenta es que tienes que tener sueño. Mi técnica en este caso no es abrir el cerebro o los órganos de los sentidos hacia el exterior, sino hacia tu propio cuerpo. Comienzo haciendo consciente mi respiración. Siento como el aire recorre mi tráquea, bronquios y expande los pulmones y como vuelve a salir lentamente hacia mi boca. La respiración se hace más lenta, los latidos también. Sientes los dedos gordos de los pies, luego el resto de los dedos y, conforme centras tu atención en ellos, los vas relajando, sigues subiendo hacia arriba empleando la misma técnica: fijarse y relajarlos. Tarsos, tobillos, piernas, rodillas…..hasta donde llegues porque, normalmente, te duermes antes. No puedes subir de nivel mientras no eres plenamente consciente de esa parte del cuerpo y no la tienes relajada por completo. Ni que decir tiene que como haya algún pensamiento del tipo: “a ver si me duermo que mañana tengo mucho trabajo y necesito descansar”, no vas a conseguirlo ni borracho. El pensamiento SOLO puede estar dirigido a las distintas partes del cuerpo en que fijas la atención, en ninguna otra cosa.
Con esta técnica no sólo se consigue dormir. También se puede emplear simplemente para relajarte. Es la más fácil de adquirir pero los resultados con las otras son mejores.
Transformarte
Es la más complicada de practicar y la más difícil de explicar pero de la que se obtienen los mejores frutos.
Consiste en sentirte otra cosa. Habitualmente lo realizo con árboles, pero se puede hacer con cualquier cosa. Miro al árbol y entro literalmente dentro de él y mi piel se convierte en su tronco, siento cada hoja, cada rama, como me muevo al compás del viento, como el pájaro se posa en mis ramas, la humedad de mis raíces que suben en forma de savia para nutrir hasta el último rincón de mi esqueleto. Llegas a abandonar por completo tu cuerpo hasta el punto que eres capaz de contemplarte a ti mismo allá abajo sentado.
Se necesita un grado de concentración muy alta y un abandono total de todas las sensaciones corporales para sentir otras distintas a las que te suceden en ese momento. Pero consigue un resultado increíble: además de la relajación y la paz, un grado de unión con el entorno difícil de explicar con palabras.
Estas técnicas no se consiguen dominar de un día para otro. Requieren de un entrenamiento paciente y constante, pero todos estamos capacitados para conseguir realizarlas. Muchos se han ido al Tibet para aprender. No creo que sea necesario. Tu solo eres capaz pero, si tienes a alguien que te enseñe, supongo que se conseguirá de forma más fácil y eficaz.
Tengo entendido que practicando determinadas técnicas como el Chikun o Taichi entre otras CON VERDADEROS MAESTROS y no con gente que sólo sabe hacer los movimientos, ayuda mucho.
Llegareis a un estado de equilibrio y armonía interior y con el entorno que os ayudará en todas las facetas de vuestra vida. El sentido común se hará dueño, no sólo de vuestros pensamientos, sino también de vuestras acciones.
Palabrita del niño Jesús que no estoy loco.
miércoles, 3 de diciembre de 2008
¿Por qué se ama a los hijos?
No hay duda, salvo alguna rara excepción, que a los hijos se les ama hasta morir. Es el verdadero amor incondicional, en el sentido que, pase lo que pase, siempre se les quiere. Otra cosa distinta es que te gusten o que les apruebes, para esto sí se ponen condiciones, pero de este tema ya hemos hablado en otras entradas. Para amarlos, no tienen que hacer nada, no se tienen que esforzar. Ya nacen con la patente de corso del amor absoluto.
Por nuestros hijos, somos los más valientes del mundo y los más cobardes. Por ellos, se puede llegar más allá, hasta donde no nos creíamos capaces. Por ellos, siempre podemos. Si están en peligro nos olvidamos de todo. Lloramos con ellos y, lo más difícil, reímos con ellos. Es muy fácil llorar con el que sufre, no es necesario que sea alguien importante para ti. Pero sólo con los seres amados te alegras de verdad, en lo más profundo de tu ser, compartiendo su alegría.
¿Por qué sucede esto?
Podemos ver todos sus defectos y virtudes. Puede que no nos gusten. No tienen porqué llevar nuestros genes. Pero el amor sigue ahí. Puede que al año de nacer, o al mes, se hayan dejado en otras manos, pero siempre están en nuestro pensamiento.
¿Alguien sabe algo que se me haya escapado?, porque yo no lo puedo explicar.
Os dejo un magnífico vídeo. Lo que el amor de un padre puede conseguir.
Un hijo, paralítico cerebral, que quiere competir en la prueba atlética más dura que existe: el Iron Man de Australia: 3.800 metros de natación, 180 Km de bicicleta y una maratón a continuación. ¿Es imposible?.
http://es.youtube.com/watch?v=AgtsyVom-Ns
Por nuestros hijos, somos los más valientes del mundo y los más cobardes. Por ellos, se puede llegar más allá, hasta donde no nos creíamos capaces. Por ellos, siempre podemos. Si están en peligro nos olvidamos de todo. Lloramos con ellos y, lo más difícil, reímos con ellos. Es muy fácil llorar con el que sufre, no es necesario que sea alguien importante para ti. Pero sólo con los seres amados te alegras de verdad, en lo más profundo de tu ser, compartiendo su alegría.
¿Por qué sucede esto?
Podemos ver todos sus defectos y virtudes. Puede que no nos gusten. No tienen porqué llevar nuestros genes. Pero el amor sigue ahí. Puede que al año de nacer, o al mes, se hayan dejado en otras manos, pero siempre están en nuestro pensamiento.
¿Alguien sabe algo que se me haya escapado?, porque yo no lo puedo explicar.
Os dejo un magnífico vídeo. Lo que el amor de un padre puede conseguir.
Un hijo, paralítico cerebral, que quiere competir en la prueba atlética más dura que existe: el Iron Man de Australia: 3.800 metros de natación, 180 Km de bicicleta y una maratón a continuación. ¿Es imposible?.
http://es.youtube.com/watch?v=AgtsyVom-Ns
martes, 2 de diciembre de 2008
Mis cuadros
Chusa me ha preguntado sobre mi forma de pintar y me doy cuenta que los expongo en este blog pero nunca he hablado sobre ellos. ¡Pero casi todo tiene solución¡.
En el colegio me hacían test todos los años. Sistemáticamente, en el área de visión espacial, obtenía un resultado inferior a lo considerado como subnormalidad. La otra área en que estaba muy por debajo de la normalidad era la expresión verbal. No se equivocaban. Todo lo que tuviera alguna relación con las tres dimensiones era un jeroglífico egipcio en manos de Torrente. Suspendía curso tras curso el dibujo y los trabajos manuales. La lengua nunca la entendí y sólo aprobaba lingüística porque lo sabía todo de memoria y esto compensaba los ejercicios que sistemáticamente me salían mal. Afortunadamente se apiadaban de mí y me aprobaban en Junio, simplemente porque no daba más de mí. Aun estaría en 1º de primaria si no lo hubieran hecho.
Pero, por diversas circunstancias, era un niño extremadamente competitivo. Se me daban bien otras asignaturas y no necesitaba estudiar, por lo que dedicaba muchas horas a dibujar, pintar y leer. Con siete años era una obligación auto impuesta, con 8 años se convirtieron en mi vida, mi válvula de escape. Dibujaba todo lo que caía en mis manos y leía cualquier cosa que tuviera letras.
Un buen día alguien me regaló una caja de rotuladores. El color que desprendían me hizo comprender por qué dibujaba tan mal: yo vivía en un mundo lleno de color y mis lápices sólo dibujaban en blanco y negro. Pero también me di cuenta que no quería pintar lo real, porque su belleza, su esencia, era prostituida por mis torpes manos. Así pues, me dejé llevar por mi imaginación. Me sentía libre cuando mezclaba los colores. Nadie los tendría que valorar. Éramos un rotulador, un papel en blanco, un niño y sus ilusiones…nada más….y nada menos. Las formas onduladas, los tonos, las composiciones imposibles se mezclaban a partes iguales con Julio Verne, Spiderman, Los cuatro fantásticos, Astérix o Scott. Creé mi propio mundo de luces mientras me sentía rodeado por un universo de sombras.
Cometía muchos errores pero sabía aprender de ellos. Seguí pintando hasta los 23 años y lo abandoné. Las sombras desaparecieron y mi necesidad de pintar se difuminó. También influyó que disfrutaba mientras lo creaba pero, cuando terminaba, nunca me gustaba el resultado.
Hace cinco años mi mujer me pidió que pintara algo a mis hijos. En poco tiempo me descubrí buscando rotuladores y tonos distintos de tienda en tienda. Pero esta vez no estaba solo, mi esposa (magnífica pintora y escritora) me enseñó muchas técnicas para mejorar mi estilo, me descubrió la manera de conseguir profundidad y volumen y volvió la ilusión. Los resultados nunca eran como había imaginado al empezar el cuadro, pero ya no me disgustaban tanto.
Algo parecido ha ocurrido con mi expresión verbal. Era un desastre total escribiendo, pero mi chica me apoyó y ayudó. Durante años corrigió los documentos científicos que publicaba. Me ha animado durante años y cada vez que tenía que escribir algo siempre estaba ella a mi lado, creyendo en mí y enseñándome.
La mayoría de los cuadros expuestos están realizados con puntillismo puro (con la puntita de rotuladores finos generalmente), aunque en algunos alterno puntillismo con pinceladas de rotulador. El motivo es que con rotuladores se tienen muy pocos tonos y la única forma de conseguir cientos de tonalidades distintas es mezclar varios colores distintos mediante puntitos.
En cada cuadro tardo cientos de horas en acabarlo. Nunca las he contado. Pero no tengo prisa, porque no pinto para comer, ni para exponer. Pinto porque nunca me siento más libre que cuando estoy a solas con mis rotuladores y conmigo. Comienzo con una determinada idea pero nunca termina como la he pensado, porque a cada hora que pasa, me voy dejando llevar por el fluir de un firmamento propio.
No digo lo que significan para mí. Si tengo que dar explicaciones no me sentiría tan libre. Los considero míos mientras los pinto y pertenecen a los demás mientras los contemplan. Cada persona que los vea puede sacar el significado que quiera y siempre acertará, porque no es obra del autor sino del que los mira.
Nunca he vendido porque no están a la venta y no he expuesto porque, el trabajo que me supondría buscar la oportunidad de hacerlo, no me compensa. Además, me sigue sucediendo que, una vez finalizado el proceso creativo, me dejan de gustar (hay días que me encantan, pero son los menos).
Soy un subnormal en visión espacial y casi subnormal en expresión verbal. ¿De verdad creéis que no hay un artista en cada uno de vosotros?.
En el colegio me hacían test todos los años. Sistemáticamente, en el área de visión espacial, obtenía un resultado inferior a lo considerado como subnormalidad. La otra área en que estaba muy por debajo de la normalidad era la expresión verbal. No se equivocaban. Todo lo que tuviera alguna relación con las tres dimensiones era un jeroglífico egipcio en manos de Torrente. Suspendía curso tras curso el dibujo y los trabajos manuales. La lengua nunca la entendí y sólo aprobaba lingüística porque lo sabía todo de memoria y esto compensaba los ejercicios que sistemáticamente me salían mal. Afortunadamente se apiadaban de mí y me aprobaban en Junio, simplemente porque no daba más de mí. Aun estaría en 1º de primaria si no lo hubieran hecho.
Pero, por diversas circunstancias, era un niño extremadamente competitivo. Se me daban bien otras asignaturas y no necesitaba estudiar, por lo que dedicaba muchas horas a dibujar, pintar y leer. Con siete años era una obligación auto impuesta, con 8 años se convirtieron en mi vida, mi válvula de escape. Dibujaba todo lo que caía en mis manos y leía cualquier cosa que tuviera letras.
Un buen día alguien me regaló una caja de rotuladores. El color que desprendían me hizo comprender por qué dibujaba tan mal: yo vivía en un mundo lleno de color y mis lápices sólo dibujaban en blanco y negro. Pero también me di cuenta que no quería pintar lo real, porque su belleza, su esencia, era prostituida por mis torpes manos. Así pues, me dejé llevar por mi imaginación. Me sentía libre cuando mezclaba los colores. Nadie los tendría que valorar. Éramos un rotulador, un papel en blanco, un niño y sus ilusiones…nada más….y nada menos. Las formas onduladas, los tonos, las composiciones imposibles se mezclaban a partes iguales con Julio Verne, Spiderman, Los cuatro fantásticos, Astérix o Scott. Creé mi propio mundo de luces mientras me sentía rodeado por un universo de sombras.
Cometía muchos errores pero sabía aprender de ellos. Seguí pintando hasta los 23 años y lo abandoné. Las sombras desaparecieron y mi necesidad de pintar se difuminó. También influyó que disfrutaba mientras lo creaba pero, cuando terminaba, nunca me gustaba el resultado.
Hace cinco años mi mujer me pidió que pintara algo a mis hijos. En poco tiempo me descubrí buscando rotuladores y tonos distintos de tienda en tienda. Pero esta vez no estaba solo, mi esposa (magnífica pintora y escritora) me enseñó muchas técnicas para mejorar mi estilo, me descubrió la manera de conseguir profundidad y volumen y volvió la ilusión. Los resultados nunca eran como había imaginado al empezar el cuadro, pero ya no me disgustaban tanto.
Algo parecido ha ocurrido con mi expresión verbal. Era un desastre total escribiendo, pero mi chica me apoyó y ayudó. Durante años corrigió los documentos científicos que publicaba. Me ha animado durante años y cada vez que tenía que escribir algo siempre estaba ella a mi lado, creyendo en mí y enseñándome.
La mayoría de los cuadros expuestos están realizados con puntillismo puro (con la puntita de rotuladores finos generalmente), aunque en algunos alterno puntillismo con pinceladas de rotulador. El motivo es que con rotuladores se tienen muy pocos tonos y la única forma de conseguir cientos de tonalidades distintas es mezclar varios colores distintos mediante puntitos.
En cada cuadro tardo cientos de horas en acabarlo. Nunca las he contado. Pero no tengo prisa, porque no pinto para comer, ni para exponer. Pinto porque nunca me siento más libre que cuando estoy a solas con mis rotuladores y conmigo. Comienzo con una determinada idea pero nunca termina como la he pensado, porque a cada hora que pasa, me voy dejando llevar por el fluir de un firmamento propio.
No digo lo que significan para mí. Si tengo que dar explicaciones no me sentiría tan libre. Los considero míos mientras los pinto y pertenecen a los demás mientras los contemplan. Cada persona que los vea puede sacar el significado que quiera y siempre acertará, porque no es obra del autor sino del que los mira.
Nunca he vendido porque no están a la venta y no he expuesto porque, el trabajo que me supondría buscar la oportunidad de hacerlo, no me compensa. Además, me sigue sucediendo que, una vez finalizado el proceso creativo, me dejan de gustar (hay días que me encantan, pero son los menos).
Soy un subnormal en visión espacial y casi subnormal en expresión verbal. ¿De verdad creéis que no hay un artista en cada uno de vosotros?.
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